A usted, estos versos, por la consoladora gracia
de sus ojos grandes donde se ríe y llora un dulce sueño;
a su alma pura y buena, a usted
estos versos desde el fondo de mi violenta miseria.
Y es que, ¡ay!, la horrible pesadilla que me visita
no me da tregua y, va, furiosa, loca, celosa,
multiplicándose como un cortejo de lobos
y se cuelga tras mi sino, que ensangrienta.
Oh, sufro, sufro espantosamente, de tal modo
que el primer gemido del hombre
arrojado del Edén es una égloga al lado del mío.
de sus ojos grandes donde se ríe y llora un dulce sueño;
a su alma pura y buena, a usted
estos versos desde el fondo de mi violenta miseria.
Y es que, ¡ay!, la horrible pesadilla que me visita
no me da tregua y, va, furiosa, loca, celosa,
multiplicándose como un cortejo de lobos
y se cuelga tras mi sino, que ensangrienta.
Oh, sufro, sufro espantosamente, de tal modo
que el primer gemido del hombre
arrojado del Edén es una égloga al lado del mío.
Y las penas que usted pueda tener son como
las golondrinas que un cielo al mediodía,
querida, en un bello día de septiembre tibio.
las golondrinas que un cielo al mediodía,
querida, en un bello día de septiembre tibio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario