Introducción
Guillaume Apollinaire, poeta genial para muchos, violentamente criticado por otros. ¿Quién fue ese hombre extraordinario que canta al amor con sensualidad y lirismo, amante de la libertad y de la vida, encendido cantor de la guerra, punta de lanza de la vanguardia poética y artística, y en ocasiones defensor de los valores tradicionales?
Wilhelm Apollinaris de Kostrowitzky nació en Roma el 26 de agosto de 1880, hijo de la unión pasajera de una aristócrata polaca y de un militar italiano (según otras versiones, su padre fue el entonces obispo de Mónaco, Monseñor Theuret). Posteriormente adquiriría la nacionalidad francesa, con el nombre de Guillaume Apollinaire.
Educado en Mónaco y en el sur de Francia, destacó muy pronto por sus conocimientos de poesía moderna y por su carácter inconformista y rebelde, lo que no le impedía obtener las mejores calificaciones en sus estudios. Lector infatigable, su carácter se vio marcado por la vida nómada que llevaba con su aventurera madre. En 1899 se instalaron en París. Durante un año (1901-1902) fue preceptor en Alemania, donde se enamoró de una joven colega inglesa, a la que después visitaría repetidas veces en Londres, y cuyo rechazo motivaría poemas como La canción del Mal Amado o Annie . Apollinaire conoce a Picasso y Max Jacob, y empieza a frecuentar los círculos literarios y artísticos de la bohemia de Montmartre. Para hacer frente a sus dificultades económicas escribe algunas novelas eróticas, como Las once mil vergas y Memorias de un joven Don Juan , que publica bajo seudónimo.
Poco a poco empieza a colaborar en sucesivas revistas y se inicia en la critica de arte. De sus largas y casi diarias entrevistas con Picasso, Salmón y Max Jacob surgiría todo el movimiento de la pintura moderna.
En 1911 es robada La Gioconda en el Museo del Louvre . Su amigo y antiguo secretario Géry Piéret, que había robado unas estatuillas en el museo, compromete indirectamente a Apollinaire, que es encarcelado como sospechoso de complicidad en los robos. Sus amigos organizan la protesta y es liberado al cabo de una semana. Esta breve estancia en prisión fue traumatizante para él, y dio lugar a algunos poemas angustiosos ( En la Santé ). Publica El bestiario o Cortejo de Orfeo . Se dedica, cada vez con mayor pasión, a la defensa de los nuevos pintores ( Los pintores cubistas , 1913).
Con varios amigos, funda Soirées de París , el órgano del arte y de la poesía de vanguardia. Publica Alcoholes , colección que contiene poemas escritos entre 1889 y 1913, y en los que suprime todos los signos de puntuación. En adelante, ya no puntuará más sus versos. De Alcoholes se ha dicho que es una de las obras capitales en la historia de la poesía moderna.
En 1914, a pesar de ser aún extranjero, se enroló voluntariamente en el ejército. Un breve y apasionado romance fue el origen de sus Poemas a Lou , escritos en un tono melancólico y sensual que, según André Billy, «sobrepasan en su desorden a la más voluptuosa poesía oriental».
En la guerra, Apollinaire sufrió una gran transformación. El bohemio parisino se convirtió en un hombre que cantaba al honor, al deber militar, al patriotismo. El chovinismo francés le ganó por entero. En 1916 fue herido gravemente en la cabeza. Por una extraordinaria coincidencia, el mismo día en que fue operado apareció su obra El poeta asesinado , cuya cubierta representaba a un caballero con el cráneo ensangrentado.
Su prestigio y su influencia alcanzaron el punto más alto. Colaboraba en las principales revistas de vanguardia. Soñaba con un humanismo fundado en el conocimiento del pasado y el pleno acuerdo entre la poesía y la ciencia. En esta última época publicó Vitam impenderé amori y Caligramas que, junto a Alcoholes , es su obra capital.
Debilitado por sus heridas y víctima de la gripe murió en París, el 9 de noviembre de 1918.
Cuando nos enfrentamos ante la vida y la obra de Apollinaire nos surge el interrogante de la contradicción, la contradicción flagrante que acompaña al poeta a lo largo de su vida. No se puede despachar a Apollinaire con un calificativo simplista. La comprensión de este poeta significa la comprensión de la esencia de la poesía. No creo que exista nadie capaz de dogmatizar al respecto.
La poesía, como una constante búsqueda de la Belleza (símbolo de la perfección y de los absolutos que anhelamos: «He creído tomar toda la belleza y sólo he tenido tu cuerpo / El cuerpo ay carece de eternidad»), se contradice con su función de dar cauce expresivo y creativo a la sensibilidad, al mundo de las emociones y de los afectos, y al campo fantástico del inconsciente individual y colectivo. Considero a la fantasía como un ingrediente más de lo existente, pero no llego a conceder ese «estatuto de realidad» al idealismo espiritualista en que la poesía cae con demasiada frecuencia. No es éste el momento ni el lugar adecuado para desarrollar con precisión mis ideas al respecto; digamos simplemente que existe un difícil equilibrio entre «realidad sensible» y fantasía, entre realidad pluridimensional y símbolo, equilibrio que muy pocos poetas consiguen mantener. Apollinaire tampoco lo logra. Apollinaire es el espejo vivo de las contradicciones de la poesía y del arte, en general. Quien quiera entender algo al respecto necesita leer y reflexionar sobre el sentido de la vida y obra de este gran poeta.
Contradictorio Apollinaire. En sus Poemas a Lou refleja esa melancolía, esa frustración y ese anhelo de absolutos, ese Paraíso perdido que busca afanosamente. El idealismo y romanticismo más desatinados se alían con una magistral construcción formal de los poemas. Sus cantos al amor y a la libertad contrastan con su vida amorosa real, en la que convierte a la mujer objeto de lujo, angelical, símbolo de la belleza y de lo sublime en un ser inferior al que domina y, en ocasiones, tiraniza. Por último, el joven poeta anarquizante y bohemio se transforma en el cantor de la guerra, en el cantor del primer desastre mundial en la disputa por el reparto del botín colonial. El poeta, maravillado por la sangrienta epopeya («Canto a la belleza de todos nuestros dolores»), influenciado por la propaganda patriótica, se inflama de chovinismo y se convierte en brillante defensor de valores tradicionales.
Apollinaire, uno de los poetas más contradictorios en la esencial contradicción de la poesía. Punta de lanza innovadora del movimiento artístico de principios de siglo. Orientador y defensor de los nuevos valores y tendencias («Jamás los crepúsculos vencerán a la aurora»), precursor inmediato de ese movimiento fructífero que fue, y en cierto modo sigue siendo, el surrealismo, y que entronca, al margen del campo estrictamente poético, con numerosas ramas del arte y del pensamiento del siglo XX . Poeta polémico e inconformista que, junto a espectaculares audacias formales, es capaz de un extraordinario lirismo y de expresarse en un tono sencillo y emotivo. Poeta siempre en movimiento, en una constante metamorfosis personal. Poeta de la vitalidad, que canta a la libertad de expresión, a la pasión desnuda, al placer y al sexo liberado. El erotismo fue uno de los grandes resortes de su poesía.
Incapaz de utilizar el método de análisis, procedía siempre por intuición y se dejaba guiar por su gran imaginación poética, por su maravillosa capacidad para establecer relaciones entre ideas y cosas aparentemente dispares; aunque se basaba siempre en el simbolismo de la imagen y la riqueza de detalles; aunque amaba el misterio («El misterio en poesía es tan legítimo como la claridad»), las fábulas y los mitos, Apollinaire fue siempre un humanista que anduvo a tientas, y por diversos caminos, a la búsqueda de este Arte Único que le permitiera expresar sin dicotomías, sin dualismos, al hombre total. En el fondo, fue un artista que ansiaba integrar la inteligencia y la emoción en una misma expresión poética. Apollinaire, un hombre contradictorio en un mundo en crisis. Una obra fundamental en la historia de la poesía moderna.
José Manuel López
Alcoholes
Desde 1904, Apollinaire pensaba reunir en un pequeño libro titulado El viento del Rhin los poemas que había traído de su estancia en Alemania. En varias ocasiones fue anunciada su inminente aparición. En 1908, sin embargo, El brasero y Los esponsales habían revelado una estética nueva, a la que el poeta mismo dio el nombre de «Onirocrítica». Pronto, bajo la influencia de las teorías pictóricas y de los movimientos de vanguardia, se iría orientando hacia un «modernismo» cuyo papel irá creciendo en su poesía, sobre todo a partir de 1912.
Por otra parte, el encuentro con Marie Laurencin, en 1907, alejaba los recuerdos de su pasado y aportaba durante unos años un cierto equilibrio a su vida sentimental, antes de surgir los malentendidos que, sobre todo a partir de 1912, ensombrecieron sus relaciones.
Así, Apollinaire empezó a pensar en una selección más amplia que El viento del Rhin, y que cubriría el conjunto de su producción poética desde 1898 a 1912, seleccionada con un cuidadoso método. Así pues, eligió:
1.— Poemas antiguos, de los que fueron eliminados los menos originales y los menos aceptados, transformando otros para darles un aire nuevo.
2.— Rompiendo la estructura preparada para El viento del Rhin y agrupando nueve bajo el título de Renanas.
3.— Introduciendo los poemas titulados En la Santé, recuerdo de su paso por la prisión.
Renunciando entonces a una clasificación cronológica o temática, adopta una disposición más flexible, comenzando por el poema más reciente, que es a la vez una vuelta al pasado y un manifiesto poético, y equilibrando después piezas de forma y de inspiración diferentes.
En el verano de 1912, la organización general del libro, que aún no se llamaba Alcoholes sino Aguardiente, estaba acabada. Por fin, en abril de 1913, en las ediciones del Mercure de France aparece la edición especial de Alcoholes. La crítica se muestra al principio severa y sorprendida. Lo más notable es la unidad de estos poemas escritos desde los 18 a los 32 años por un poeta que participó en las estéticas más diversas. Lejos del «milagro ingenuo» del que hablaba André Gide, Alcoholes es, como toda obra de arte, el fruto de una larga maduración.
