junio 1st, 2013 ˑ
Entrevista de Federico Fellini es una película única en su especie. Supuso la redacción del testamento fílmico de uno de los directores más peculiares e innovadores que ha dado la historia del séptimo arte. Sin ser su última película (Fellini rodó tres años después la póstuma La voz de la luna) constituye la culminación de su obra cinematográfica intuyéndose, tras el visionado del film, que Fellini estaba convencido que su trayectoria estaba llegando a su fin y por ello puso a funcionar toda la maquinaria que poseía su imaginación para mostrar al mundo su inconfundible visión del cine y una pequeña reflexión sobre el triste futuro que auguraba a la vocación que tanto amó. Al genio de Rimini el cine le debe la traducción a su lenguaje de un género más propio de la literatura como es la autobiografía, que el cineasta se encargó de convertir en imágenes del momento presente en 8 y 1/2 y de los recuerdos de adolescencia en Amarcord. Con Entrevista Fellini da un paso más allá al trasladar al cine una especie de falso documental en el que se mezclan recuerdos autobiográficos con la vida (ficcionada) presente de Fellini que se encuentra presuntamente rodando una película en Cinecittá. El cineasta italiano recurre a este particular tejemaneje para conectar las dos profesiones que desempeñó a lo largo de su vida: la de director de cine y la de periodista.
Como en las películas más personales de Federico el argumento no es lo verdaderamente importante, sino que es un instrumento al servicio del autor para plasmar en imágenes su particular y en ocasiones grotesca visión del mundo. La historia comienza con la llegada a Cinecittá de un equipo de la televisión japonesa con el objetivo de concertar una entrevista con Federico Fellini que se haya rodando la adaptación al cine de la novela América de Kafka. Los periodistas japoneses conocerán a un Fellini extrovertido que desnuda su personalidad para que sea contemplada por los «lectores» de tan particular entrevista. El maestro se presenta como un veterano socarrón, sabio, algo cansado del frenético ritmo de vida al que nos arrastra la sociedad, introspectivo y perfeccionista.
Conoceremos a los miembros del equipo de Fellini, especialmente a su inseparable ayudante de dirección, y recorreremos en autobús los viejos estudios de la gran ciudad del cine que desprenden una aureola de añeja majestuosidad y un halo de decadencia manifestada en los amenazantes bloques de apartamentos que con inquietante voracidad parecen aguardar el cataclismo de la fábrica de sueños. Nuestro singular trovador echará la vista atrás con nostalgia para relatar su primera visita a Cinecittá como bisoño periodista de granos pajilleros, su confeso amor al espectáculo circense de habitantes paquidérmicos y su pasión por la música popular y la pantomima. Nos desvelará su prodigiosa técnica de localizar actores de caras grotescas y cuerpos Boterianos, su gusto por las mujeres bellas y decorados barrocos de andamios forjados en hierro y su miedo a la muerte del cine de autor por ósmosis del cine más comercial de los ochenta, metafóricamente evocada a través de una carga de extras disfrazados de indios al más puro estilo del salvaje oeste.
Fellini emite en Entrevista los últimos destellos de su particular universo que se encontraba en serio peligro de extinción enfrentado con un cine en el que ya no había cabida para Jeques en Blanco que intentaban seducir inocentes Stradas y desafortundadas Cabirias dueñas de Inútiles Almas sin conciencia. Los productores ya no contrataban a bailarines de claqué como Ginger y Fred y tampoco eran de su interés Casanovas de Dolce Vita cuyas Historias extraordinarias se habían perdido como lágrimas en la lluvia. El creador se desnuda y juega con el espectador a una partida de ajedrez donde la realidad tiene su espejo reflectante en la ficción siendo esta miscelánea de verdad y fábula un ejemplo incontestable de las obsesiones de Fellini para el que la irrealidad del cine no es más que un fiel reflejo del realismo vital (credo marcado a fuego en la mente de los grandes maestros del neorrealismo italiano).
Concluyo la reseña destacando dos escenas de esta maravillosa película que me cautivaron e hicieron viajar al fantástico mundo de los recuerdos. La primera es la del reencuentro de Marcello Mastroianni y Anita Ekberg (que se interpretan a sí mismos en la película) tras casi treinta años del rodaje de La Dolce Vita. Fellini coincide en Cinecittá con Marcello que aparece disfrazado de mago obligado por el rodaje de un patético anuncio publicitario. Ambos, acompañados de los miembros del equipo de Fellini y los periodistas japoneses, deciden visitar el chalet albergado en las afueras de Roma que habita Anita (cuya belleza ha mutado en gordura y naturalidad). En la pequeña mansión los protagonistas deciden volver a visionar la película que les unió, La Dolce Vita, contemplarán emocionados la famosa escena de la Fontana de Trevi adornada con la música de Nino Rota culminando la secuencia con unos emocionados aplausos de los testigos del acontecimiento.
La segunda escena es el final de la película. Tras culminar el rodaje de América de Kafka y asistir a la destrucción del decorado de su película, Federico se aisla en el interior de un colosal y decadente estudio semi abandonado y reflexiona sobre su incierto futuro dando a entender que posiblemente hayamos asistido a su última película. Las luces del plató se apagan del mismo modo que se extingue su universo. Pocos finales me han provocado una sensación de pesimismo y tristeza como el que ideó Fellini para su Entrevista. No obstante, el veterano cineasta dejó un hueco para la esperanza representada por el chasquido de una claqueta como símbolo de fe en el futuro.
Para disfrutar de esta inusual propuesta cinematográfica diseñada por Fellini, es recomendable haber visualizado la mayor parte de la filmografía de Fellini. Solo así podrán deleitarse con los guiños cinéfilos que elabora Fellini a lo largo del metraje. Porque Entrevista es Federico Fellini en vena y supondrá un maravilloso viaje desde la nostalgia al mundo de fantasía y personajes grotescos que habitaban el cosmos del director italiano. Una obra imprescindible con la que clavar la bandera de conquista de la cinematografía del artista italiano.
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