domingo, 1 de septiembre de 2019

Lars Von Trier Dancer in the Dark (Bailar en la oscuridad) (2000) un asombroso y arrollador drama musical"



Selma Jezkova, inmigrante checa y madre soltera, trabaja en una fábrica de la América rural y solo encuentra consuelo en su pasión por la música, especialmente en las canciones y coreografías de las grandes comedias musicales de Hollywood. Pero Selma oculta un terrible secreto: está perdiendo la vista y su hijo Gene correrá la misma suerte a menos que ella consiga reunir el dinero suficiente para pagarle una operación. Cuando un vecino desesperado acusa falsamente a Selma de haberle robado sus ahorros, el drama de su vida se intensificará para terminar en un trágico final.






Título original
Dancer in the Dark
Año
Duración
140 min.
País
Dinamarca Dinamarca
Dirección
Guion
Lars Von Trier
Música
Björk
Fotografía
Robby Müller
Reparto
, , , , , ,, , , , ,, 
Productora
Coproducción Dinamarca-Alemania-Países Bajos (Holanda)-Italia-Estados Unidos-Reino Unido-Francia-Suecia-Finlandia-Islandia-Noruega; Fine Line Features / Zentropa Entertainments4 / Trust Film Svenka / Liberator Production / Film I Väst
Género
DramaMusical | EnfermedadDiscapacidadPelícula de cultoCrimen
Grupos
Trilogía Corazón dorado
 Novedad
Sinopsis
Selma, inmigrante checa y madre soltera, trabaja en la fábrica de un pueblo de los Estados Unidos. La única vía de escape a tan rutinaria vida es su pasión por la música, especialmente por las canciones y los números de baile de los musicales clásicos de Hollywood. Selma esconde un triste secreto: está perdiendo la vista, pero lo peor es que su hijo también se quedará ciego, si ella no consigue, a tiempo, el dinero suficiente para que se opere. Tercera película de la trilogía "Corazón dorado" de Lars Von Trier. (FILMAFFINITY)
Premios
2000: Nominada al Oscar: Mejor canción original
2000: 2 nominaciones al Globo de Oro: Mejor canción, actriz - drama (Björk)
2000: Festival de Cannes: Palma de Oro, Mejor Actriz (Björk)
2000: Premios Goya: Mejor película europea
2000: Nominada al Cesar: Mejor película extranjera
2000: National Board of Review: Mejor actriz dramática (Björk)
Críticas
  • Si alguien se pregunta qué queda por hacer en el cine, o si tiene sentido hablar de cine “posmoderno”, esta película es la respuesta. Von Trier nos tenía acostumbrados a obras geniales (la estremecedora “Rompiendo las olas”, la inteligentísima “Los idiotas”), pero “Bailar en la oscuridad” son palabras mayores: Una de las obras maestras del último cine, y, para el que esto escribe, una de las mejores películas de todos los tiempos. Como lo oyen. Una inmigrante checa en Estados Unidos que se está quedando progresivamente ciega ahorra todo lo que gana para pagarle a su hijo una operación que no le aboque al mismo destino. Ella se evade del trabajo de la fábrica imaginando que su vida es un musical, cuya banda sonora son los ruidos cotidianos. Pero la tragedia acecha, y los acontecimientos se suceden inevitablemente como fichas de dominó que caen. Este guión, no muy diferente del de los peores telefilmes sobre enfermos terminales, se convierte en las manos de Von Trier en una deslumbrante obra que desborda todos los límites. Reinventa dos géneros, al fundir los edulcorados musicales de la Edad de Oro de Hollywood con el más puro melodrama, salpicado con destellos de tragedia griega; pone el estilo documental al servicio de una ficción que camina peligrosamente por el delgado filo que separa lo sublime de lo irreal; saca oro, sudor y lágrimas de la ¿interpretación? más creíble de las últimas décadas; crea unos números musicales absolutamente originales y arrebatadores; y, sobre todo, tiene el final más desolador y brutal que se ha visto jamás en el cine. Aviso: deja en estado de shock.
  • "Extraordinaria película (...) aterradora y genial (...) Desde 'Leolo' jamás me había impresionado tanto una obra de arte"
  • "Lars Von Trier inventa en un brote de genio un asombroso y arrollador drama musical"

Arrepentimiento Guy de Maupassant


[Cuento. Texto completo.]

I
El señor Saval acaba de levantarse. Llueve. Es un triste día de otoño; las hojas caen lentamente con la lluvia, formando también una lluvia más apretada y más lenta. El señor Saval no está satisfecho. Va de la chimenea a la ventana y de la ventana a la chimenea. La vida tiene días tristes, y para el señor Saval en adelante solo tendrá días tristes, porque ha cumplido sesenta y dos años. Está solo, soltero, sin familia, sin nadie que se interese por él. ¡Es muy triste morir aislado sin dejar un afecto profundo!
Piensa en su vida sin encantos y sin atractivos. Y recuerda en el pasado, en su niñez lejana, la casa paterna, el colegio, las vacaciones, la universidad. Luego, la muerte de su padre.
Vive con su madre; viven los dos, el joven y la vieja, tranquilamente, sin desear nada. Pero la madre muere también. ¡Qué triste vida! Y el hijo queda solo. Envejece y morirá cualquier día. Desapareciendo él, todo habrá terminado; todo, ni rastro de Pablo Saval sobre la tierra. ¡Qué terrible cosa! Y otros vivirán, amarán, reirán. Sí, habrá siempre quien se divierta, y él no se divierte nunca. Es raro que se pueda reír y estar alegre con la certeza de la muerte. Si la muerte fuera solo probable, aún habría esperanza; pero no, es tan segura como la noche después del día.
¡Y aún si la vida tuviera encantos! Desde que nació no hizo nada. No tuvo aventuras, ni grandes goces, ni éxitos, ni satisfacciones de ninguna especie. Nada, no había hecho nada; su vida se redujo a levantarse, vestirse, comer y acostarse; todo a horas fijas. Y así pasó en este mundo sesenta y dos años. Ni siquiera se había casado, como la mayor parte de los hombres. ¿Por qué? ¿por qué no se había casado? Pudo hacerlo, pues tenía bastante renta para mantener una familia. ¿Tal vez no se le había presentado la ocasión?... Acaso. Pero se buscan las ocasiones. Era un poco negligente, abandonado…Eso fue la causa de todo: su daño, su defecto, su vicio. ¡Cuántas gentes malogran su vida por abandono! ¡Es tan difícil para ciertas naturalezas moverse, agitarse, hablar, insistir!