Zona
Al fin estás cansado de este mundo viejo
Pastora oh torre Eiffel el rebaño de los puentes bala esta mañana
Estás harto de vivir en la antigüedad griega y romana
Aquí hasta los automóviles parecen antiguos
Sólo la religión ha quedado nueva la religión
Ha quedado simple como los hangares de Port Aviación
Sólo en Europa no eres antiguo oh cristianismo
El europeo más moderno eres tú Papa Pío X
Y a ti a quien las ventanas espían la vergüenza te impide
Entrar en una iglesia y confesarte en ella esta mañana
Lees los prospectos los catálogos los afiches que cantan en alta voz
He aquí la poesía esta mañana y para la prosa están los periódicos
Hay entregas de dos céntimos llenas de aventuras policíacas
Retratos de hombres ilustres y mil diversos títulos
He visto esta mañana una bonita calle cuyo nombre he olvidado
Nueva y limpia como la claridad del Sol
Los directores los obreros y las bellas mecanógrafas
De lunes a sábado por la calle pasan cuatro veces al día
Por la mañana tres veces la sirena brama
Una campana rabiosa ladra a mediodía
Las inscripciones de los rótulos y muros
Los letreros los avisos como loros chillan
Me conmueve de esta calle industrial
Situada en París entre la calle Aumont-Thiéville y la Avenida de Ternes
He aquí la joven calle y aún no eres más que un niño
Tu madre no te viste más que de azul y blanco
Eres muy devoto y con el más antiguo de tus compañeros Rene Délize
Nada os gusta más que la pompa de la iglesia
Son las nueve el gas está bajo entero de azul salís del dormitorio a escondidas
Rezáis toda la noche en la capilla del colegio
Mientras que una eterna y adorable profundidad de amatista
Gira para siempre la flamante gloria de Cristo
Es el bello lirio que todos cultivamos
Es la eterna antorcha de cabellos rojizos
Es el hijo pálido y bermejo de la dolorosa madre
Es el árbol siempre frondoso de todas las oraciones
Es la doble potencia del honor y de la eternidad
Es la estrella de seis puntas
Es Dios que muere el viernes y resucita el domingo
Es el Cristo que sube al cielo mejor que los aviadores
Detenta el récord mundial de altura
Pupila Cristo del ojo
Sabe convertirse en la vigésima pupila de los siglos
Y convertido en pájaro este siglo asciende como Cristo
Los diablos en los abismos alzan la cabeza para mirarlo
Dicen que imita a Simón mago en Judea
Gritan si sabe volar que lo llamen volador [1]
Los ángeles revolotean alrededor del bello volador
Caro Enoch Elias Apolonio de Triana
Flotan en torno al primer aeroplano
A veces se apartan para dejar pasar a los que llevan la Santa Eucaristía
Estos sacerdotes que ascienden eternamente elevando la hostia
Sin posar las alas finalmente él se posa
Entonces el cielo se llena de millones de golondrinas
Raudos llegan los cuervos los halcones los búhos
De África llegan los ibis los flamencos los marabúes
El pájaro Rocho celebrado por los cuentistas y los poetas
Vuela llevando en sus garras el cráneo de Adán la primera cabeza
El águila desciende del horizonte lanzando un agudo grito
Y de América llega un pequeño colibrí
De la China provienen los pihis largos y suaves
Los cuales tienen una sola cola y vuelan en parejas
Y he aquí la paloma espíritu inmaculado
A quien escoltan el pájaro lira y el pavo real acelado
El fénix esa hoguera que a mí mismo me engendra
Y en un instante vela todo con su ardiente ceniza
Las sirenas dejando los peligrosos estrechos
Llegan las tres hermosamente
Y todos el águila el fénix los pihis de la China
Fraternizan con la voladora máquina
Ahora andas solo por París entre la multitud
Mugientes rebaños de autobuses circulan a tu lado
La angustia del amor te oprime la garganta
Como si no debieras ser amado nunca más
Si vivieras en los viejos tiempos entrarías en un monasterio
Te avergüenzas cuando te sorprendes con una oración en la boca
Te burlas de ti mismo y como el fuego del Infierno tu risa crepita
Las chispas de tu risa doran el fondo de tu vida
Es un cuadro colgado en un sombrío museo
Y a veces vas a mirarlo de cerca
Hoy vagas por París las mujeres están ensangrentadas
Era y no quiero recordarlo era en la decadencia de la belleza
Rodeada de fervientes llamas Nuestra Señora me ha mirado en Chartres
La sangre de vuestro Sagrado Corazón me ha inundado en Montmartre
Estoy enfermo al oír palabras felices
El amor que padezco es una enfermedad vergonzosa
Y la imagen que te posee te hace sobrevivir en el insomnio y en la angustia
Pasa siempre a tu lado esta imagen
Ahora estás a orillas del Mediterráneo
Bajo los limoneros en flor todo el año
Te paseas en barca con tus amigos
Uno es de Niza otro de Mentón y dos de la Turbie
Miramos temerosos los pulpos de las profundidades
Y entre las algas nadan los peces imágenes del Salvador
Te hallas en el jardín de una posada en las cercanías de Praga
Hay una rosa sobre la mesa te sientes feliz
Y en lugar de escribir observas tu cuento en prosa
La cetoína que duerme en el corazón de la rosa
Con espanto te ves dibujado en las ágatas de Saint-Vit
Estabas mortalmente triste el día que te viste
Te pareces a Lázaro trastornado por el día
Las agujas del reloj del barrio judío se mueven en sentido contrario
Y tú retrocedes también lentamente en tu vida
Subiendo al Hradchin y por la noche escuchando
Las canciones bohemias en las tabernas
Hete aquí en Marsella rodeada de sandías
Hete aquí en Coblenza en el hotel del Gigante
Hete aquí en Roma sentado bajo un níspero del Japón
Hete aquí en Amsterdam con una muchacha que encuentras bonita y que es fea
Debe casarse con un estudiante de Leyda
Se alquilan habitaciones en latín Cubícula locanda
Recuerdo pasé tres días allí y otros tanto en Gouda
Estás en París ante el juez de instrucción
Como un criminal te envía a prisión
Has hecho dolorosos y felices viajes
Antes de descubrir la mentira y la edad
Has sufrido de amor a los veinte y a los treinta años
He vivido como un loco y he perdido mi tiempo
No te atreves a mirarte las manos y a cada momento
Quisiera estallar en sollozos
Sobre ti sobre quien adoro sobre todo lo que te ha asustado
Miras con los ojos llenos de lágrimas a esos pobres emigrantes
Creen en Dios y suplican a las mujeres que amamanten a los niños
Llenan con su aroma el vestíbulo de la estación Saint Lazare
Tienen fe en su estrella como los reyes magos
Tienen fe en ganar dinero en Argentina
Y volar a su país después de haber hecho fortuna
Una familia lleva un edredón rojo como
Vosotros transportáis vuestro corazón
Ese edredón es tan irreal como nuestros sueños
Algunos de esos emigrantes se quedan aquí y se hospedan
En la calle des Roniers o en la calle Ecouffes en zahúrdas
Los he visto a menudo al atardecer tomar el fresco en las calles
Y se desplazan raramente como las piezas de ajedrez
Sobre todo hay judíos sus mujeres llevan pelucas
Permanecen sentadas exangües en las trastiendas
Estás de pie ante el mostrador de cinc de un bar mísero
Tomas un café de dos céntimos entre los desdichados
En un gran restaurante por la noche
Estas mujeres no son malas sin embargo tienen penas
Todas hasta la más fea ha hecho sufrir a su amante
Es la hija de un guardia municipal de Jersey
Sus manos que no había visto son duras y agrietadas
Siento una inmensa piedad por las costuras de su vientre
Ahora humillo a una pobre chica de horrible risa mi boca
Estás solo se acerca la mañana
Los lecheros hacen sonar sus bidones en las calles
La noche se aleja como una hermosa mestiza
Es Ferdine la falsa y Lea la comedida
Y bebes ese alcohol ardiente como tu vida
Tu vida que bebes como si fuera aguardiente
Caminas hacia Anteuil quieres ir a tu casa a pie
Dormir entre tus fetiches de Oceanía o de Guinea
Son Cristos de otra forma y de otra doctrina
Son Cristos inferiores de esperanzas sombrías
Adiós Adiós
Sol decapitado
El puente Mirabeau
Bajo el puente Mirabeau discurre el Sena
Y nuestros amores
¿Es preciso recordarlo?
La alegría llegaba siempre tras la pena
Llega la noche la hora suena
Los días pasan yo me quedo
Con las manos entrelazadas quedamos frente a frente
Mientras que bajo
El puente de nuestros brazos
Se cansa la onda de las eternas miradas
Llega la noche la hora suena
Los días pasan yo me quedo
El amor se va como esta agua corriente
El amor se va
Como la vida fluye lenta
Y como la Esperanza es violenta
Llega la noche la hora suena
Los días pasan yo me quedo
Pasan los días pasan las semanas
Y ni el tiempo pasado
Ni los amores vuelven
Bajo el puente Mirabeau duerme el Sena
Llega la noche la hora suena
Los días pasan yo me quedo
La canción del mal amado
a Paul Léautaud
Y cantando esta romanza
En milnovecientostres sin saber
Que mi amor al igual
Que el bello Fénix si muere una noche
Renace con el alba
Una noche de niebla en Londres
Un pillete que se parecía a mi amor
Vino a mi encuentro
Me miró de tal manera
Que bajé los ojos de vergüenza
Según el pillo que silbaba
Las manos en los bolsillos
Las calles eran el Mar Rojo
Nosotros representábamos
Él los hebreos yo el faraón
Caigan ondas de ladrillos
Si no fuiste bienamada
Soy el soberano de Egipto
Su amada su hermana-esposa
Si tú no eres el único amor
Al doblar una calle ardiente
Las fachadas en fuego
Llegas de la sangrienta niebla
Donde gemían las fachadas
Una mujer se le parecía
Era su mirada inhumana
La cicatriz en su cuello al desnudo
Salió ebria de una taberna
En el momento preciso advertí
La falsedad del amor
Cuando por fin regresó
A su patria el buen Ulises
Su viejo perro lo recordaba
Junto a un tapiz de alta urdimbre
Su mujer esperaba su regreso
El esposo de Sakuntala
Cansado de vencer se alegró
Cuando la vio de nuevo más pálida
De esperar y de amor mirada melancólica
Acariciando su gacel
He pensado en esos reyes dichosos
Cuando los amores falsos y aquélla
De quien aún estoy enamorado
Mezclando sus sombras infieles
Me hicieron tan desdichado
Que abran mis votos un cielo de olvido
Oh pesares que sois mi Infierno
Por su beso los reyes del mundo
Habrían muerto celebérrimos
Y sus sombras habrían vendido
He invernado en mi pasado
Vuelve el Sol de Pascua
Para calentar un corazón más helado
Que los cuarenta de Sebaste
Menos que mi vida martirizados
Mi bella nave oh memoria mía
No hemos navegado bastante
De la aurora a la noche triste
Adiós falso amor confundido
Con la mujer que se aleja
Con aquella que perdí
El año pasado en Alemania
Y que no volveré a ver
Vía Láctea oh hermana luminosa
De los ríos de Canaán
Y de amores desnudos
Seguiremos muertos flotantes
Tu camino hacia otras nebulosas
Recuerdo otro año
Era el alba de un día de abril
Canté bienamado gozo
Canté con voz viril el amor
En la época de amor del año
Vía Láctea
Vía Láctea oh hermana luminosa
De los ríos de Canaán
Y de amorosas desnudas
