El pasado 7 de enero se cumplieron treinta años del fallecimiento del poeta Jaime Gil de Biedma, uno de los miembros de la generación poética de los cincuenta que mayor influencia ha ejercido en la poesía española posterior, a pesar de contar con una obra poética muy breve. Como recordaba recientemente Javier Rodríguez Marcos, Gil de Biedma (1929-1990) culminó la tarea de introducir en la poesía española los modos narrativos y meditativos de la poesía anglosajona, que había iniciado Luis Cernuda, uno de sus maestros.
Klaus Dirscherl ("Poesía bajo Franco: Jaime Gil de Biedma entre compromiso y juego intertextual", en AIH. Actas X, 1989) señala que en su colección Compañeros de viaje (1959) -cuyo título procede de la expresión acuñada por Lenin para designar a los burgueses que apoyaban la Revolución- Jaime Gil de Biedma -compañero de viaje a pesar de no haber sido admitido en el Partido Comunista por su condición de homosexual- se muestra todavía próximo a la poesía social, si bien no comparte la confianza de algunos de sus compañeros de generación en cambiar la realidad por medio de la poesía, mientras que en Moralidades se aparta aún más de la poesía comprometida, aunque no abandona sus críticas al régimen franquista ni su consternación por el estado del país.
Con Moralidades, publicado en México por problemas con la censura española, alcanza su madurez poética. Lo compuso, como observa Dirscherl, en un momento en que "el compañerismo solidario de los primeros años de posguerra se había disuelto" y se había perdido la esperanza de una pronta caída del régimen franquista. Esa transformación, que conlleva la pérdida de la ilusión, se muestra de manera evidente en el poema seleccionado, especialmente en el penúltimo verso: "Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos". El poema expresa, pues, la desilusión sobre la situación española en el presente del yo poético (años 60 del siglo XX: "Hoy no esperamos la revolución", v. 48), que recuerda con melancolía los años de posguerra, cuando España y Europa se asemejaban en la miseria y algunos españoles confiaban en que los cambios que había traído el fin de la Segunda Guerra Mundial propiciaran la desaparición del régimen franquista.
Para el poeta, explica Dirscherl, el punto culminante de "ansia y nostalgia hacia Europa" es la canción francesa, esa "rosa de lo sórdido" que, al contrario que la canción española, canta "lo no esperado" (v. 31), "la heroicidad canalla" (v. 33), "el estallido de las rebeldías" (v. 34) y despierta la nostalgia de rebelión y de transgresión entre los españoles aislados de Europa y sometidos a censura. Al mostrar su entusiasmo por la canción francesa, el poeta critica implícitamente la literatura "oficial" de España.
La referencia intertextual a "Les feuilles mortes", una canción que canta el fin de un amor, para Dirscherl, es, en realidad:
Klaus Dirscherl ("Poesía bajo Franco: Jaime Gil de Biedma entre compromiso y juego intertextual", en AIH. Actas X, 1989) señala que en su colección Compañeros de viaje (1959) -cuyo título procede de la expresión acuñada por Lenin para designar a los burgueses que apoyaban la Revolución- Jaime Gil de Biedma -compañero de viaje a pesar de no haber sido admitido en el Partido Comunista por su condición de homosexual- se muestra todavía próximo a la poesía social, si bien no comparte la confianza de algunos de sus compañeros de generación en cambiar la realidad por medio de la poesía, mientras que en Moralidades se aparta aún más de la poesía comprometida, aunque no abandona sus críticas al régimen franquista ni su consternación por el estado del país.
Con Moralidades, publicado en México por problemas con la censura española, alcanza su madurez poética. Lo compuso, como observa Dirscherl, en un momento en que "el compañerismo solidario de los primeros años de posguerra se había disuelto" y se había perdido la esperanza de una pronta caída del régimen franquista. Esa transformación, que conlleva la pérdida de la ilusión, se muestra de manera evidente en el poema seleccionado, especialmente en el penúltimo verso: "Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos". El poema expresa, pues, la desilusión sobre la situación española en el presente del yo poético (años 60 del siglo XX: "Hoy no esperamos la revolución", v. 48), que recuerda con melancolía los años de posguerra, cuando España y Europa se asemejaban en la miseria y algunos españoles confiaban en que los cambios que había traído el fin de la Segunda Guerra Mundial propiciaran la desaparición del régimen franquista.
Para el poeta, explica Dirscherl, el punto culminante de "ansia y nostalgia hacia Europa" es la canción francesa, esa "rosa de lo sórdido" que, al contrario que la canción española, canta "lo no esperado" (v. 31), "la heroicidad canalla" (v. 33), "el estallido de las rebeldías" (v. 34) y despierta la nostalgia de rebelión y de transgresión entre los españoles aislados de Europa y sometidos a censura. Al mostrar su entusiasmo por la canción francesa, el poeta critica implícitamente la literatura "oficial" de España.
La referencia intertextual a "Les feuilles mortes", una canción que canta el fin de un amor, para Dirscherl, es, en realidad:
una mise en abisme de la desilusión de Jaime Gil de Biedma que ha transformado la euforia española por la canción francesa en un canto nostálgico a la solidaridad de los 50. Así como el amante en la canción de Prévert se aflige por su amor perdido "sans faire de bruit" (v. 45), así se aflige Gil de Biedma por los "compañeros de viaje" de su juventud que ya no son solidarios.
Yves Montand y Edith Piaf, en la película Ètoile sans lumière (1946) |
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