II
Nadie lo había querido. Ninguna mujer durmió sobre su pecho en completo abandono de amor. Desconocía las deliciosas angustias del que aguarda, el divino estremecimiento de una mano sintiendo la opresión de otra, el éxtasis de la pasión triunfante. ¡Qué dicha sobrehumana debe de inundar el corazón cuando los labios de dos bocas se acarician por primera vez, cuando cuatro brazos, oprimiéndose, forman de dos seres uno solo, un ser inmensamente feliz, un alma de dos almas, ansiosas la una de la otra!
El señor Saval se había sentado junto a la chimenea, envuelto en su bata.
Ciertamente su vida estaba frustrada, en absoluto frustrada. Sin embargo, una vez tuvo un amor; había querido a una mujer secreta, dolorosa y descuidadamente, como lo hacía todo. Sí, había querido a su amiga la señora de Sandres, mujer de un antiguo camarada. ¡Oh, si la hubiese conocido soltera! Pero la conoció tarde, cuando ya estaba casada. Él también se hubiera casado con aquella mujer que le inspiró amor desde el primer instante, y a la cual siempre quiso.
Recordaba sus emociones de cada vez que la veía, sus tristezas de cuando se apartaba, las veces que no pudo en toda la noche descansar pensando en ella.
Por la mañana se sentía menos apasionado que por la noche. ¿Qué motivo habría?
¡Qué bonita, qué rubia, qué rizada era en sus años floridos! Sandres no era el hombre que aquella mujer necesitaba. Sin embargo, a los cincuenta y ocho años ella parecía dichosa.
¡Oh, si le hubiera querido en otro tiempo! ... ¡Si le hubiera querido! Y ¿quién sabe si le había querido?
Si hubiese adivinado aquel amor profundo... Y ¿quién sabe si lo adivinó alguna vez? Y si lo adivinó, ¿qué pensaría entonces? Y si él hablara, ¿qué hubiese contestado ella?
Y Saval se hacía mil preguntas más, reviviendo su pasado, interesándose por buscar y recoger una porción de sucesos insignificantes.
Recordaba las horas que pasaron en casa de Sandres, jugando a las cartas, cuando la mujer era bonita y joven.
Y recordaba cuántas palabras le había dicho ella y las entonaciones que usó para decírselas; recordaba las mudas sonrisas que significaron tantas cosas.
Recordaba los paseos de los tres a la orilla del Sena, los almuerzos campestres en domingo siempre, porque Sandres estaba empleado en la Subprefectura. Y de pronto le sorprendió la imagen clara de una hora pasada con ella en un bosque, junto al río.

III
Habían salido por la mañana, llevando sus provisiones en paquetes. Era un día de primavera, uno de esos días en que hasta el aire embriaga. Todo estaba perfumado y brindando goces. Los pájaros cantaban mejor y volaban con más ligereza.
Habían comido sobre la hierba y a la sombra de un sauce, cerca del agua adormecida por el sol. El aire tibio, impregnado en perfumes de savia, se respiraba con delicia. ¡Qué dulzuras las de aquel día!
Después de almorzar, Sandres se había dormido al pie de un árbol.
-El mejor sueño de su vida -según dijo cuando despertó.
La señora de Sandres, del brazo de Saval, paseaba por la orilla del río.
Apoyándose mucho en él, reía diciendo:
-Estoy un poco borracha, bastante borracha.
Saval, mirándola fijamente, sentía estremecimientos y palpitaciones; palidecía, temiendo que sus ojos no se mostraran con exceso atrevidos, que un temblor de su mano revelara su secreto.
Ella se había hecho una corona con flexibles tallos y lirios de agua, y le preguntó:
-¿Le gusto a usted así?
Como él no contestó nada -no se le ocurría nada que contestar, y más fácil hubiérale sido caer a sus píes de rodillas-, ella soltó la risa, una risa casi burlona y despechada, gritándole:
-¡Tonto, más que tonto! Hable usted al menos.
Él estuvo a punto de llorar, sin que acudiese ni una sola palabra en su ayuda.
Y todo esto lo recordaba como el primer día.
¿Por qué le había dicho ella: «¡Tonto, más que tonto! Hable usted al menos?»
Recordaba de qué modo, con cuánta dulzura lo oprimía, apoyándose en él. Y al inclinarse para pasar por debajo de un árbol de ramas caídas, la oreja de la señora Sandres había rozado la mejilla del señor Saval, ¡su mejilla!, y él había retirado la cabeza con un movimiento brusco para que no creyera ella voluntario aquel contacto.
Cuando él dijo: «¿Le parece si es hora de que volvamos?», ella le arrojó una mirada singular. Cierto; le miró entonces de un modo extraño. De pronto no lo tomó en cuenta y al cabo de los años lo recordaba minuciosamente.
Ella le había dicho:
-Como usted quiera; sí está usted cansado ya, volveremos.
Y él había contestado:
-Yo no me fatigo, señora; pero es posible que Sandres haya despertado.
Y ella replicó, encogiéndose de hombros:
-Si teme usted que haya despertado mi marido, es otra cosa; volvamos.
Al volver ella silenciosa, ya no se apoyaba en el brazo de su amigo. ¿Por qué?
Este «por qué» no había encontrado respuesta y era una preocupación constante. Al cabo de los años, el señor Saval creyó entrever algo que no había entendido nunca.
Acaso ella...