Seguiremos muertos flotantes
Tu camino hacia otras nebulosas
Los demonios del destino según
El canto del firmamento nos conducen
A sones vagos de violines
Hacen danzar nuestra raza humana
En el descenso a reculones
Destinos destinos secretos
Reyes presos por la locura
Y esas tiritantes estrellas
De hembras falsas en vuestras camas
En yermos que la historia abruma
Luitpold el anciano regente
Tutor de dos principados locos
Al pensar en ellos solloza
Cuando vacilan las luciérnagas
Moscas doradas de San Juan
Cerca de un castillo sin dueña
La barca de cantos sonoros
Surcaba un lago bajo el aliento
De auras vernales y medrosas
Cisne moribundo sirena
Un día el rey en el agua de plata
Se ahogó y con la boca abierta
Regresó a la orilla flotando
Para dormir su sueño inerte
Vuelto el rostro al cielo cambiante
Junio tu Sol ardiente lira
Quema mis doloridos dedos
Triste y armonioso delirio
Ando por mi bello París
Sin atreverme en él a sucumbir
Los domingos se vuelven eternos
Y los órganos de Barbarie
Se quejan en patios sombríos
Las flores en los balcones de París
Se inclinan como la torre de Pisa
Noches de París ebrias de ginebra
Llameantes de electricidad
Los tranvías con fuegos verdes
Cantan su locura de máquinas
A lo largo de los rieles
Los cafés inundados de humo
Gritan todo el amor de sus cíngaros
De sus sifones acatarrados
Y de sus mozos con pampanilla
Para ti para ti a quien tanto he amado
Yo que conozco cantos para las reinas
Tristes endechas de mis años
Himnos de esclavo a las murenas
La romanza del mal amado
Y cantos para las sirenas
Los cólquicos
El prado es venenoso pero bello en otoño
Pastando en él las vacas
Lentamente se envenenan
El cólquico color de ojeras y de lilas
Florece allí tus ojos son como una flor
Violáceos como tus ojeras y como este otoño
Y mi vida por tus ojos lentamente se envenena
Los niños de la escuela acuden ruidosos
Vistiendo sobrevestes y tocando la armónica
Cortan los cólquicos que se asemejan a madres
Hijas de sus hijas y tienen el color de tus párpados
Que baten como las flores baten en el viento demente
El guardián del rebaño canta muy dulcemente
Mientras que lentamente y mugiendo las vacas abandonan
Para siempre ese gran prado que marchita en otoño
Palacio
a Max Jacob
Al palacio de Rosemonde al fondo del sueño
Mis soñadores pensamientos descalzos van a la fiesta
Regalo del rey el palacio como un rey desnudo se eleva
De la azotada carne de rosa de la rosaleda
Al fondo del jardín llegan mis pensamientos
Que sonríen al canto de las ranas
Tienen celos de los cipreses grandes ruecas
Y el Sol espejo de las rosas ha sido roto
El estigma sangriento de las manos contra los cristales
Qué arquero mal herido del poniente lo atravesó
La resina que vuelve agrio el vino de Chipre
Mi boca en los ágapes de cordero la probó
Sentado sobre las rodillas del adúltero rey
En la flor de su edad y en sus treinta y un años
Madame Rosemonde mira toda misteriosa
Con sus pequeños ojos redondos parecidos a los de los hunos
Dama de mis sueños con el trasero de perla fina
A cuyo oriente no igualan ni perla ni trasero
A quién esperáis pues
A soñadas visiones camino hacia el Oriente
Mis más bellas vecinas
Toc toc entrad en la antesala cae el día
La lámpara en la sombra es una joya de oro
Colgad vuestras cabezas en la percha por las trenzas
El cielo casi nocturno brilla como alfileres
Entraron en el comedor la nariz husmeada
Había un olor a grasa y socarrina
Hubieron veinte sopas tres tenían olor de orina
Y el rey comió dos huevos escalfados en el caldo
Y los marmitones trajeron la carne
Asados pensamientos muertos en mi cerebro
Mis bellos sueños muertos en tajadas bien sangrantes
Y mis recuerdos mezclados en albóndigas
Y estos pensamientos hacía miles de años
Tenían el sabor soso de grandes mamuts helados
Los huesos o visiones llegaban a las tumbas
Y bailaban su danza macabra en mi cerebro
Y todos estos manjares gritaban cosas extravagantes
Pero ¡válgame Dios!
Vientre hambriento no tiene ojeras
Y los invitados comían a doble carrillo
¡Ah Dios! lo que han gritado esos lomos de cerdo
Esos grandes pasteles esos huevos grasientos
Lenguas de fuego donde estarán mis pascuas
Para mis pensamientos de siempre de todo lugar
La casa de los muertos [2]
a Maurice Raynal
Extendiéndose por los lados la casa de los muertos
Enmarcaba el cementerio como un claustro
En el interior de sus vitrinas
Igual a las tiendas de modas
En vez de sonreír de pie
Los maniquíes gesticulaban para la eternidad
Llegado a Munich al cabo de quince o veinte días
Había entrado por vez primera y casualmente
En ese cementerio casi desierto
Y castañeaba los dientes
Ante toda aquella burguesía
Expuesta y vestida lo mejor posible
Esperando la sepultura
De pronto
Rápido como mi memoria
Los ojos se volvieron a encender
De celda vítrea en celda vítrea
El cielo se pobló de un vivaz Apocalipsis
Y la Tierra llena hasta el Infinito
Como antes de Galileo
Se cubrió de mil inmóviles mitologías
Un ángel de diamante quebró todas las vitrinas
Y los muertos se me acercaron
Con aires del otro mundo
Pero sus rostros y actitudes
Pronto se hicieron menos fúnebres
El Cielo y la Tierra perdieron
Su aspecto fantasmagórico
Los muertos gozaban
Al ver sus difuntos cuerpos entre ellos y la luz
Reían de sus sombras y las observaban
Como si realmente
Se tratase de sus vidas pasadas
Entonces los nombré
Eran cuarenta y nueve hombres
Mujeres y niños
Que embellecían a ojos vista
Y ahora me miraban
Con tanta cordialidad
Hasta tanta ternura diría
Que tomándolos como amigos
De pronto
Los invitaba a dar un paseo
Lejos de las arcadas de su casa
Y todos cogidos del brazo
Tarareando aires militares
Sí habéis sido absueltos de todos vuestros pecados
Abandonamos el cementerio
Atravesando la ciudad
Nos encontrábamos a menudo
Con parientes y amigos que se unían
A la pequeña tropa de muertos recientes
Todos eran tan alegres
Tan encantadores y tan saludables de aspecto
Que sólo alguien muy listo hubiese podido
Distinguir los muertos de los vivos
Luego en el campo
Nos separamos
Dos jinetes se unieron a nosotros
Fueron agasajados
Cortaron leña de viburno
Y de saúco
Con los cuales hicieron pitos
Que distribuyeron a los niños
Más tarde en un baile campestre
Las parejas con las manos sobre los hombros
Bailaron al son agrio de las cítaras
No habían olvidado la danza
Aquellos muertos y aquellas muertas
Se bebía también
Y de vez en cuando una campana
Anunciaba que un nuevo tonel iba a ser abierto
Una muerta sentada sobre un banco
Cerca de una mata de agracejo
Dejaba que un estudiante
Arrodillado a sus pies
Le hablara de noviazgo
Te esperaré
Toda la vida
Contestaba la muerta
Niños
De este mundo o del otro
Cantaban esas rondas
De palabras absurdas y líricas
Que sin duda son los restos
De los más antiguos monumentos poéticos
De la humanidad
El estudiante puso una sortija
En el anular de la joven muerta
He aquí la prenda de mi amor
De nuestro noviazgo
Ni el tiempo ni la ausencia
Harán olvidar nuestras promesas
Y un día tendremos una linda boda
Habrá mirto
En nuestros vestidos y en nuestros cabellos
Un lindo sermón en la iglesia
Largos discursos después del banquete
Y música
Música
Nuestros hijos
Dijo la novia
Serán más hermosos más hermosos aún
¡Ay! la sortija estaba rota
Que si fueran de plata o de oro
De esmeralda o de diamante
Serán más radiantes más radiantes aún
Que los astros del firmamento
Que la luz de la aurora
Que tus miradas novio mío
Olerán mejor aún
¡Ay! la sortija estaba rota
Que las lilas que acaban de abrirse
Que el tomillo la rosa o la brizna
De lavanda o de romero
Los músicos se habían marchado
Continuamos el paseo
A orillas de un lago
Nos divertíamos haciendo rebotar
Piedras planas
Sobre el agua que mecía apenas
Barcas estaban amarradas
En una ensenada
Fueron desatadas
Después que fuera embarcada toda la tropa
Y algunos muertos remaban
Con tanto vigor como los vivos
En la proa de la embarcación que gobernaba
Un muerto hablaba con una joven mujer
Que llevaba un vestido amarillo
Y un corpiño negro
Con cintas azules y un sombrero gris
Adornado con una pequeña pluma desrizada
Te amo
Decía él
Como el pichón a la paloma
Como el insecto nocturno
Ama a la luz
Demasiado tarde
Contestaba la mujer viva
Reprime reprime ese amor prohibido
Soy casada
Ves la sortija que brilla
Mis manos tiemblan
Lloro y quisiera morir
Las barcas habían llegado
A un lugar donde los jinetes
Sabían que un eco contestaba desde la orilla
Se le interrogaba sin cesar
Hicieron preguntas tan extravagantes
Y respuestas tan acertadas
Que era para morirse de risa
Y el muerto decía a la mujer viva
Seríamos tan felices juntos
El agua se cerrará sobre nosotros
Pero lloras y tus manos tiemblan
Ninguno de nosotros volverá
Desembarcamos y se inició el regreso
Los enamorados se amaban
Y por parejas de hermosos labios
Caminaban a distancias desiguales
Los muertos habían elegido las mujeres vivas
Y los vivos
A las mujeres muertas
Un enebro a veces
Semejaba un fantasma
Los niños desgarraban el aire
Soplando con sus mejillas huecas
En los pitos de viburno
O de saúco
Mientras que los militares
Cantaban canciones tirolesas
Contestándose como suele hacerse
En las montañas
En la ciudad
Nuestro grupo fue disminuyendo poco a poco
Se decía
Hasta la vista
Hasta mañana
Hasta pronto
Muchos entraban a las cervecerías
Algunos nos abandonaron
Frente a una carnicería canina
Para comprar en ella la cena
Pronto quedé solo con mis muertos
Que marchaban en derechura
Al cementerio
Donde
Bajo las arcadas
Los conocí
Acostados
Inmóviles
Y bien vestidos
Esperando la sepultura detrás de las vitrinas
No sospechaban
Lo que había ocurrido
Pero los vivos conservaban de ello el recuerdo
Era una felicidad inesperada
Y tan cierta
Que no temían perderla
Vivían tan noblemente
Que los que la víspera aún
Los consideraban iguales
O hasta algo menos
Admiraban ahora
Su poder su riqueza y su genio
Porque no hay cosa que os eleve tanto
Como el haber amado a un muerto o a una muerta
Se vuelve uno tan puro que se llega
En los glaciares de la memoria
A confundirse con el recuerdo
Se fortalece uno para toda la vida
Y no se necesita a nadie
Clotilde
La anémona y la aquileña
Han crecido en el jardín
Donde duerme la melancolía
Entre el amor y el desdén
Están también nuestras sombras
Que la noche esparcirá
El Sol que las obscurece
Con ellas se marchará
Las deidades de aguas vivas
Dejan sueltos sus cabellos
Pasa es preciso que sigas
A esta hermosa sombra que deseas
Poema leído en la boda de André Salmón [3]
el 13 de julio de 1909
Al ver banderas esta mañana no me he dicho
He aquí las ricas vestimentas de los pobres
Ni el poder democrático quiere ocultarme su dolor
