Javier García
Este domingo 24 cumple un siglo el poeta que estuvo en Chile con Allen Ginsberg y tradujo poemas de Nicanor Parra. El volumen Little Boy, presentado como una novela autobiográfica, recorre su infancia en Francia y EE.UU.
Su padre murió cuando él aún no nacía, y poco después de que Lawrence Ferlinghetti llegó al mundo, el 24 de marzo de 1919, su madre ingresó a un manicomio. El pequeño “Larry” fue llevado con una tía, que trabajaba para una familia millonaria de Nueva York.
“Desembarqué en Normandía/ en un bote a remos que se volcó./ Vi ejércitos educados/ en la playa de Dover”, escribió más tarde, cuando el joven alto y educado formó otro batallón en los años 50, llamado la generación Beat, junto a Allen Ginsberg, Jack Kerouac, William S. Burroughs, Gregory Corso y Neal Cassady.
“Allen fue probablemente el mejor amigo que tuve entre los beats”, dijo hace algunos años el último sobreviviente de aquella generación, quien hoy es una figura ilustre en San Francisco, EEUU.
En 1953 llegó a la ciudad del Golden Gate y fundó la librería City Lights. Además, creó una editorial de bolsillo donde publicó Aullido (1956), de Ginsberg, que les costó días de cárcel y un juicio por difundir literatura “obscena”.
Autor de una poesía irónica y urbana, el segundo poemario de Ferlinghetti, A Coney Island of the Mind (1958) se convirtió en un hit que ha vendido en estos años más de un millón de copias.
Al borde de quedar ciego producto de un glaucoma, Ferlinghetti cumplirá 100 años este domingo 24. Oficialmente el alcalde de San Francisco lo declaró como el “Día de Lawrence Ferlinghetti”. Una de sus calles lleva su nombre.
Ese día, los homenajes abarcarán lecturas de su poesía en la Biblioteca Pública; la exhibición de dos documentales, Ferlinghetti, de Chris Felver y Ferlinghetti: una vida en la poesía, de Giada Diano; una muestra de pinturas del cumpleañero, y la presentación de su último libro. El ejemplar se titula Little Boy y es promocionado como una novela autobiográfica.
“Mientras se balancea de un lado a otro a través de las impresiones y los aspectos más destacados de su larga vida, Ferlinghetti escupe sobre la gramática convencional y se burla de ella”, apuntó esta semana una reseña aparecida en el diario The Washington Post sobre lo torrencial de la disposición de sus recuerdos en Little Boy. “Todo enredado en frases sin aliento que enorgullecerían a James Joyce”, agrega el periódico.
Amistad antipoética
El penúltimo libro de Lawrence Ferlinghetti es un conjunto de diarios de viajes que van de 1960 al 2010. Son manuscritos que estaban en la biblioteca de la U. de Berkeley. Titulado Writing Across the Landscape (2015), el volumen comienza narrando su visita junto a su esposa y Allen Ginsberg a Chile, en el verano de 1960, invitados al Congreso de Escritores de la Universidad de Concepción.
“Fue nuestro primer viaje al extranjero como poetas”, apuntó Ferlinghetti, quien visitó las minas de Lota y quedó muy impresionado con el trabajo de los mineros. Pero Ginsberg se entusiasmó en el país y se quedó tres meses en la casa de Nicanor Parra en La Reina. Después, para volver a Norteamérica, le escribió a su amigo Ferlinghetti para que le hiciera llegar un cheque.
Ese mismo año apareció en la editorial de City Lights Books una edición de Antipoems, de Parra, con traducción de Jorge Elliott.
“Parra fue sin duda una fuerte influencia para mí. Él tenía una inclinación satírica muy similar a la mía”, dijo Ferlinghetti, quien luego participó en la traducción de poemas de Parra para la edición de Poems and Antipoems (1967).
En ese mismo viaje a Sudamérica el poeta conoció a Violeta Parra en Lima, Perú. También llegó a La Habana en los inicios de la Revolución cubana. Estando en la isla, gracias a la gestión del escritor Guillermo Cabrera Infante, conoció a Pablo Neruda. Pero no hubo mayor sintonía con el autor de Canto General. “Neruda se desplazaba en una limusina. Eso fue muy raro”, recordó.
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