IV
Ruborizándose, se levantó conmovido, emocionado, como si treinta años antes hubiera oído en labios de la señora Sandres un «¡te quiero!»
¿Seria posible acaso? Esta sospecha que despertaba en su espíritu lotorturó. ¿Era posible que a su tiempo no viese, no adivinase nada?
¡Oh, si eso fuera cierto, si hallándose tan cerca de la dicha no hubiera sabido aprovecharla!
Se resolvió. Lo ahogaban las dudas. Quería saber la verdad. ¡La verdad!
Se vistió de prisa, de cualquier modo, pensando:
«He cumplido sesenta y dos años; ella tiene cincuenta y ocho. Bien puedo permitirme la pregunta.»
Y salió.
La casa de Sandres estaba en la otra acera de la misma calle, casi frente a la casa de Saval.
La criada se extrañó de verle tan temprano.
-¡Usted por aquí a estas horas, señor Saval! ¿Ha ocurrido algo?
Saval contestó:
-Nada, hija mía. Pero di a la señora que necesito hablar con ella lo antes posible.
-La señora está en la cocina preparando confituras para el invierno y no está presentable para visitas, como usted puede suponer.
-Bueno; dile que necesito hacerle una pregunta importante.
La muchacha se fue y Saval recorría el salón con pasos nerviosos. Se sentía desligado, resuelto en semejante ocasión. ¡Oh! Iba entonces a preguntarle aquello como le hubiera preguntado por una receta de cocina. ¡Tenía ya sesenta y dos años!
Se abrió la puerta y entró la señora. Era ya una matrona muy abultada, con las mejillas redondas y la risa fácil y sonora. Su gordura no le permitía fácilmente acercar los brazos al talle y elevaba los brazos desnudos y salpicados de almíbar. Al entrar pregunto con inquietud:
-¿Qué le ocurre a usted, amigo mío; está enfermo?
Y él respondió:
-No estoy enfermo, amiga y señora; pero me escarabajea una duda, para mí de mucha importancia, que me oprime el corazón, y vengo a que usted me la resuelva. ¿Promete contestarme con sinceridad?
Ella sonrió, diciendo:
-He sido siempre muy sincera. Pregunte.
-Pues ahí va. Yo he vivido enamorado, queriendo a usted siempre, desde que la vi por vez primera. ¿Usted lo sospechaba?
Ella contestó, riendo, con algo de la ternura que impregnó en otro tiempo sus palabras:
-¡Tonto, más que tonto! Lo supe desde el primer día.
Saval, temblando, balbució:
-¿Usted lo sabía? Entonces...
Y se contuvo.
Ella preguntó:
-Entonces... ¿qué?
Saval, decidiéndose, continúo:
-Entonces, ¿qué pensaba usted? ¿Qué..., qué..., qué me hubiera contestado?
Ella, riendo mucho, mientras una gota de almíbar se deslizaba por sus dedos, le dijo:
-Como usted nada preguntó... ¡No era cosa de que yo me declarase!
Avanzando hacia ella, Saval insistía:
-Dígame, dígame... ¿Recuerda usted una tarde, cuando Sandres se durmió sobre la hierba, después de almorzar, y nos fuimos juntos, del brazo, lejos?...
Se detuvo. La señora no dejaba de reír, mirándole fijamente a ojos.
-¡Vaya si me acuerdo!
Saval prosiguió, estremeciéndose:
-Pues, bueno; si aquel día yo hubiera sido... yo hubiera sido... más osado..., ¿qué hubiera hecho usted?
Ella, sonriendo como una mujer dichosa, que no tiene de qué arrepentirse ni desea nada, respondió francamente, con voz clara y una punta de ironía:
-Hubiera cedido seguramente.
Y dejándole plantado volvió a cocina.

V
Saval salió a la calle aterrado como después de un desastre. Andaba como impulsado por un instinto en dirección al río, sin pensar a dónde iba, mojándose, porque llovía mucho. Su traje chorreaba; su sombrero, deformado, parecía un canal. Y andaba sin descanso hasta llegar al sitio donde almorzaron aquella mañana. El recuerdo lejano le torturaba el corazón.
Se sentó al pie de los árboles, desnudos ya de hojas, y lloró.
FIN

ANALISIS FRESAS SALVAJES Y EL MENSAJE DE LOS SUEÑOS

En uno de los momentos de esta película de Bergman 

se produce el siguiente diálogo entre su protagonista 
Isak Borg (en una extraordinaria interpretación de 
Victor Sjöström) y su nuera Marianne (Ingrid Thulin)
Marianne: ¿Has dormido bien?
Isak:           Si… pero soñando. Estos últimos meses 
he tenido los sueños más extravagantes… 
Sencillamente ridículos.
Marianne: ¿Cómo ridículos?
Isak:           Es como si yo mismo me dijera algo
 que despierto no quiero oír.
Marianne: ¿Qué es?
Isak:          Que ya estoy muerto.


Nos sirve así esta introducción para hablar un poco 
del papel de los sueños en el mundo psíquico, 
para lo que esta película, excepcional para mi, 
constituye un buen ejemplo, dado que hay dos 
momentos en ella en las que son un recurso
 utilizado por su director para tratar el tema 
que nos plantea el viejo Doctor Borg, quien ya 
hacia el final de su vida es llevado a rememorar
 cómo esta se ha dado y cómo él ha pasado por ella.




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1. SOBRE FRESAS SALVAJES.

Ingmar Bergman, 1957
Junto al Séptimo sello – con la que estuve dudando si escribir sobre ella antes que la que aquí nos ocupa – fueron las dos primeras películas que vi de Bergman. El séptimo sello fue la primera. Debía tener catorce años y la pasaron como película de “Semana Santa”. En aquellos tiempos, tiempos aun de Franco y Arias navarro, del peso de la Iglesia, sorprende que los censores – a los que me imagino de pocas luces – dejaran colar este película entre las de siempre, es decir, Ben Hur, Moisés, La túnica sagrada, Rey de reyes, La historia más grande jamás contada y otras películas clásicas de historias bíblicas. Quedé impactado sobretodo, y en esa primera visión, por la estética de la película, no sólo a nivel de imágenes sino también de ideas… Al cabo de dos o quizá tres años tuve la ocasión de visionar la película que aquí nos trae: Fresas salvajes. Rodada por Bergman en 1957 causó un profundo impacto emocional en mí. La historia de Isak Borg, interpretada de una manera tan delicada y profunda por el actor, guionista y también director sueco Victor Sjöström – pionero del cine mudo en su país -, y que fue última película en la que participó, muriendo tres años después, en 1960, a los ochenta y un años. Me recuerdo llorando en el final de la película cuando le dice a Marianne que la quiere y ella le besa en la cama y le responde que también tras ese pequeño periplo que han pasado juntos en el viaje que hacen en coche a la Universidad que le va rendir reconocimiento al hacerle doctor “honoris causa”.

2. SOBRE LOS SUEÑOS.

Empezaré por un aspecto que me parece importante señalar acerca del mundo de los sueños, aquello que nunca deja de sorprenderme: la resistencia que la conciencia ordinaria ejerce sobre ellos. Esta resistencia que se manifiesta primero en la dificultad de recordar los sueños, segundo en la facilidad con la que una vez recordados vuelven a ser olvidados y, por último en la dificultad de otorgarles significación, nos permite reflexionar sobre un hecho que aunque conocido, impacta aun más con el fenómeno de los sueños: como lo neurótico nos aparta de nuestra verdad más profunda… Y el esfuerzo de esta verdad por llegar a nuestro yo desde un más allá de él, desde un self  (un sí mismo, el ser) que evidentemente es más que el yo. En este sentido el sueño se erige en el reflejo de un espejo mágico que refleja más allá de aquello que el yo se cuenta.
El camino que los sueños nos ofrecen se constituye en un camino con un claro objetivo: el progresivo esclarecimiento de la conciencia ordinaria, entendida esta como una consciencia restringida y distorsionada.  E insisto en esa idea de consciencia ordinaria – que Freud llamaría conciencia moral -, porque ella nos acerca a una visión que me resulta original. Y es que la existencia de los sueños y el testimonio que dan de la dinámica inconsciente pone de relieve que, en un estado como el del sueño, accedemos a una consciencia que menos distorsionada, se da cuenta y refleja más la totalidad de nuestro  ser.  Lo sorprendente es que los sueños dan testimonio de que esta consciencia ya está…  De que el espejo que refleja nuestro ser ya es,  tan sólo que en lo ordinario está perturbada por el efcto distorsionador de la neurosis.
Otra de las cosas más sorprendentes con el mundo de los sueños es que el reflejo en la conciencia de aquello que soy en cada instante modifica o transforma el yo. Creo que ese es uno de los fenómenos más sorprendentes del trabajo con sueños como diferencia de un trabajo más centrado sobre el yo que implica una noción más “muscular” del proceso terapéutico. El impacto del sueño es de doble efecto: la revelación y la revelación que proviene de sí mismo. Pero, y ese es un tema importante en el trabajo con los sueños, ese doble impacto causa transformación si es sostenido, si el trabajo con los sueños es regular y constante. No hay duda que el trabajo puntual de un sueño ofrece claridad… pero el efecto transformador, el efecto de cambio que proviene del propio inconsciente parece venir del contacto comprometido con él. Los que trabajamos con nosotros mismos a través de los sueños sabemos de la importancia de la serie de sueños que durante un tiempo parece trabajar sobre un núcleo particular que es nuestro emergente vital… Su efecto es como el de un estilete o una perforadora que poco a poco pero sin pausa va profundizando más y más hasta llegar al encuentro con esa verdad profundamente perturbadora a la vez que reveladora.


2. EL PRIMER SUEÑO: LA SENSIBILIZACIÓN.



El inicio de la película ya nos da una pista de su protagonista, el doctor Isak Borg, cuando en lo que podemos considerar su presentación, y como primera frase de la película se nos cuenta lo siguiente:

Las conversaciones suelen reducirse a comentar y censurar la manera de ser y el comportamiento del prójimo y esto ha sido lo que me ha llevado a renunciar de manera rotunda a esa vida social.

He pasado toda mi vida sobrecargado con un trabajo agobiante, per me siento satisfecho de haber vivido así. Al principio ese trabajo era para mí un medio de ganarme el pan, pero al fin me llevó a un profundo amor por la ciencia.

Luego sigue una breve presentación, a través de sus fotos, de su hijo, su madre y su esposa ya fallecida en la que ya se observa una cierta insatisfacción.

La primera frase deja traslucir una sospechosa “proyección”, a la que si aplicamos esa técnica gestáltica de trabajo con las proyecciones que es “la reapropiación de la proyección” nos lleva a considerar que quien probablemente es un censurador de los otros es el propio Isak, como posteriormente se confirma en una conversación que mantiene con Marianne. La segunda frase podría contemplarse como una “afirmación” de características parecidas al mecanismo de defensa de la “negación”, es decir, la misma afirmación pone de relieve que esa satisfacción sobre la propia vida quizá no es tan evidente. Es lo que se observa en esta sutil diferencia con la que habla de su amor por la ciencia y en relación a los miembros de su familia.

También se define como un viejo pedante que, como consecuencia, también ha “causado molestias más de una vez tanto a mismo como a los que viven junto a mí”, y para finalizar nos anuncia que en la catedral de Lund se va a celebrar su jubileo doctoral. Es decir, el reconocimiento a su trayectoria profesional. En ese momento Isak no sabe que debido a un sueño también se va a plantear cómo ha sido su trayectoria vital y afectiva. Y tras esta presentación sobreviene inmediatamente el primer sueño de Isak:

He soñado que durante mi paseo matinal durante mi paseo  matinal me perdía en una barrio de la ciudad totalmente desconocido para mí y erraba por calles desiertas con casas en ruinas…


Ando por la acera de la calle y veo una farola, a su lado hay un reloj colgado de una pared… Lo observo y veo que no tiene manecillas y que bajo él hay dos ojos con unas lentes, como si me observaran. Miro entonces mi reloj… tampoco tiene manecillas. Suena un tic tac que parecen latidos del corazón y me empiezo a agobiar… 

FOTOGRAMA 2

Sigo andando y veo las casas a mi alrededor… tienen las ventanas y las puertas barradas con tablas de madera…

FOTOGRAMA 3

Me vuelvo hacia atrás, pero no veo más que otras calles solitarias. Al darme la vuelta veo al lado de la farola, bajo el reloj, la figura de un hombre de espaldas. Me acerco a él y le pongo la mano sobre su hombro izquierdo. Me asusto cuando se da la vuelta y contemplo su rostro, un rostro como apretado con los ojos y la boca fuertemente cerrados, con los oídos tapados… Lego se derrite ante mi convirtiéndose en agua. Suenan campanas…