Ni la libertad enaltecida hace que se imiten ahora
Las hojas oh libertad vegetal oh única libertad terrestre
Ni las casas arden porque nos marchemos para no volver
Ni las manos agitadas trabajarán mañana para todos nosotros
Ni siquiera han ahorcado a quienes no sabían aprovechar la vida
Ni siquiera se renueva el mundo volviendo a tomar la Bastilla
Sé que sólo lo cambian quienes están fundados en la poesía
Se ha empavesado París porque mi amigo André Salmón allí se casa
No conocimos en una bodega maldita
En nuestra juventud
Fumando los dos y mal vestidos esperando el alba
Encariñados encariñados de las mismas palabras cuyo sentido habrá que cambiar
Engañados engañados pobres pequeños y no sabiendo reír aún
La mesa y dos vasos se convirtieron en un moribundo que nos lanzó la última mirada de Orfeo
Los vasos cayeron y se rompieron
Y aprendimos a reír
Entonces partimos peregrinos de la perdición
A través de las calles a través de las comarcas a través de la razón
Le volví a ver a orillas del río en que flotaba Ofelia
Que blanca flota aún entre los nenúfares
Él iba en medio de los lívidos Hamlets
Tocando con su flauta melodías de locura
Volví a verlo cerca de un mujic agonizante contando las beatitudes
Admirando la nieve que se asemeja a las mujeres desnudas
Volví a verle haciendo esto o aquello en honor de las mismas palabras
Que cambian el rostro de los niños y digo todo esto
Recuerdo y Porvenir porque mi amigo Salmón se casa
Alegrémonos no porque nuestra amistad haya sido un río que nos ha fertilizado
Terrenos ribereños cuya abundancia es el alimento que todos esperan
Ni porque nuestros vasos nos lanzan una vez más la mirada de Orfeo agonizante
Ni porque hayamos crecido tanto que podrían confundir nuestros ojos con las estrellas
Ni porque las banderas restallan en las ventanas de los ciudadanos que están contentos desde hace cien años de tener la vida y menudas cosas que defender
Ni porque fundados en poesía tenemos derechos sobre las palabras que forman y deshacen el Universo
Ni porque podemos llorar sin hacer el ridículo y porque sabemos reír
Ni porque fumamos y bebemos como en otros tiempos
Alegrémonos porque director del fuego y de los poetas
El amor que llena como la luz
Todo el sólido espacio entre las estrellas y los planetas
El amor quiere que hoy mi amigo Salmón se case
El viento nocturno
Ah las cimas de los pinos crujen y entrechocan
Y se escucha el lamento del vendaval
Y en el cercano río con voces victoriosas
Los elfos tocan trompas de ráfagas o ríen
Atís Atís Atís bello y desgalichado
En tu nombre que los elfos han burlado en la noche
Porque el viento gótico bate uno de tus pinos en la noche
El bosque huye a lo lejos como una armada antigua
Cuyas lanzas oh pino se agitan en la lucha
Las aldeas obscuras ahora meditan
Como las vírgenes los viejos y los poetas
Y no despertarán al paso de ningún viandante
Ni al caer el halcón sobre blancas palomas
El eremita
a Félix Fénéon
Un descalzo eremita cerca de un blanco cráneo
Gritó Os maldigo mártires y aflicciones
Múltiples tentaciones pese a mí me acarician
Tentaciones de Luna y de palabras vanas
Muchas estrellas huyen cuando digo mis oraciones
Oh jefe de difunta Oh viejo marfil Órbitas hoyos
De narices roídas Tengo hambre Mis gritos se vuelven roncos
He aquí para mi ayuno un pedazo de queso
Oh Señor flagelad las nubes del poniente
Que os tienden en el cielo tan lindas nalgas rosas
Anochece las flores del día ya se cierran
Y en la sombra las ratas embelesan el piso
Los hombres saben tantos juegos amor y morra
El amor juego de ombligo o juego de la gran oca
La morra juego del número tan falaz de los dedos
Señor haced Señor que un día me enamore
Espero a la que me tenderá sus menudos dedos
Cuántos signos blancos en las uñas las perezas
Mentiras sin embargo espero que levante
Sus manos amorosas ante mí la desconocida
Señor qué te he hecho Mira soy unicornio
Sin embargo a pesar de su miedo lascivo
Como un muñeco querido mi sexo es inocente
De anhelo solitario y erguido como un hito
Señor abrid la desnudez de Cristo
Con ropaje talar apagad los ardores
Tantos tañidos de horas se ahogan en los pozos
Cuando Isócranas caen gotas de agua de lluvia
Velé treinta noches bajo los laureles rosas
Sudasteis sangre Cristo en Getsemaní
Crucificado contesta Di que no Yo lo niego
He esperado mucho tiempo la hematidrosis
De rodillas he escuchado golpear los latidos
Del corazón la sangre corría siempre en sus arterias
Que son viejos corales o tal vez clavariáceos
Mi aorta era perdidamente avara
Una gota cayó Sudor y su calor
Luz La sangre tan roja Me reí de los réprobos
Y finalmente me di cuenta que mi nariz sangraba
A causa de los perfumes violentos de mis flores
Me burlé del viejo ángel que no vino
Volando a tenderme un bello cáliz
Reí del ala gris y arrojo mi Cilicio
Hecho de crin sedosa por crueles tejedores
Burlándome pardiez de vulvas de papisas
De santas sin pezones marcharé hacia las urbes
Y tal vez morir en ellas por mi virginidad
Entre manos pieles palabras y promesas
A pesar de los vientos azules me levanto
Como un rayo de Luna adorado por el mar
En vano he suplicado todos los santos alígeros
Ninguno ha consagrado mis dulces panes ácimos
Y ando huyo oh noche y Lilith vocifera
Y clama inútilmente y grandes ojos veo
Trágicamente abrirse oh Noche veo tus cielos
Estrellarse tranquilas de espléndidas píldoras
Un esqueleto de candorosa reina cuelga
De un hilo de un astro apenado y severo
Por la noche los bosques son negros y muere la esperanza verde
Cuando muere el día tras un brusco estertor
Y ando huyo oh día la emoción de la aurora
Cerró los ojos fijos y de viejos rubíes
De los búhos Y se abren miradas de corderos
Y de cerdas de tetas rosadas como lóbulos
Y cuervos explayados como tildes proyectan
Una sombra vana en los campos de centeno maduro
Cerca de los burgos donde las chozas son impuras
Porque en sus techos tienen clavados búhos muertos
Mis largos kilómetros mis tristezas plenarias
Esqueletos de dedos final de los abetos
Han perdido mi ruta y mis rosados sueños
He dormido he dormido en el suelo de los abetales
En fin oh noche atónita Oh fin de mis caminos
La ciudad apareció ante mí muy grave al son de las campanas
Y mi lujuria muere ahora que me acerco
En las calles bendije a todos con las dos manos
Oh ciudad me he burlado de tus palacios
Como trufas brotadas en azules calveros
Mis deseos se marchan en fila lentamente
Mi jaqueca piadosa se pone su capucha
Todas han venido a confesarme sus pecados
Oh Señor soy santo por designio de amantes
Zélotide y Lorie Louise y Diamante
Puedes saber oh tú el amedrentado
Eremita absuelve nuestras faltas que jamás son veniales
Oh tú puro y contrito a quien todas amamos
Comprende nuestros juegos y nuestros corazones
Y nuestros besos dulces como la espesa miel
Y absuelve las faltas púrpura como su sangre
De formarinas hadas poetisas desnudas
Ningún pobre deseo se refugia en mi pecho
Cuando en la noche veo parejas enlazadas
Sólo quiero que se cierren mis ojos
Agotada pareja en vergel palpitante
Lleno del estertor de rojos groselleros
Y de la santa saña de tantas pasiflores
El brasero (I)
a Paul-Napoleon Roinard
He arrojado en el noble fuego
Que llevo conmigo y venero
Manos vivas y hasta fuego
Ese pasado esas cabezas de muertos
Llama hago lo que tú quieres
El trocar de las estrellas
Que no es más que lo venidero
Se mezcla a los relinchos machos
De centauros en sus dehesas
Y de grandes clamores vegetales
Dónde están esas testas que poseía
Dónde está el Dios de mi juventud
El amor se ha vuelto malo
Que en el brasero renazcan las llamas
Mi alma bajo el sol se desnuda
En el llano han surgido llamas
Nuestros corazones penden de los limoneros
Las muertas testas que me aclaman
Y los astros que han sangrado
No son más que testas de mujeres
El río que con alfileres
Sobre la villa está prendido
Te fija a ella como un traje
Partiendo en el anfión sumiso
Soportas los tonos galanos
Que hacen ágiles a las piedras
Ardo en el brasero (II)
Ardo en el brasero adorablemente
Y las manos de los creyentes me vuelven a echar en él múltiple innumerablemente
Los miembros de los intercisos arden cerca de mí
Alejad del brasero las osamentas
Me basto para la eternidad para mantener el fuego de mis delicias
Y pájaros protegen con sus alas mi rostro y el Sol
Oh Memoria Cuántas razas degeneran
Desde los Tindáridas hasta las víboras ardientes de mi felicidad
Y las serpientes son sólo cuellos de cisnes
Que eran inmortales y no cantaban
He aquí mi nueva vida
Grandes barcos pasan y vuelven a pasar
Hundo mis manos una vez más en el Océano
He aquí el barco y mi vida renovada
Sus llamas son inmensas
No hay más nada en común entre yo
Y los que temen a las quemaduras
Descendiendo (III)
Descendiendo de las alturas donde la luz piensa
Jardines girando más alto que todos los cielos móviles
El porvenir disfrazado arde atravesando los cielos
Esperamos tu buen placer oh amiga mía
Apenas me atrevo a mirar la divina mascarada
Cuando la Desirade se azule en el horizonte
Más allá de nuestra atmósfera se eleva un teatro
Que el gusano Zamir construyó sin herramientas
Y el Sol volvió a iluminar las plazas
De una ciudad marina que apareció en una ladera
En el tejado descansaban cansadas palomas
Y el rebaño de esfinges vuelve a la esfingería
A pasos cortos Él oirá el canto del pastor toda la vida
Allá arriba el teatro está construido con fuego sólido
Como los astros de que se alimenta el vacío
Y he aquí el espectáculo
Y por siempre estoy sentado en un sillón
Mi cabeza mis rodillas mis codos vano pentáculo
La llama han brotado de mí como hojas
Actores inhumanos claras bestias nuevas
Dan órdenes a los hombres domesticados
Tierra
Oh desgarrada a quien los ríos han zurcido
Preferiría noche y día en las esfíngerías
Desear saber por qué finalmente en ellas fui devorado
Renanas (noche renana) (I)
Mi vaso está lleno de un vino tembloroso como una llama
Escuchad la canción lenta de un marinero
Que cuenta haber visto siete mujeres bajo la Luna
Peinar sus cabellos verdes y largos hasta sus pies
De pie cantad más alto bailad en raudo corro
Que no oiga más el canto de los marineros
Y acercarme todas las mozas rubias
De mirada inmóvil y recogidas trenzas
El Rin está borracho donde se reflejan viñas
Todo el oro nocturno y tiembla en sus aguas
La voz no cesa nunca de cantar
A esas hadas de cabellera verde que encantan el estío
Mi vaso se ha quebrado como una brusca risa
La sinagoga (II)
Ottomar Scholem y Abraham Loweren
Luciendo fieltros verdes la mañana del sábado
Van a la sinagoga a lo largo del Rin
Y las lomas donde las viñas enrojecen
