Algo similar cabe decir en relación con una novela comparable a Fausto o a La Divina comedia , pues nos presenta todo un cosmos y es al mismo tiempo una Suma literaria, la historia de una sociedad, el saber simbólico de una cultura y un inventario del presente. Me refiero al Ulises de James Joyce, novela publicada en 1922.
La novela relata un día, el 16 de junio de 1904, de la vida de tres personas de Dublin. Se trata del joven intelectual Stephen Dedalus, el pequeño agente comercial Leopold Bloom y su esposa Molly. La novela se compone de dieciocho episodios ordenados conforme al modelo de la Odisea de Homero. Los tres primeros y el noveno están dedicados a Stephen, el décimo a los tres protagonistas de la novela, y el último presenta el monólogo de Molly Bloom. Todos los demás están dedicados a Leopold Bloom. Bloom es el Ulises moderno, pero debido a su origen judío, es también el Ahasvero, el Eterno judío que vaga sin descanso por el mundo arrastrando su maldición, el eterno exiliado, el apátrida. Con este vínculo Joyce remite a las dos fuentes de nuestra cultura: la Grecia antigua y los textos judíos. La odisea del Ulises es el deambular de Bloom, personificación del moderno ciudadano medio, por la ciudad de Dublín desde las primeras horas de la mañana, cuando se levanta de la cama y va al baño, hasta la mañana del día siguiente, cuando Stephen lo lleva a casa después de visitar el barrio chino y Bloom se acuesta, tras poner la almohada a los pies de la cama, al lado de su esposa Molly, cuyo interminable flujo de conciencia desemboca en el sueño como el río Liffey lo hace en el mar. Mientras tanto hemos acompañado a Bloom al restaurante, a la redacción del periódico, a un entierro, a un baño turco, al café, al hospital, a una biblioteca, a un burdel y en su paseo por las calles, plazas y parques de Dublín. Y todo lo que hemos vivido, lo hemos vivido a través de los sentidos de Bloom.
Nunca antes un escritor había introducido tan profundamente al lector en la conciencia de otro, haciéndole percibir recuerdos semiconscientes, ideas vagas, sentimientos poco claros, sensaciones corporales difusas, imágenes, olores y sonidos con tal viveza, complejidad y ritmo, que al final el lector conoce mejor a Bloom que a sí mismo. En ninguna otra obra literaria encontramos un retrato tan exhaustivo de una persona como aquí. Erramos por todas las zonas del inconsciente y por el desorden de recuerdos culturales, personales y cotidianos; por todos los rincones de la intimidad; por los recovecos de inaprensibles y fugaces estados de ánimo, y por todos los ritmos vitales y variaciones emocionales. Aunque la novela de Joyce toma como modelo la Odisea , sus episodios están enlazados entre sí mediante una prodigiosa técnica compositiva que asocia cada uno de ellos a un género artístico, a un color, a un órgano humano, a una disciplina o a un elemento.
La novela interrelaciona cinco formas de totalidad: la familia, compuesta por Bloom, su mujer y su hijo adoptivo Stephen, con quien Molly tiene una gran afinidad; la Odisea en tanto que explicación del mundo; la conciencia, siempre presente; el transcurso de un día entero como un día cualquiera de una época —los admiradores de Joyce llaman al 16 de junio el «Día de Bloom» ( Bloomsday )— y la ciudad en tanto que cosmos moderno. De este modo Ulises es la novela urbana por excelencia de la literatura moderna. La compacidad de la ciudad permite recuperar la imagen de la sociedad como un inmenso organismo. La ciudad se convierte en un organismo urbano: el tráfico es su circulación sanguínea y su metabolismo; las calles y las vías férreas son sus arterias. Las masas humanas que fluyen por las calles son las aguas del río Liffey, que atraviesa Dublín. El flujo y la inestabilidad de la conciencia son la imagen de la gran ciudad, por la que fluyen noticias, mercancías y hombres como fluyen las asociaciones en la mente de Leopold Bloom. Ambos, la ciudad y el cerebro humano, son de naturaleza laberíntica —no en vano el autorretrato del autor adolescente se llama Stephen Dedalus —. Su futuro es idéntico al de Joyce, que meditando profundamente sobre los planos de Dublín durante su exilio en Zúrich y Trieste, convierte la capital irlandesa en el ombligo del mundo y a la odisea de Bloom en la anatomía de la modernidad, en la crónica diaria de una ciudad, en la monumental instantánea del tiempo, en el inventario de la cultura y la vida cotidiana de toda una época.
Joyce parte de una estética de la percepción muy similar a la de Proust: si en éste el recuerdo repentino revela la esencia de las cosas, en Joyce es la «epifanía» (manifestación, alumbramiento) la que interrumpe el fluir del tiempo y la que arroja su poderosa luz sobre la realidad, haciendo que ésta se manifieste. Las dos novelas son un testimonio del intento de salir de la historia y del tiempo a través del mito, la experiencia repentina, la permanencia de las formas y la eterna repetición de lo siempre igual: cuando llegamos al final de Ulises , en un solo día hemos vivido todos los días de nuestra vida. Y, al final de ese día, nos unimos al flujo de la conciencia del eterno femenino para desembocar en la noche.
Dietrich Schwanitz
James Joyce. ULISES. ÍNDICE. Episodio 1. «Telémaco». Episodio 2. «Néstor». Episodio 3. «Proteo». Episodio 4. «Calipso». Episodio 5. «Lotófagos». Episodio ...
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