FOTOGRAMA 4
Sigo andando hasta llegar al final de la calle. De la que la cruza veo bajar una carroza de funerales tirada por caballos y sin conductor… La sigo y veo la veo avanzar hasta que la rueda trasera se traba con el pie de la farola. Los caballos tiran y tiran hasta que la rueda cede y un poco más y me atropella. La carroza se desequilibra y el ataúd que transporta cae. Luego la carroza sigue arrastrada por los caballos. Veo entonces una mano que sale del ataúd. Me acerco lentamente. La mano de repente se empieza a mover y se dirige hacia la mía… Me la coge. Yo forcejeo para soltarme, pero ella me retiene. En el forcejeo poco a poco va apareciendo el rostro del muerto… ¡Mi propio rostro! Aterrorizado quiero soltarme.
FOTOGRAMA 5

Obviamente este sueño nos muestra un estado psíquico de nuestro protagonista caracterizado por lasoledad (las calles vacías) y la represión (la imagen del hombre con el rostro apretado – ver fotograma 4 – es una imagen evidente), y todo frente a este llamado de alarma que constituye la muerte en dos sentidos, en el sentido de la muerte real representada por los relojes sin manecillas – el tiempo se acaba, ver fotograma 3 -  y el de la muerte en el sentido en que el propio Isak se reconoce como muerto – ver fotograma 5 - en vida en la conversación con Marianne con la que hemos iniciado el presente comentario. No deja, en este sentido, de ser interesante la imagen del hombre de rostro apretado deshaciéndose en agua como un claro símbolo del mundo emocional reprimido por Isak.
Los ojos con lentes bajo el reloj vienen a indicarnos también el tiempo de “darse cuenta” precisamente porque el tiempo se acaba. Un elemento interesante del sueño, dentro de todo este ambiente de soledad, se trata de las casas con puertas y ventanas barradas con láminas de madera lo cual nos hace pensar inevitablemente en qué no se quiere ver o no se ve en el interior de casa. La casa, en términos simbólicos, la podemos entender de dos maneras que están relacionadas entre si: en primer lugar como el mundo interno, lo cual nos  indicaría la dificultad de Isak para mirar a ese mundo interno que los sueños tratan de hacerle consciente, como también, y en segundo lugar, qué ocurre en el interior de la casa propia o familiar y que quizá tampoco se quiere ver. Obviamente hay una relación especular ante las dos proposiciones, en el sentido en que ambas se realimentan como veremos a lo largo de éste comentario.


Finalmente la escena en la que el Isak muerto forcejea al Isak soñante es un buen ejemplo de como esa consciencia de orden superior reclama a la consciencia ordinaria reconocer aquello que se halla reprimido. Veamos que desarrollo tiene esto en la película.


3.  EL VIAJE COMO ITINERARIO EXISTENCIAL.


A raíz del sueño Isak decide acudir a Lund en coche en lugar de volar en avión… Marianne, su nuera, quien reside momentáneamente con él a raíz de una también momentánea separación de su hijo Evald (interpretado por otro de los actores clásicos de Bergman, Gunnar Björstrandt)debido a que ella esta embarazada y él no quiere el hijo. Ella pide acompañarle en ese viaje en coche, inicio de un viaje que será finalmente un viaje existencial para Isak. Como ocurre normalmente con la consciencia, el viaje en coche sustituye al avión, pues la consciencia requiere cierta lentitud, el darse cuenta requiere tiempo y la paciencia que permite apreciar el detalle necesario.

En este viaje van a ir sucediéndose una serie de paradas cada una de ellas significativa en distintos niveles. 

Quizá la primera cuestión importante es la descripción que hace Marianne de Isak al principio del viaje cuando éste le pregunta que tiene en contra de él:
Pues que no eres más que un viejo egoísta. Eres de lo más desconsiderado y no te ocupas más que de ti. Pero sabes ocultarte de esto tras una máscara de buenos modales y hasta de caballerosidad. Tú no eres más que un egoísta aunque en discursos y papeles te llamen el gran amigo de la humanidad. Somos nosotros los que sabemos lo que tú eres de verdad […] Eres inflexible en tus criterios papaíto. Debe ser horrible depender de ti para lo que sea.
Concreta y concisa descripción de alguien que vive cerca de él… Así empieza a tejerse la relación con Marianne quién parece jugar el papel del arquetipo del ánima para Isak guiándole hacia su propio inconsciente.

- Primera parada: la casa de verano de la infancia y juventud.

Así, de esta manera, toma el primer punto de parada en el camino para enseñarle a Marianne la casa en la que pasó los veranos en su infancia y juventud. Ahí, y en el lugar donde crecen las fresas salvajes, Isak tiene esa mezcla de recuerdos y tomas de conciencia.
Isak en la casa de verano: Fresas salvajes

Aparece aquí su amor de juventud, su prima Sara (interpretada por Bibi Andersson). Son novios, pero Sara es también cortejada por Sigfrid, el hermano de Isak. Es evidente que a ella también le agrada a pesar de la culpa que siente por Isak. Luego Isak aparece contemplando una escena familiar en la que Sara es descubierta en alguno de sus devaneos con Sigfrid… Se levanta y sale llorando. Es entonces cuando Isak oye de sus labios las siguientes palabras dichas a su hermana Charlota:
Isak es muy considerado. Es sumamente delicado, tan lleno de ternura y tiene principios. Quiere que pasemos el rato leyendo poesías y hablando también de la vida futura. Le gusta que toquemos el piano a cuatro manos. No quiere besarme más que cuando está a oscuras y me está hablando siempre del pecado. Yo creo que él está a una altura tan enorme sobre mí… y yo me veo tan baja… ¡tan baja que no puedes tener idea de lo que siento! Pero, a veces tengo la impresión de que yo soy mayor que Isak… No se si me entiendes. Es que a veces me parece que él es todavía un niño. Los dos tenemos la misma edad… por otra parte resulta que Sigfrid es tan fresco y tan malo…

Isak vuelve en si lleno de vacío y de tristeza, justo cuando una jovencita, Agda (Jullen Kindhal) le pide si la puede llevar a Lund junto a dos jóvenes más, Anders y Viktor que, de cierta manera, reviven con Agda una problemática parecida a la que Sara tuvo con Isak y Sigfried.