Discuten y gritan cosas que uno apenas osa traducir
Bastardo concebido durante la menstruación o Que el diablo penetre en tu padre
El viejo Rin levanta su cara chorreante y se da vuelta para sonreír
Ottomar Scholem y Abraham Loweren están furiosos
Porque durante el sábado no se debe fumar
Mientras que los cristianos pasan con cigarros encendidos
Y porque Ottomar y Abraham aman ambos
A Lía de ojos de cordero y de vientre un poco saliente
Sin embargo después en la sinagoga el uno después del otro
Besarán la Tora quitándose sus hermosos sombreros
Entre las enramadas de la fiesta de las cabañas
Ottomar cantando sonreirá a Abraham
Cantarán en contrapunto sin ritmo y las voces graves de los hombres
Harán gemir a Leviatán en el fondo del Rin como una voz de otoño
Y en la sinagoga llena de sombreros se agitarán los lulabim
Hanoten nekamot bagoim tola’st baleumin
Ni siquiera me apiado de mí (III)
Ni siquiera me apiado de mí
Y no puedo expresar mi tortura de silencio
Todas las palabras que debía pronunciar se convirtieron en estrellas
Un íraco trata de elevarse hasta cada uno de mis ojos
Y portador de soles ardo en medio de dos nebulosas
Que he hecho a las bestias teologales de la inteligencia
Antaño los muertos volvieron para adorarme
Y esperaba el fin del mundo
Pero el mío llega silbando como un huracán
He tenido el valor (IV)
He tenido el valor de mirar hacia atrás
Los cadáveres de mis días
Marcan mi ruta y lloro
Unos se pudren en las iglesias italianas
O en pequeños bosques de limoneros
Que florecen y marchitan
Al mismo tiempo y en toda estación
Otros días han llorado antes de morir en las tabernas
Donde ardientes ramilletes giraban
En los ojos de una mulata que inventaba la poesía
Y las rosas de la electricidad se abren todavía
En el jardín de mi memoria
Otoño enfermo
Otoño enfermo y adornado
Mirarás cuando el huracán sople en las rosaledas
Cuando habrá nevado
En los vergeles
Pobre otoño
Mueres en blancura y en riquezas
De nieve y de frutos maduros
En el fondo del cielo
Gavilanes se ciernen
Sobre las ninfas sencillas de cabellos verdes y enanas
Que no han amado jamás
En los linderos lejanos
Los ciervos han bramado
Cómo amo oh estación cómo amo tus rumores
Los frutos caen sin ser recogidos
El viento y el bosque que llora
Todas las lágrimas en otoño hoja a hoja
Las hojas
Que pisamos
Un tren
Que huye
La vida
Fluye
Cuernos de caza
Nuestra historia es noble y trágica
Como la máscara de un tirano
Ningún drama azaroso o mágico
Ningún detalle indiferente
Vuelve nuestro amor patético
Y Thomas de Quincey tomando
El opio ponzoña dulce y casta
En su pobre Anne iba soñando
Pasemos pasemos ya que todo pasa
Volveré a menudo pienso
Los recuerdos son cuernos de caza
Cuyos sones se lleva el viento
Vendimiario [4]
Hombres del futuro me recordáis
Vivís en la época de los últimos reyes
Por turno morían silenciosos y tristes
Y tres veces valientes se hacían Trismegistos
Qué hermoso era París a fines de septiembre
Cada noche se convertía en una viña cuyos pámpanos
Extendían su luz por la urbe y allí arriba
Astros maduros picados por los pájaros ebrios
De mi gloria esperaban la vendimia del alba
Una noche paseando a lo largo de los muelles desiertos sombríos
Volviendo a Auteuil oí una voz
Que callaba y de vez en cuando enmudecía
A fin de que llegase también a orillas del Sena
La queja de otras voces límpidas y lejanas
Y escuchaba largo rato todos esos cantos y esos gritos
Que elevaba la canción de París en la noche
Tengo sed ciudad de Francia y de Europa y del Mundo
Venid todos manad en mi honda garganta
Y entonces vi a París ya ebrio en la viña
Vendimiaba la uva más dulce de la Tierra
Esos milagrosos granos que en las parras cantaron
Y Rennes contestó con Quimper y Vannes
Henos aquí oh París nuestras casas nuestros moradores
Esos racimos de nuestros sentidos que parió nuestro Sol
Se sacrifican para desalterarse muy ávida maravilla
Te traemos todos los cerebros los cementerios las murallas
Esas cunas llenas de gritos que no oirás
Y en las montañas o valles nuestros pensamientos oh ríos
Los oídos de las escuelas y nuestras manos juntas
De todos alargados nuestras manos los campanarios
Y te traemos también esa suave razón
Que el misterio asegura como una puerta la casa
Ese misterio cortés de la galantería
Ese misterio fatal fatal de otra vida
Doble razón más allá de la belleza
Y que ni Grecia ni Oriente han conocido
Doble razón de la Bretaña donde ola tras ola
El océano castra poco a poco el viejo continente
Y las ciudades del norte respondieron alegres
Oh París henos aquí bebidas vivientes
Las viriles ciudades donde charlan y cantan
Los metálicos santos de nuestras santas fábricas
Nuestras chimeneas engordan las nubes
Como lo hizo una vez el mecánico Ixión
Y nuestras infinitas manos
Manufacturas fábricas talleres y manos
Donde los obreros desnudos como nuestros dedos
Fabrican a destajo todo lo real
Te damos todo esto
Y Lyon respondió mientras que los ángeles de Fourviéres
Tejían un nuevo cielo con la seda de las plegarias
Calma tu sed París con las divinas palabras
Que mis labios el Ródano y el Sena murmuren
Siempre los mismos cultos de su muerte
Mira aquí los santos y haz llover la sangre
Dichosa lluvia oh gotas tibias oh dolor
Un niño mira las ventanas abrirse
Y ve racimos de testas para los ebrios pájaros
Las ciudades del Mediodía entonces contestaron
Noble París única razón viva
Que decides nuestro ánimo según tu destino
Y tú que te alejas Mediterráneo
Compartid nuestros cuerpos como se parten hostias
Esos muy grandes amores y su huérfana danza
Serán París el vino puro que tú quieres
Un continuo estertor llegaba de Sicilia
Que trocado en batir de alas significaba
Las uvas de nuestras viñas han sido vendimiadas
Y esos racimos de muertos cuyos granos alargados
Tienen el sabor de la sangre de la tierra y de la sal
Aquí están para calmar tu sed oh París bajo el cielo
Obscurecido de nubes famélicas
Que acaricia Ixión el creador oblicuo
Y donde en el mar nacen todos los cuervos de África.
Oh uvas y esos ojos húmedos Y en familia
El futuro y la vida en esos parrales se aburren
Pero dónde está la mirada clara de las sirenas
Engañó a los marinos que amaban esas aves
Ya no girará más en la roca de Escila
Donde cantaban las tres voces suaves y serenas
De pronto el estrecho había cambiado de cara
Rostros de la carne de la onda de todo
Lo que uno puede imaginarse
No sois más que máscaras sobre rostros enmascarados
Y sonreía joven nadador entre las orillas
Y los ahogados flotando sobre su nueva onda
Huían siguiéndoles las dolientes cantantes
Dijeron adiós a cima y arrecife
A sus pálidos esposos acostados en las azoteas
Y habiendo tomado vuelo hacia el ardiente Sol
Los siguieron hacia donde se hunden los astros
Cuando vino la noche llenos de ojos abiertos
Para vagar por donde silbó la hiedra este invierno
Escuché bruscamente tu voz fuerte
Oh Roma maldecí de una sola vez mis viejos pensamientos
Y el cielo y el amor guía el destino
Los vástagos brotados sobre el árbol de la cruz
Y hasta la flor de lis que muere en el Vaticano
Maceran en el vino que te ofrezco y que
Sabe a la sangre purísima de aquel que ya conoce
Otra libertad vegetal que es verdaderamente
Aunque tú no lo sepas la suprema virtud
Una corona de tirreino cayó sobre las lozas
Los jerarcas la pisan con sus sandalias
Oh esplendor democrático que palidece
Que llegue la noche real donde serán muertas las bestias
La loba con el cordero la paloma con el águila
Una multitud de reyes enemigos y crueles
Sedientos como tú en las viñas eternas
Surgirán de la tierra y vendrán por los aires
Para beber mi vino dos veces milenario
La Mosela y el Rin se unen en silencio
Es Europa que ruega día y noche en Coblenza
Y yo que vagaba por el muelle en Auteuil
Cuando las horas caían a veces como pámpanos
Cuando llegó el momento oí la plegaria
Que unía la pureza de los dos grandes ríos
Oh París tu vino es mejor que el
De nuestra orilla pero en el Norte las uvas se han dorado
Para esta sed terrible mis racimos
De vigorosos hombres sangran en el lagar
Beberás a largos tragos la sangre de Europa
Porque eres hermoso y el único que es noble
Porque es en ti que Dios tal vez devenir pueda
Y todos mis viñateros en esas bellas casas
Cuyas luces reflejan nuestras aguas nocturnas
En esas bellas casas tan blancas y tan negras
Sin saber que tú eres la realidad te loan
Pero nosotros manos líquidas unidas para el ruego
Llevamos hacia la sal nuestras ondas
Y entre nosotros la ciudad como entre unas tijeras
No refleja dormida ningún fuego en sus aguas
De donde algún lejano silbido a veces se eleva
Turbando en sus sueños a las muchachas de Coblenza
Ahora las ciudades contestaban por centenares
No distinguía más sus palabras lejanas
Y Tréves la antigua ciudad
A su voz juntaba la suya
La ciudad entera concentrada en ese vino
Que contenía los mares los animales las plantas
Las ciudades los destinos y los astros que cantan
Los hombres arrodillados en la linde del cielo
Y el dócil hierro nuestro buen compañero
El fuego que hay que amar como nos amamos a nosotros mismos
Los altivos difuntos que son uno en mi frente
El rayo que asemeja una idea naciente
Todos los nombres de seis en seis los números uno tras uno
Kilos de papel torcidos como llamas
Y aquellos que sabrán blanquear nuestras osamentas
Los versos inmortales que se aburren pacientes
Ejércitos en orden de batalla
Porque los crucifijos y mis caras lacustres
A orillas de los ojos de aquella que amo tanto
Las flores que se quejan lejos de nuestras bocas
Y todo lo que no sé expresar
Todo lo que no conoceré jamás
Todo eso todo eso trocado en ese vino puro
Del que París tenía sed
Me fue ofrecido entonces
Acciones bellos días los más horribles sueños
Vegetación Acoplamientos músicas infinitas
Movimientos Adoración dolor divino
Mundos que os parecéis y a nosotros os semejáis
Aunque os bebí no se apagó mi sed
Pero desde entonces conocí el sabor del Universo
Estoy ebrio por haber bebido todo el Universo
En mi muelle desde donde veía pasar la corriente y dormir los balandros
Escuchadme soy el gaznate de París
Y si así lo deseo beberé el Mundo de nuevo
Escuchad mis canciones de universal borrachera
Y la noche de septiembre terminaba lentamente
Los fuegos y los puentes morían en el Sena
Los astros se apagaban el día apenas nacía
Vitam impendere amori
Durante mucho tiempo, el conjunto Vitam impendere amori fue dificilísimo de encontrar, si no se podía recurrir a la rarísima edición original de sólo 215 ejemplares. Estas líricas estrofas, editadas en 1917 con voluptuosos dibujos de André Rouveyre, toman probablemente su título de la célebre divisa de Rousseau «Vitam impenderé vero».
