viernes, 13 de marzo de 2020

Un testimonio de los horrores del estalinismo

El comunista Artur London relata en «La confesión» su detención y condena durante las purgas estalinistas en Checoslovaquia
Pedro García Cuartango
30/11/2018
Artur London y su esposa, Lise

Los crímenes del estalinismo son contabilizados hoy por los historiadores en una siniestra estadística que revela que millones de personas fueron asesinadas por participar en imaginarias conspiraciones inventadas por los órganos soviéticos de seguridad del Estado. Pero detrás de cada una de las víctimas, hay una historia de tragedia y sufrimiento.
Es el caso del militante checoslovaco Artur London, un hombre que había luchado como brigadista en España, que había formado parte del aparato clandestino del Partido Comunista francés durante la ocupación nazi y que había sido deportado a Mathausen. Promovido a viceministro de Exteriores en 1949 del Gobierno de Praga, London fue detenido dos años después y acusado de alta traición.
Tuvo que soportar 24 meses de torturas e interrogatorios inquisitoriales antes de ser juzgado en 1952 junto a 13 compañeros, todos ellos, miembros de la cúpula del Gobierno y del Partido Comunista checoslovaco, entre ellos, su secretario general Rudolf Slansky. La sentencia del tribunal condenó a 11 de los enjuiciados a pena de muerte. London tuvo la suerte de ser sentenciado a cadena perpetua. Slansky y otras figuras señeras del comunismo checo fueron ahorcados a los pocos días de acabar el proceso.

Exilio en Francia

Tras exiliarse a París después de ser rehabilitado en 1956, Artur London escribió La confesión, un libro estremecedor que fue llevado al cine en 1970 por Costa-Gavras. Pero nada mejor que leer el propio testimonio de London para entender cómo el estalinismo fabricó pruebas falsas y desacreditó a dirigentes que hasta el momento de su muerte siguieron defendiendo a Stalin y al partido que les había traicionado.
Según cuenta en su obra, London fue llevado a la prisión de Ruzyn, una cárcel cercana al aeropuerto de Praga. Allí fue torturado durante muchos meses ante su negativa a reconocer que había sido un espía de la Gestapo y que había pasado información al servicio secreto americano, acusaciones totalmente falsas. London fue confinado en una celda sin luz llena de humedad en la que dormía sobre un tablón, se le obligada a caminar hasta que caía extenuado y luego se le despertaba con un cubo de agua fría, era interrogado en sesiones que duraban más de 30 horas y le amenazaban con detener a su mujer y a sus tres hijos.
Durante casi un año London se resistió a confesar, pero su debilitada salud, las amenazas a su familia y las torturas vencieron su voluntad. Fue trasladado a una nueva prisión donde sus condiciones mejoraron gracias a que se plegó a firmar unos documentos que no sólo le incriminaban sino en los que además reconocía que había traicionado a su país desde que estuvo en España.
¿Por qué el régimen comunista checoslovaco decidió depurar a sus mejores y más leales dirigentes? London explica que todo el proceso fue una farsa teledirigida desde Moscú, que quería eliminar cualquier atisbo de oposición al estalinismo tras la defección de Tito. Los dirigentes nacionales como Gottwald eran títeres sin poder alguno.

Rehabilitación de los condenados

El juicio de Praga fue una réplica de los procesos de Moscú en los años 30 en los que fueron condenados a muerte líderes históricos como Kamenev, Zinoviev y Bujarin. Stalin se deshizo de todos sus potenciales rivales y sembró un estado de terror en la organización. Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, hizo lo mismo en países como Polonia, Hungría y Checoslovaquia.
La muerte de Stalin en 1953 y la eliminación de Beria provocó un importante cambio en la Unión Soviética, que culminó con el ascenso del poder de Kruschev. El nuevo secretario reveló los abusos de la etapa anterior y ordenó la liberación y rehabilitación de muchos de los condenados en esos procesos. Entre ellos, Artur London, que tenía un fuerte apoyo en el comunismo francés por razones familiares.
La confesión es un libro indispensable para quien quiera profundizar en los horrores del estalinismo, que logró no sólo que sus víctimas reconocieran delitos que no habían cometido sino que además se autoinmolaran ante el tribunal para vergüenza de sus familiares. Lise, la mujer de London, quiso pedir la baja en el partido, ya que llegó a creerse que su marido era un traidor a la causa.
London murió en París en 1986 y tuvo tiempo para escribir unas memorias sobre su experiencia en las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil española. En este trabajo, reivindica a muchos compañeros que estuvieron luchando en nuestro país y que luego fueron eliminados por Stalin. Él tuvo la suerte de sobrevivir y de contarlo.

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