Las fresas salvajes (como la desviación o la metonimia en los sueños) devuelven a Isak a su primer amor en el que ya se manifiesta su dificultad en el terreno pasional y erótico que parece compensar con esa caballerosidad y buenos modales que Marianne le desvela como máscara tras la que se oculta su egoísmo y frialdad. Finalmente Sara le dejará por Sigfrid…


- Segunda parada: el accidente  y el matrimonio Alman.


Tras partir de la casa de verano nos encontramos con la siguiente parada, esta forzada, aunque no menos simbólica, a través de un accidente en la carretera. En esta ocasión nos encontramos con otra pareja – uno de los grandes temas de Bergman -, el matrimonio Alman, una pareja que desde el primer momento se observa su relación sadomasoquista basada en el continuo menosprecio y humillación mutua. Es tanta la tensión que crean en el coche que, ante la presencia de los jóvenes, Marianne decide que lo abandonen.
El matrimonio Alman

- Tercera parte: en la gasolinera del matrimonio Akerman.

En esta ocasión nos encontramos con dos aspectos a considerar. Isak para en una gasolinera de un pueblo en el que había trabajado en su juventud como médico. La contrapartida del matrimonio Akerman, que está esperando un hijo, sirve como introducción de un elemento que ya estaba presente en El séptimo sello: la importancia de lo sencillo. De repente Isak se encuentra con el agradecimiento de Henrik Akerman quien a parte de decirle al doctor que quiere ponerle su nombre al niño, no quiere cobrarle la gasolina aduciendo que:   “Escuche doctor, nosotros no olvidamos muchas cosas que no se pagan con gasolina […] No hay más que preguntar a los que viven en el pueblo o los alrededores. Todos se acuerdan del doctor y lo que hizo por ellos.” Un Isak entre emocionado y como ido dice entonces: “Quizá no debí salir nunca de aquí”. Inmediatamente le pregunta a Henrik qué a dicho, a lo cual este le responde lo mismo añadiendo Isak: “¿He dicho eso? Pues creo que es verdad”. Es decir, quizá no debí irme de allí donde era apreciado, querido y reconocido. Aunque este es un punto importante, no querido y reconocido como hombre de ciencia, querido y reconocido como ser humano. No como “amigo de la humanidad” sino como amigo de otros seres humano concretos.
Isak con el matrimonio Akerman
Veamos pues que nos encontramos ante dos tipos de reconocimiento: el reconocimiento académico y el reconocimiento humano. Una declaración insospechada sale de sus labios, no consciente, le lleva a decir a Isak que quizá nunca debería haber abandonado éste último tipo de reconocimiento más cálido, más cercano en detrimento del profesional y de prestigio.


- Cuarta parada: visitando a la madre.

En esta parada asistimos al encuentro de Isak con su madre acompañado de Marianne. Es este un encuentro que nos muestra la rigidez y frialdad de ella que tiene su momento clave cuando le muestra a Isak el reloj de oro de su padre un reloj sin manecillas igual que el que aparece en el sueño) y le dice, justo en ese día que recibe su jubileo, que piensa regalárselo a un nieto hijo de una hermana de Isak. Se puede observar en Isak la expresión de contrariedad ante esta decisión. En todo momento se puede también observar el rostro de desagrado de Marianne ante esta mujer. Posteriormente, y ya fuera de casa de la madre, Marianne le dice a Isak:
Cuando te vi junto a tu  madre me asaltó un miedo completamente irracional […] Yo pensé: “esta es su madre, viejísima y acartonada, fría como el hielo. Más horripilante aun que la misma muerte. Y junto a ella su hijo, pero están separados por distancias astronómicas. Dice estar muerto aunque vive todavía y pienso en Evald, que está camino de petrificarse y helarse y pienso en mi hijo que vive en mi corazón y compruebo que por cualquier camino no hay más que frialdad y muerte y soledad, pero todo tiene que marchar hacia un fin…
la madre de Isak 

Marianne le cuenta a Isak que vuelve para decirle a Evald que quiere tener a su hijo aunque ello le cueste perder aquello que más quiere… Cuenta que no quiere que su vida termine como la del matrimonio Alman, aquel que recogieron tras el accidente, a lo que Isak responde: “Yo también estaba pensando en ellos, también me han recordado mi vida matrimonial”.
Se perfila aquí el efecto que ha tenido sobre Isak la frialdad que su madre le deparó y la màs que probable presencia de un padre “débil”. De hecho no aparece en la película para nada y se le menciona en función del reloj de oro que cita la madre. La construcción caracteriológica de tipo obsesivo que como una coraza esconde su dolor y su tristeza. Una construcción caracteriológica que, como le di de Marianne, bajo una máscara de amabilidad y caballerosidad se esconde la desconsideración, el egoísmo y la inflexibilidad.

4. EL SEGUNDO SUEÑO: LA TOMA DE CONSCIENCIA.

De camino hacia Lund, Isak se duerme en el coche y vuelve a soñar, si bien antes nos cuenta que“en mi sueño me vi asaltado por una serie de fantasmas que me parecían tangibles y que me humillaban y no puedo negar que en aquellos sueños había algo poderoso que agobiaba a mi consciencia de una manera insoportable.” Y el sueño empieza con el ruido de pájaros volando en bandada en un cielo oscuro y sobre la sombra de los árboles del bosque… ¿no nos recuerdan estos pájaros, los comentarios realizados sobre la película de Los pájaros de Hitchcock y el superyó materno? La estructura del sueño, y evidentemente por motivos cinematográficos, intenta estructurarse como tal si bien también manifiesta de manera explícita el significado existencial que tienen para Isak las imágenes del sueño: así se nos da el sueño y el significado en la misma narración. Podemos dividir el sueño en las siguientes escenas:
- Escena 1: Encuentro con Sara.
Tras el vuelo de los pájaros aparece el pote de las fresas salvajes sobre el prado en el que se las recogía. Luego Isak está sentado frente a Sara, su primer amor, quien le hace que se mire en un espejo que ella tiene… ¿Te has mirado en un espejo Isak? – le pregunta Sara -. Con muy duras palabras Sara le habla diciéndole que es un viejo asustado que no puede aguantar la verdad. Que ella tiene toda la vida por delante y que va a casarse con Sigfrid, lo que da pie al siguiente diálogo:

Sara (mostrándole su rostro en el espejo9: Mira la cara que se te pone… A ver si te puedes reir
Isak dibuja una sonrisa que no puede esconder su dolor…
Sara: ¡Pues si… te puedes reír!
Isak: ¡Esto duele tanto!
Sara: Siendo un médico tan eminente deberías saber porque te duele… Pero no tienes ni idea. Aunque tu sabes muchas cosas en realidad no sabes nada.
El reflejo de Isak en el espejo
Sara entonces le dice que se tiene que marchar a cuidar al hijo mayor de Mabel. Referencia al reciente suceso acontecido en el encuentro con la madre en el que ella le manifiesta su intención dar el reloj de oro del padre a este mismo hijo de Mabel… Se sucede un monólogo de Sara en el que habla al bebé contándole como le protegerá y que no debe tener miedo “de los vientos, de los pajaritos, de las palomas ni de las gaviotas, ni de las olas del mar. Yo estoy aquí contigo”

Una clara referencia al amor y la protección materna que a Isak le faltó y que abre ese interrogante infantil que luego se arrastra a lo largo de la vida como una sospecha de qué hubo algo mí para que mi madre no me quisieraque no fuera objeto de su deseo, una pregunta que como un “fantasma” luego se arrastra a lo largo de la vida y, en especial, en relación a las mujeres. En Isak ese dolor de la madre, repetido luego con Sara, continuado, como veremos en su relación matrimonial con, se disfraza de esa máscara intelectual, aparentemente bondadosa y comprensiva que esconde su real voluntad de no afectarse, ese fondo finalmente frío y rígido… de estar, en cierta manera, “más allá de lo humano”.

Esta primera escena del sueño finaliza viendo Isak, a través de una ventana, el amor entre Sara y Sigfrid.

- Segunda escena: El examen.

Esta escena la podemos considerar el núcleo del sueño. El relato del sueño lo podemos estructurar, tal y como lo hicimos antes, de la manera que sigue:
La noche contrasta su oscuridad bajo las formas de las nubes y la luz de la luna que asoma entre ellas… Luego ando por el exterior de una casa hasta que llego a una puerta con cristaleras. Doy golpes llamando… Apoyo mi mano derecha sobre el marco de la puerta y la palma de mi mano nota la presencia de un clavo. Me miro la palma de mi mano. Aparece tras los cristales el señor Alman y la abre diciéndome: “Acérquese por favor, profesor Borg”

En los sueños, algunas veces,  los cambios que preparan  la llegada de un elemento doloroso o conflictivo a la consciencia, van ligados a cambios de luz o a la aparición de distintos efectos meteorológicos: pasar del día a la noche, una sensación general de oscurecimiento de las imágenes, o a veces también, como en el inicio de la otra escena a oscuridad mezclada con brisa o viento, descenso de la temperatura, escalofríos, lluvia… En está imagen tenemos una representación de esto que decimos a través de las sombras que nos ofrecen los nubarrones en el cielo provocados por la luz de la luna: la consciencia empieza a iluminar aunque sea como sombras aquello que antes estaba indiferenciado. Y como primer símbolo de esta iluminación tenemos al señor Alman (el examinador) como proyección del propio Borg: el hombre que en la pareja es desconsiderado, cruel y egoísta en una relación de marcado carácter sádico-masoquista.
Yo entraba y seguía a Alman, tras sacarme el abrigo Alman abría una puerta y a través de un largo pasillo me llevaba hasta otra puerta que abre y entramos. La habitación parece entre una clase en la que hay sentados algunos otros hombres y mujeres. Alman se sienta tras un despacho y me dice: “Siéntese… ¿Ha traído su papeleta de examen?”. Yo respondo: “Si, aquí la tiene”. Tras darme las gracias me pide que identifique de qué bacterias se trata las que están en un microscopio. Me acerco al aparato pero veo como un ojo desenfocado. Le digo a Alman: “No veo nada. Parece que el microscopio no funciona bien”. Alman mira entonces a través de él y me dice que funciona perfectamente. “Pues yo no veo nada” – insisto -. “No ve” parece constatar enfáticamente Alman.