Estos tiernos cuartetos, cuya melancolía y sentido de lo trágico está siempre implícito bajo la ligereza de las imágenes y del canto, están considerados entre los versos más puros de Apollinaire.
No has sorprendido mi secreto
No has sorprendido mi secreto
Ya avanza el cortejo
Pero nos queda la pena
De no poder entendernos
La rosa flota al filo del agua
Las máscaras han pasado por bandas
Tiembla en mí como una sonaja
Ese pesado secreto que tú mendigas
Oh mi juventud
Oh mi juventud abandonada
Como una guirnalda mustia
Ya se acerca la estación
Y los desdenes y la sospecha
El paisaje está hecho de telas
Fluye un falso río de sangre
Y bajo el árbol florido de estrellas
Sólo pasa ahora un clown
Un rayo frío empolva y juega
Con los decorados y con tu mejilla
Un disparo un grito
En la sombra un retrato ha sonreído
El cristal del cuadro está roto
Un aire indefinible
Duda entre sonido y pensamiento
Entre recuerdo y porvenir
Oh mi juventud abandonada
Como una guirnalda mustia
Ya se acerca la estación
Las penas y la razón
Ondas
Las ventanas
Del rojo al verde todo el amarillo muere
Cuando cantan los guacamayos en los bosques natales
Batida de pihis
Hay que hacer un poema sobre el pájaro con una sola ala
Lo enviaremos en mensaje telefónico
Traumatismo inmenso
Hace manar los ojos
He ahí una bonita chica entre las jóvenes turinesas
El pobre joven se sonaba en su corbata blanca
Levantarás la cortina
Y ahora ya está se abre la ventana
Arañas cuando las manos tejían la luz
Belleza palidez insondables violetas
Intentaremos en vano descansar
Se empezará a medianoche
Cuando se tiene el tiempo se tiene la libertad
Caracolas Lotte múltiples Soles y el Erizo de mar del ocaso
Un viejo par de botas amarillas ante la ventana
Torres
Las torres son las calles
Pozos
Los pozos son las plazas
Pozos
Árboles huecos que cobijan a las alcaparras vagabundas
Los Chabinos cantan melancólicos
A las Chabinas montaraces
Y la oca cuac cuac trompetea en el norte
Donde los cazadores de ratones
Raspan las peleterías
Centelleante diamante
Vancouver
Donde el tren blanco de nieve y de fuegos nocturnos huye del invierno
Oh París
Del rojo al verde el amarillo se muere París
Vancouver Hyères Maintenon New York y las Antillas
La ventana se abre como una naranja
El hermoso fruto de la luz
Las colinas
Por encima de París un día
Combatían dos grandes aviones
Uno era rojo y el otro negro
Mientras en el cenit brillaba
El eterno avión solar
El uno era mi juventud entera
Y el otro era el porvenir
Se combatían con rabia
Igual que contra Lucifer
El Arcángel de alas radiantes
Igual que el cálculo al problema
Igual que la noche al día
Así ataca lo que yo amo
Amor mío así el huracán
Desarraiga el árbol que grita
Pero mira qué dulzura en todas partes
París como una muchacha
Se despierta lánguidamente
Sacude su larga cabellera
Y canta su bella canción
Dónde cayó mi juventud
Ya ves que llamea el porvenir
Has de saber que hablo hoy
Para anunciar al mundo entero
Que al fin ha nacido el arte de predecir
Algunos hombres son colinas
Que se elevan sobre los hombres
Y ven a lo lejos el futuro
Mejor que si fuera el presente
Más claro que si fuera el pasado
Adorno de los tiempos y de las rutas
Pasa y dura sin detenerte
Dejemos vanamente silbar a las serpientes
Contra el viento del sur
Han muerto la onda y los psilos
Orden del tiempo si las máquinas
Se pusieran al fin a pensar
En playas de piedras preciosas
Olas de oro se romperían
Y la espuma sería madre
Más bajo que el hombre vuela el águila
Es aquél quien alegra los mares
Como disipa en los aires
El vértigo de la tristeza y la sombra
Donde el espíritu alcanza al sueño
Llegó ya el tiempo de la magia
Atentos que nos aporta
Millones de prodigios
Que no han dado ninguna fábula
Pues nadie los ha imaginado
Profundidades de la conciencia
Serás explorada mañana
Y quién sabe qué seres vivientes
Serán sacados de este abismo
Con universos completos
Ved levantarse profetas
Como a lo lejos colinas azules
Sabrán cosas precisas
Como creen saber los sabios
Y nos llevarán a todas partes
La gran fuerza es el deseo
Ven que bese tu frente
Oh ligera como una llama
De la que tienes todo el sufrimiento
Todo el ardor y todo el esplendor
Llega el tiempo se estudiará
Todo lo que es el sufrimiento
No se tratará de valor
Tampoco de renunciamiento
Ni de lo que podemos hacer
Se buscará en el hombre mismo
Mucho más de lo que se ha buscado
Se escrutará su voluntad
Y la fuerza que nacerá de ella
Sin máquina y sin instrumento
Los benéficos manes vagan
Con nosotros se compenetran
Y desde que están con nosotros
Nada termina nada empieza
Mira la sortija en tu dedo
Tiempo de desiertos de encrucijadas
Tiempo de plazas y de colinas
Hago aquí juegos de manos
Donde actúa un talismán
Muerto y más sutil que la vida
Al fin he podido apartarme
De toda cosa natural
Puedo morir pero no pecar
Lo que no se ha tocado nunca
Yo lo he tocado yo lo he palpado
Y he escrutado lo que nadie
Puede en nada imaginarse
Y he sopesado muchas veces
Incluso la vida imponderable
Ahora puedo morir sonriendo
A menudo he volado tan alto
Tan alto sobre las cosas
Las rarezas y los fantasmas
Y ya no puedo admirar más
A ese chico que imita el miedo
Adiós juventud jazmín del tiempo
He respirado tu fresco perfume
En Roma sobre los carros floridos
Llenos de guirnaldas y máscaras
Y de cascabeles de carnaval
Adiós juventud Navidad blanca
Cuando la vida era una estrella
Cuyo reflejo contemplaba
En el mar Mediterráneo
Más nacarado que los meteoros
Blando como un nido de arcángeles
O la guirnalda de las nubes
Y más brillante que los halos
Emanaciones y esplendores
Única dulzura armonías
Me detengo para mirar
En el césped incandescente
Una serpiente se arrastra soy yo
Soy la flauta que toco
Y el látigo que castiga a otros
Llega un tiempo de sufrimiento
Llega un tiempo de bondad
Adiós juventud llega el tiempo
En que se conocerá el futuro
Sin morir a causa de ello
Es el tiempo de la gracia ardiente
Sólo obrará la voluntad
Siete años de pruebas terribles
El hombre se hará divino
Más puro, más vivo, más sabio
Descubrirá otros mundos
El espíritu languidece como las flores
De las que nacen frutos sabrosos
Que vemos madurar
Sobre la colina soleada
Digo lo que es en verdad la vida
Sólo yo podía cantar así
Mis cantos caen como semillas
Callad todos los que cantáis
No mezcléis la cizaña al trigo
Un barco llegó hasta el puerto
Un gran navío empavesado
Pero en él sólo encontramos
A una mujer hermosa y roja
Allí yacía asesinada
En otro tiempo mendigaba
Sólo me dieron una llama
En la que ardí hasta los labios
Y no pude ni dar las gracias
Nada puede apagar la antorcha
Dónde estás oh amigo mío
Que tan bien entrabas en ti mismo
Que sólo ha quedado un abismo
Donde me he arrojado yo mismo
Hasta las profundidades obscuras
Y oigo regresar a mis pasos
Siguiendo senderos que nadie
Ha recorrido oigo mis pasos
De continuo andando allá lejos
Lentos o raudos van o vienen
Invierno que cuidas tu barba
Nieva y yo soy desgraciado
He atravesado el cielo espléndido
Donde la vida es una música
El suelo blanco me deslumbra
Acostumbraos como yo
A los prodigios que anticipo
A la bondad que reinará
Al sufrimiento que soporto
Y conoceréis el futuro
Es de sufrimiento y bondad
Que será hecha la belleza
Más perfecta que aquella
Que venía de la armonía
Está nevando y ardo y tiemblo
Ahora estoy en mi mesa
Escribo lo que he sentido
Y lo que he cantado allá arriba
Un árbol esbelto que balancea
El viento con la cabellera volando
Un sombrero de copa se halla sobre
Una mesa cargada de frutos
Los guantes muertos junto a una manzana
Una dama se tuerce el cuello
Ante un señor que está tragándose
El baile gira al fondo del tiempo
Maté al director de orquesta
Y pelo para mis amigos
La naranja que sabe a
Maravillosos fuegos artificiales
Han muerto todos el maître del hotel
Les sirve un champaña irreal
Que espumea como un caracol
O como el cerebro de un poeta
Mientras cantaba a una rosa
El esclavo blande una espada desnuda
Semejante a las fuentes y a los ríos
Y cada vez que baja el arma
Un Universo es destripado
De donde salen mundos nuevos
El chofer está al volante
Y cada vez que en la carretera
Pita al dar la curva
Parece en la lejanía
Un Universo todavía virgen
Y el tercer nombre es la señora
Sube en el ascensor
Y sube sube siempre
Y la luz se difunde
Y esas claridades la transfiguran
Pero éstos son los pequeños secretos
Hay otros más profundos
Que pronto serán desvelados
Y harán de vosotros cien pedazos
De un pensamiento siempre único
Llora llora y volvamos a llorar
Y bajo una Luna llena
O bajo un cuarto creciente
Ah llora llora y volvamos a llorar
Hemos reído tanto al Sol
Brazos de oro soportan la vida
Penetrad en el dorado secreto
Todo es una efímera llama
Que hace florecer la adorable rosa
De donde sube un exquisito perfume
Caligramas
Poemas de la paz y de la guerra (1913-1916)
A la memoria del más antiguo de mis camaradas,
Rene Dalize
muerto en el campo del honor
el 7 de mayo de 1917
En marzo de 1918 Apollinaire publicó sus famosos poemas gráficos —o Caligramas— que habían empezado a aparecer en 1914. Si en Alcoholes cantaba a su juventud, sus viajes, sus amores y sus rencores de amante despechado, en Caligramas su sensibilidad toma una tonalidad diferente.
Es un rompimiento y una apertura de horizontes nuevos. La mayor parte de los Caligramas está formada por poemas sobre la guerra. Otros, sobre todo sus poemas-conversaciones, datan de antes de la guerra. En cuanto a sus caligramas propiamente dichos, ideogramas líricos o poemas ideogramáticos, suscitaron grandes controversias. Se le ha reprochado de simple imitación de antiguos poemas que se remontan hasta el siglo VI antes de Cristo. Sin embargo, sus mismos detractores le reconocen verdaderas obras de arte en algunos de ellos. Desgraciadamente, algunos son difíciles de descifrar.
El músico de Saint-Merry
Al fin tengo derecho a saludar a seres que no conozco
Pasan ante mí y se aglomeran a lo lejos
Mientras que todo lo que de ellos veo me es desconocido
Y su esperanza no es menos fuerte que la mía
No canto a este Mundo ni a los demás astros
Canto todas las posibilidades de mí mismo fuera de este Mundo y de los astros
Canto la alegría de vagar y el placer de morir errante
El 21 del mes de mayo de 1913
Barquero de los muertos
Millones de moscas aventaban un esplendor
Cuando un hombre sin ojos sin nariz y sin orejas
Dejó el bulevar Sebastopol y entró en la calle Aubry-le-Boucher
El hombre era joven y moreno con las mejillas color de fresa
¡Hombre! Ah Ariadna
Tocaba la flauta y la música dirigía sus pasos
Se detuvo en la esquina de la calle Saint-Martin
Tocando la tonada que yo canto y que yo he inventado
Las mujeres que pasaban se detenían a su lado
Venían de todas partes
Cuando de pronto las campanas de Saint-Merry se pusieron a sonar
El músico dejó de tocar y bebió en la fuente
Que se halla en la esquina de la calle Simon-le-Franc
El desconocido volvió a tocar la flauta
Y volviendo sobre sus pasos caminó hasta la calle de la Verrerie
Donde entró seguido por el tropel de mujeres
Que salían de las casas
Llegaban de las calles laterales con los ojos idos
Con las manos tendidas hacia el melodioso raptor
Él se iba indiferente tocando su tonada
Se iba terriblemente
Luego en otra parte
A qué hora saldrá un tren hacia París
En ese momento
Los palomos de las Molucas ensuciaban algunas nueces moscadas
Al mismo tiempo
Misión católica de Bôma que has hecho del escultor
En otra parte
Ella atraviesa un puente que une a Bonn con Beuel y desaparece a través de Putzchen
Al mismo tiempo
Una joven enamorada del alcalde
En otro barrio
Rivaliza pues poeta con las etiquetas de los perfumistas
En suma oh reidores no habéis sacado gran cosa de los hombres
Apenas habéis extraído un poco de grasa de su miseria
Pero nosotros que morimos de vivir lejos uno de otro
Tendemos nuestros brazos y sobre esos rieles rueda un largo tren de mercancías
Y mientras el mundo vivía y cambiaba
El cortejo de mujeres largo como un día sin pan
Seguía en la calle de la Verrerie al feliz músico
Cortejos oh cortejos
Como antaño cuando el rey se iba a Vincennes
Cuando los embajadores llegaban a París
Cuando el delgado Suger se apresuraba hacia el Sena
Cuando el motín moría alrededor de Saint-Merry
Cortejos oh cortejos
Las mujeres desbordaban unas a otras tan grande era su número
Por todas las calles cercanas
Y se apresuraban rectas como una bala
Para seguir al músico
¡Ah! Ariadna y tú Pâquette y tú Amine
Y tú Mia y tú Simone y tú Mavise
Y tú Colette y tú la bella Geneviève
Han pasado temblorosas y vanas
Y sus pasos ligeros y apresurados seguían la cadencia
De la música pastoral que guiaba
Sus ávidas orejas
El desconocido se detuvo un momento ante una casa en venta
Casa abandonada
Con los cristales rotos
Es un edificio del siglo XVI
El patio sirve de aparcadero a coches de reparto
Allí entró el músico
Su música al alejarse se volvía lánguida
Las mujeres lo siguieron hasta la casa abandonada
Y allí todas entraron atropelladamente
Todas todas entraron sin volver la cabeza
Sin echar de menos lo que habían dejado
Lo que habían abandonado
Sin acordarse del día la vida y la memoria
Pronto no quedó nadie en la calle de la Verrerie
Excepto yo y un sacerdote de Saint-Merry
Ambos entramos en la vieja casa
Pero no encontramos allí a nadie
Cae la tarde
El ángelus suena en Saint-Merry
Cortejos oh cortejos
Es como antaño cuando el rey regresaba de Vincennes
Vino un tropel de gorreros
Llegaron vendedores de plátanos
Llegaron soldados de la guardia republicana
Oh noche
Rebaño de lánguidas miradas de mujeres
Oh noche
Tú mi dolor y mi espera vana
Oigo morir el son de una flauta lejana
Corazón y espejo
Estandartes
Llueve
Sombra
Aquí estás de nuevo cerca de mí
Recuerdos de mis compañeros muertos en la guerra
La oliva del tiempo
Recuerdos que formáis uno sólo
Como cien pieles forman una sola capa
Como esos centenares de heridas sólo hacen un artículo de periódico
Apariencia impalpable y sombría que habéis tomado
La forma cambiante de mi sombra
Un indio al acecho por toda la eternidad
Sombra te arrastras cerca de mí
Pero ya no me oyes
Ya no conocerás los poemas sublimes que canto
Mientras que yo os digo y os veo todavía
Destinos
Sombra múltiple que el Sol te guarde
Tú que amas lo suficiente para no dejarme nunca
Y que bailas al Sol sin levantar polvo
Sombra tinta del Sol
Escritura de mi luz
Arcón de penas
Un dios que se humilla
Cofre de armones
Siempre
a la señora Faure-Favier
Siempre
Iremos más lejos sin avanzar jamás
Y de planeta en planeta
De nebulosa en nebulosa
El don Juan de mil tres cometas
Incluso sin moverse de la Tierra
Busca las nuevas fuerzas
Y toma en serio a los fantasmas
Y se olvidan tantos universos
Cuáles son los grandes olvidadizos
Quién sabrá pues hacernos olvidar esta o aquella parte del Mundo
Dónde está el Cristóbal Colón a quien se deberá el olvido de un continente
Perder
Pero perder verdaderamente
Para dejar sitio al hallazgo
Perder
La vida para encontrar la victoria
Fiesta
a André Ruveyre
Fuego artificial del acero
Qué deliciosa esta iluminación
Artificio de artificiero
Mezclar un poco de gracia al valor
Dos cohetes
Estallidos rosados
Como dos senos que se desnudan
Muestran sus puntas insolentemente
Supo amar
Qué epitafio
Un poeta en el bosque
Mira con indiferencia
Su revólver con seguro
Rosas morir de esperanza
Sueña con las rosas de Saadi
Y de repente su cabeza se inclina
Pues una rosa le repite
La blanda curva de una cadera
El aire está lleno de un terrible alcohol
Filtrado de estrellas semicerradas
Los obuses acarician el suave
Perfume nocturno donde reposas
Mortificación de las rosas
Fogonazos
Los fuegos del vivac
Los inquietos fuegos del vivac
Iluminan formas de sueño
Y el sueño entrelazado
En las ramas lentamente se eleva
Aquí están los desdenes de la pena
Desollada como un madroño
El recuerdo y el secreto
De los que sólo quedan brasas
Océano de tierra
a G. de Chirico
He construido una casa en medio del océano
Sus ventanas son los ríos que fluyen de mis ojos
Los pulpos pululan todo alrededor de las murallas
Oíd el latido de su triple corazón y su pico golpear los cristales
Casa húmeda
Casa ardiente
Estación rápida
Estación cantarina
Los aviones ponen huevos
Atención se va a echar el ancla
Atención al ancla que se echa
Sería bueno que bajaseis del cielo
La madreselva del cielo trepa
Los pulpos terrestres palpitan
Y después somos y seguimos siendo nuestros propios sepultureros
Pálidos pulpos de las olas gredosas oh pulpos de pálidos picos
Alrededor de la casa está ese océano que conoces
Y que no descansa nunca
Los dichos de amor a Linda
Apollinaire había encontrado a comienzos de 1900 a un joven con quien pronto hizo amistad, Fernand Molina da Silva, cuyo padre era profesor de danza. En su casa, se enamoró pronto de su hermana Linda, una graciosa joven de dieciséis años. A ella, que no le correspondió, dedicó sus Dichos de amor.
Linda
Tu nombre muy pagano, un poco pretencioso,
Porque es el tuyo es delicioso;
Quiere decir «bonita» en español, y como
Lo eres, se dice la verdad cada vez que se te nombra.
Este nombre suena melancólico en alemán,
En las brisas de abril, suena dulcemente
Es el tilo lírico, un árbol de leyenda
De donde, cada noche, duendes locos salen en banda
Finalmente, este raro nombre que dice tu belleza
Fue también el nombre de una ciudad antigua
Que florecía entre las más bellas rosas
En Rodas, la isla donde se arrullan las palomas
La sombra de la muy dulce está evocada aquí
Indolente, y tocando un son doliente:
Nocturno o la menor que hace desmayar su alma
De la sombra donde sus largos dedos dan muerte a una escala
Al piano que gime como una mujer desgraciada
Ciudad casi muerta
Ciudad casi muerta, oh ciudad
Que languidece bajo el Sol del verano,
Tú cuyo pútrido nombre asombra,
Tú simbolizas la muy Buena,
La muy Dulce, sin vanidad
A quien no ha comprendido nunca nadie,
La siempre Bella que se calla,
La Adorable que corono,
La muy Sombría dolientemente
Como una ciudad sombría y suave,
Entera Morena, nunca derecha
Siempre exquisitamente inclinada
He visto sus labios de anémona
Pero no el corazón de la muy Buena.
Nunca he visto Carcassonne.
La ignorancia
Ícaro
Sol, soy joven y te lo debo a ti
He arrojado mi sombra para estar más fausto
Perdón, yo no doy más sombra que una estrella
Soy el único que piensa en la inmensidad.
Mi padre me enseñó los caminos del laberinto
Y la ciencia de la Tierra y después murió
Y desde entonces he escrutado mucho el viejo temor
Del cielo móvil y me he alimentado de hierbas crudas.
Los oráculos, es verdad, desaprobaban mi celo
Pero, todo hay que decirlo, ningún dios ha intervenido
Y piadosamente me he esforzado en terminar las alas
Que un poco de cera fijan a mis desnudos hombros.
Y he tomado impulso hacia tu espléndida cara
Los horizontes terrestres se han expuesto
De los desiertos de Libia a los pantanos meótidos
Y de las fuentes del Nilo a las brumas de Thule.
Sol, vengo a acariciar tu espléndida cara
Y quiero mirar tu llama única, ciegamente,
Ícaro es celeste y más divino que Alcides
Y su brasero será tu deslumbramiento.
Un pastor
Veo un dios oblongo flotar bajo el Sol,
Ojalá se vaya el primer dios visible
Y si fuese un dios moribundo esta maravilla
Roguemos porque caiga lejos de nuestro valle.