Luego me pide que lea un texto que hay escrito sobre una pizarra. Leo un texto extraño, como en una lengua que no conozco. Alman me pregunta qué significa, pero yo, extrañado, le respondo que no lo se. “Ya” dice Alman. Yo molesto le respondo: “¡Es un jeroglífico y yo soy médico! “Perfectamente – me responde Alman -, pero sepa usted que lo que está escrito es el primer deber de un médico. ¿Es que no sabe usted cuál es el primer deber de un médico? Yo le respondo que claro que si lo sé… pero luego, extrañado, no logro recordarlo… Alman me dice entonces: “El primer deber de un médico es pedir perdón”. Yo empiezo a reír y digo que claro que sí y riendo me dirijo al resto de la clase que permanece muy seria… Dejo de reír y al darme la vuelta hacia Alman le veo anotar sobre unos papeles a la vez que dice: “Otra vez es usted culpable de culpabilidad”. Sumamente extrañado, como pidiéndole una explicación le digo: “¿Culpable de culpabilidad?”. A lo que Alman responde: “Hare constar que usted no ha comprendido la cuestión”. “¿Y esto es un agravante? – le pregunto -. “Desgraciadamente” me confirma Alman.
Tenemos en esta representación algunos elementos fundamentales de lo que podemos llamar la actitud de Isak con respecto a los aspectos “más sombríos” de su carácter: dificultad de ver a través del microscopio nos pone en contacto con la dificultad de querer amplificar estos aspectos del carácter que se disimulan generalmente a través de los mecanismos psicológicos de defensa, esas introyecciones o desviaciones que hacen finalmente llamar a la rigidez tener principios, a la indiferencia aceptación, a la intolerancia y al egoísmo verdad, a la desconsideración y falta de respeto transparencia etc. Esas cosas que alguna vez nos tenemos que plantear como nos llevan a tratar a los otros seres humanos así como a nosotros mismos. La traducción ofrecida por Alman del texto ilegible como pedir perdón se asocian también a su valoración: culpable de culpabilidad. Este es el sentido de la pregunta de Isak acerca de si esto constituye un agravante. Sabemos que los mecanismos psicológicos de defensa trabajan en muchas ocasiones para evitar contactar con el sentimiento de culpa, lo que nos lleva a no tomar consciencia de las distintas manipulaciones o actitudes que ejercemos sobre nosotros mismos y los otros para precisamente evitar este doloroso sentimiento (como hemos visto en las entradas dedicadas a El proceso de Kafka). Se apunta aquí ala culpa de ser que probablemente embarga a Isak por el trato distante y frío que su madre le deparó y que posteriormente introyectado como superyó materno es el mismo trato que él se ofrece a sí mismo y que, a la vez, le ofrece a los demás como muy acertadamente le indica Marianne al principio del viaje: Tú no eres más que un egoísta aunque en discursos y papeles te llamen el gran amigo de la humanidad. Somos nosotros los que sabemos lo que tú eres de verdad […] Eres inflexible en tus criterios papaíto. Debe ser horrible depender de ti para lo que sea. Es decir, los que de verdad viven a su lado si sufren el otro lado de su manera de ser.
Nervioso me pongo agua en un vaso de una jarra y le digo a Alman: “¡Le recuerdo que estoy enfermo del corazón y soy un anciano señor Alman! ¡Le ruego sea considerado!” A lo que Alman simplemente me responde diciendo que en sus informes no se dice nada de mi corazón y me pregunta desafiante si es que quiero poner dificultades al examen.
Alman se levanta y encendiendo un foco me pide que haga un diagnóstico de una mujer – la mujer de Alman -. La inspecciono y extrañado miro a Alman diciéndole que está muerta. De repente la mujer empieza reír como una poseída… Al apartarme veo a Alman escribiendo sobre uno papeles y le pregunto acerca de la nota que me va a poner. “Incompetente” – es su escueta respuesta -. A parte, y ante mi insistencia en que esto no puede ser, Alman añade: “A parte profesor Borg se le acusa de otra porción de cosas que parecen menudencias pero son gravísimas: insensibilidad, egoísmo, falta de  consideración – yo no lo puedo creer -… Son quejas presentadas por su esposa.
Esta parte hace referencia (no en vano la proyección en el sueño hace referencia a la mujer de Alman) a la situación vital que vivió con Karin, su mujer, cuando ésta parece que le engañaba con otro hombre… Una vez más aparece una situación  real, mezclada con el sueño, que Isak pudo observar y escuchar en directo, oculto entre unas ramas tal como le observa Alman, y donde otro hombre más apasionado, deseante, como antes Sigfrid, está ahora con su mujer, y como antes ya dijo Sara en el sueño, y estaba implícito en su recuerdo durante el viaje, ahora reaparece, más duramente, en las palabras que pronunció su mujer:
“Ahora iré a casa y se lo contaré a Isak y se lo que el me dirá palabra por palabra: ‘Pobrecita mía, que lástima me das’ -como si él fuera el mismo dios -. Y yo me pondré a gimotear: ‘De verás te doy mucha lástima…’. Y el me dira´: “Yo siento un inmensa piedad hacia ti”. Y yo seguiré llorando un poco más y le preguntaré si el me puede perdonar. Y el me dirá: “No tienes que pedirme perdón. Yo no tengo nada que perdonarte”. Es más frio que un tempano. No siente nada de lo que dice. De pronto se pone tierno y yo le grito que no sea loco y que toda esta fingida generosidad me dan ganas de vomitar. Pero me dice que va a traerme un sedante, que no deje de tomármelo y que él lo comprende todo. Yo le digo entonces que toda la culpa es suya y con una cara muy compungida y se confiesa culpable de todo. Pero a él le importa todo un pito porque es un témpano.
Agitado Isak le pregunta a Alman dónde está su mujer, y Alman le responde con crudeza: “Ya lo sabe. Se fue. Todos se han ido. Todo es silencio. Todo ha sido extirpado doctor Borg. Una obra maestra de cirugía. Sin dolor, sin convulsiones, sin hemorragia”. Isak pregunta entonces a qué pena se le condena, a lo Alman responde: “No se, supongo que a la de siempre […] LA SOLEDAD”. Un apenado Isak hace su última pregunta: “¿Y no habrá gracia para mí?”. A lo que Alman le responde que él no sabe de esas cosas. Isak despierta en el coche…
Implacable escena donde la aparente bondad de Isak se contempla en su lado más diabólico… Esa bondad que se transforma en una indiferencia final que parece hallarse más allá de lo humano, una roca helada de dolorosas aristas.

5. EL TÉMPANO QUE SE DERRITE.
El final de la película nos permite asistir a como en el propio Isak se va dando “la gracia”.  La consciencia siempre nos ofrece la oportunidad de reconocer la verdad más profunda: el daño que nos  infringimos nosotros mismos. El dolor del que se ha huido toda la vida construyendo una coraza que no ha hecho más que transformar este dolor en agua estancada desde la que nos hemos dañado y hemos dañado… Esa soledad, que no es más que soledad de amor, de aprecio real es el daño que se impone Isak que no es más que el daño que recibió de su madre – y su padre -, daño que se prolonga en su hijo Evald: ese daño que no es más que vivir 

LA SOLEDAD COMO AUSENCIA DE AMOR.
Tras pasar el jubileo se observa poco a poco un Isak más tierno de verdad, en detalles muy sencillos: el deseo de que le escriban los tres jóvenes que le han acompañado (que le dedican vivas muestras de afecto en Lund), el deseo que su ama de llaves le tutee, de que ambos puedan tutearse, el deseo de hablar con Evald, de excusarle de una deuda económica que tiene con él, la satisfacción al oír de boca de su hijo que seguirá con Marianne y el hijo porque la ama demasiado como para perderla, y ese reconocimiento de aprecio sincero entre Isak y Marianne en una de las escenas más tiernas y cariñosas de la película.
LA ESCENA FINAL ENTRE MARIANNE E ISAK
Y finalmente, ya sólo en su cama, una escena bellísima en la que Sara, su primer amor – en una clara representación del arquetipo del ánima guiándole – le ayuda a “encontrar” a sus padres – ya que él no los encuentra – en un bello lugar desde el que ambos le saludan con la mano, finalizando la película con el rostro tranquilo de Isak, el rostro de haber encontrado finalmente el lugar de sus padres, el de su vida y el suyo propio.


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