Ícaro
Para evitar la noche, tu madre incestuosa
Dios circulas y bueno floto entre las nubes
Lejos de la Tierra donde viene, estelar y suntuosa,
La noche esta desconocida entre los desconocidos.
Y viviré por tu calor y de esperanza.
Pero, tu amor, Sol, quema divinamente
Mi cuerpo que hacer divino quiso mi ignorancia
¡Y cielo! ¡Humanos! giro deslumbrado.
Remeros
Un dios cae al mar, un dios desnudo, con las manos vacías
Con la cara de los ahogados irá hacia una isla
A pudrirse con la cara vuelta hacia el Sol espléndido.
Dos alas se mueven sobre el cielo de Ionia.
En el jardín de Ana [5]
Cierto si hubiésemos vivido en el año mil setecientos sesenta
Es la fecha que descifras Ana en este banco de piedra
Y si por desgracia yo hubiese sido alemán
Pero que felizmente hubiese estado cerca de ti
Habríamos hablado de amor de una forma imprecisa
Casi siempre en francés
Y perdidamente colgada de mi brazo
Me habrías escuchado hablarte de Pitágoras
Sin dejar de pensar también en el café que tomaríamos
Media hora más tarde.
Y el otoño habría sido parecido a este otoño
Que el agracejo y los pámpanos coronan
Y bruscamente a veces habría saludado con mucha reverencia
A nobles damas gordas y lánguidas
Lentamente hubiese bebido solo
En las largas veladas
El tokai espeso o la malvasía
Me habría puesto mi traje español
Para ir a la ruta por la cual
Llega en su vieja carroza
Mi abuela que se niega a comprender el alemán
Habría escrito versos llenos de mitología
Sobre tus senos la vida campestre y las damas
De los alrededores
Habría roto a menudo mi bastón
Sobre la espalda de un campesino
Me habría gustado oír música mientras comía
Jamón
Habría jurado en alemán, te lo juro
Cuando me sorprendieras besando en plena boca
A esta criada pelirroja
Me habrías perdonado en el bosque de los arándanos
Yo canturrearía un poco
Y luego habríamos escuchado largo rato los ruidos del crepúsculo.
Montparnasse
Oh puerta del hotel con sus dos plantas verdes
Verdes y que nunca
Florecerán
Dónde están mis frutos
En dónde me planté yo
Oh puerta del hotel un ángel hay ante ti
Repartiendo prospectos
Nunca tan bien se ha defendido a la virtud
Dadme para siempre un cuarto por semanas
Ángel barbudo eres en verdad
Un poeta lírico alemán
Que quiere conocer París
Conoces sus adoquines
Esas rayas sobre las cuales no se puede pisar
Y tú sueñas
Con pasar los domingos en Garches
El tiempo está pesado y tus cabellos largos
Oh pequeño poeta un poco tonto y demasiado rubio
Tus ojos se parecen tanto a esos dos grandes globos
Que flotan en el aire puro
A la aventura
Onirocrítica [6]
Las ascuas del ciclo estaban tan próximas que yo temía su ardor. Estaba a punto de quemarme. Pero yo tenía conciencia de las diferentes eternidades del hombre y de la mujer. Dos animales disparejos se acoplaban acodaban emparrados que soportaban el peso de racimos de lunas. De la garganta del mono salieron llamas que flordelisaron el Mundo. Entre los mirtos blanqueaba un armiño. Le preguntamos la razón del falso invierno. Me tragué atezados rebaños. Orkenise apareció en el horizonte. Nos dirigimos hacia esa ciudad, recordando con nostalgia los vallecitos donde los manzanos cantaban, silbaban y rugían. Pero el canto de los campos cultivados era maravilloso:
Por las puertas de OrkeniseLas ascuas del ciclo estaban tan próximas que yo temía su ardor. Estaba a punto de quemarme. Pero yo tenía conciencia de las diferentes eternidades del hombre y de la mujer. Dos animales disparejos se acoplaban acodaban emparrados que soportaban el peso de racimos de lunas. De la garganta del mono salieron llamas que flordelisaron el Mundo. Entre los mirtos blanqueaba un armiño. Le preguntamos la razón del falso invierno. Me tragué atezados rebaños. Orkenise apareció en el horizonte. Nos dirigimos hacia esa ciudad, recordando con nostalgia los vallecitos donde los manzanos cantaban, silbaban y rugían. Pero el canto de los campos cultivados era maravilloso:
Quiere entrar un carretero.
Por las puertas de Orkenise
Quiere salir un pordiosero.
Y los guardias de la villa
Corriendo tras el pordiosero:
«—¿Qué te llevas de la villa?»
«—Dejo allí mi corazón entero».
Y los guardias de la villa
Corriendo tras el carretero:
«—¿Qué traes a la villa?»
«—Mi corazón para casarme».
¡Hay muchos corazones en Orkenise!
Los guardias reían, reían,
La ruta es gris pordiosero,
El amor gris, carretero.
Los bellos guardas de la villa
Tejían diestramente.
Y las puertas de Orkenise
Se cerraron lentamente.
Pero yo tenía conciencia de las diferentes eternidades del hombre y de la mujer. El cielo amamantaba a sus gatos. Advertí entonces manchas carmesíes sobre mi mano. Hacia la mañana los piratas anclaron nueve naves en el puerto. Los monarcas se divertían. Y las mujeres no querían llorar ningún muerto; preferían a los viejos reyes, más vigorosos en el amor que los perros viejos. Un sacrificador deseó ser inmolado en lugar de la víctima. Le abrieron el vientre. Vi en él cuatro I , cuatro O, cuatro D. Nos sirvieron carne fresca y yo crecí súbitamente después de haber comido. Monos semejantes a sus árboles violaban antiguas tumbas. Llamé a uno de esos animales sobre el que brotaban hojas de laurel. Me trajo una cabeza hecha de una sola perla. La tomé en mis brazos y la interrogué después de haberla amenazado con arrojarla al mar si no me respondía. Esa perla era ignorante y el mar se la tragó.
Pero yo tenía conciencia de las diferentes eternidades del hombre y de la mujer. Dos animales disparejos se amaban. Sin embargo, sólo los reyes no morían de esa risa y veinte sastres ciegos vinieron con el fin de cortar y coser un velo destinado a cubrir la sardónica. Yo mismo les dirigía, a reculones. Por la tarde, los árboles emprendieron el vuelo, los monos se quedaron inmóviles y yo me vi centuplicado. El tropel que yo era se sentó al borde del mar. Grandes naves de oro pasaban por el horizonte. Y cuando se hizo completamente de noche, cien llamas vinieron a mi encuentro. Procreé cien hijos varones cuyas nodrizas fueron la Luna y la colina. Los niños amaron a los reyes sin huesos que eran agitados en los balcones. Llegado al borde de un río, lo tomé con ambas manos y lo blandí. Esta espada apagó mi sed. Y la fuente lánguida me advirtió que si yo detenía el Sol lo vería, en realidad cuadrado. Centuplicado, yo nadaba hacia un archipiélago. Cien marineros me acogieron y, después de llevarme a un palacio, me mataron noventa y nueve veces. Estallé de risa en ese momento y bailé mientras ellos lloraban. Bailaba a cuatro patas. Los marineros no osaban moverse porque yo tenía el aspecto pavoroso de un león.
A cuatro patas, a cuatro patas.
Mis brazos y mis piernas se parecían y mis ojos multiplicados me coronaban atentamente. Me volví a levantar después para bailar como las manos y las hojas.
Yo usaba guantes. Los isleños me llevaron a sus huertos para que cogiera frutos semejantes a mujeres. Y la isla, a la deriva, fue a colmar un golfo donde surgieron, seguido, de la arena árboles rojos. Un animal blando cubierto de plumas blancas cantaba inefablemente y todo un pueblo le admiraba sin cansarse. Volví a encontrar en el suelo la cabeza hecha de una sola perla que lloraba. Blandí el río y la multitud se dispersó. Algunos ancianos comían apio e, inmortales, no sufrían más que los muertos. Me sentí libre, libre como una flor en su estación. El Sol no era más libre que un fruto maduro. Un rebaño de árboles pacía estrellas invisibles y la aurora daba la mano a la tormenta. Entre los mirtos se sufría la influencia de la sombra. Todo un pueblo hacinado en un lagar sangraba cantando. Del licor que salía del lagar nacieron hombres. Blandían otros ríos que se entrechocaban con un ruido argentino. Las sombras salieron de los mirtos y se fueron a los jardincillos regados por un surtidor de ojos de hombres y de animales. El más bello de los hombres me cogió por la garganta, pero conseguí derribarle. De rodillas, me mostró sus dientes. Los toqué. Salieron sonidos que se transformaron en serpientes del color de las castañas y su lengua se llamaba Santa Fabeau. Desenterraron una raíz transparente y comieron de ella. Era tan gruesa como un nabo.
Y mi río en reposo los inundó sin ahogarlos.
El cielo estaba lleno de heces y de cebollas. Yo maldecía a los astros indignos cuya claridad manaba sobre la Tierra. Ninguna criatura viviente aparecía ya. Pero los cantos se elevaban por todas partes, visité ciudades vacías y chozas abandonadas. Recogí las coronas de todos los reyes e hice con ellas al ministro inmóvil del Mundo locuaz. Naves de oro, sin marineros, pasaban por el horizonte. Sombras gigantescas se perfilaban sobre las velas lejanas. Varios siglos me separaban de esas sombras. Me desesperaba. Pero yo tenía conciencia de las diferentes eternidades del hombre y de la mujer. Sombras disparejas ensombrecían con su amor escarlata los velámenes, mientras mis ojos se multiplicaban en los ríos, en las ciudades y en la nieve de las montañas.
Un mes antes de su muerte la definió como la enfermedad de moda. Poco podía sospechar Guillaume Apollinaire que la fulminante gripe española le arrancaría la vida el 9 de noviembre de 1918, a las seis de la tarde. Las versiones difieren en función del protagonismo del narrador. Jean Cocteau y Blaise Cendrars estuvieron junto al finado hasta el último suspiro, mientras en la calle los transeúntes proferían muertes a otro Guillermo, el recién abdicado emperador de Alemania.
Pablo Picasso Autorretrato tras conocer la noticia de la muerte de Apollinaire 1918 Lápiz sobre papel, 34 x 26,8 cm Colección particular © Colección particular. Reproducción fotográfica, Béatrice Hatala |
Tras saber la noticia Pablo Picasso se autorretrató como nunca antes lo había hecho, con una expresión de estupor bien consciente. Con el fallecimiento de Apollinaire terminaba su juventud gloriosa e iniciaba su etapa hacia los altares del arte del siglo XX. El adiós del poeta no tendría consecuencias para el mañana porque una legión de bardos parecía ansiosa por recoger el testigo y recorrer el camino no tanto desde el verso, sino desde la promoción personal para acaparar los focos. Breton, Soupault, Cocteau, Tzara y muchos otros estaban al acecho en la senda de convertir la palabra en imagen, de lucir la vanguardia en el sacrificio de la palabra. El entierro del gigante inauguraría los fastos de la promoción de uno mismo, de la que fue pionero con su estela iconoclasta.
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