EFE Barcelona16 mar. 2019
El antropólogo francés Marc Augé, que, a sus 83 años, acaba de publicar el libro "Las pequeñas alegrías", ha explicado a Efe que la felicidad se compone de las pequeñas alegrías diarias, como ver una buena película, reencontrarte con un amigo u otros placeres que cada uno disfruta subjetivamente.
En una entrevista con Efe, el antropólogo, que ha hecho grandes aportaciones al mundo de la antropología con conceptos como el "no-lugar" y el "sobremodernismo", reconoce que es reacio a abandonar su profesión pese a su avanzada edad.
Su último libro lleva el mismo nombre que el famoso ensayo del filósofo alemán Hermann Hesse, que trata sobre el carácter fugaz de la felicidad humana, y Augé reconoce que esta coincidencia no ha sido fruto de la casualidad.
"Fue una decisión que tomamos junto con la editorial porque el título en francés (Bonheurs du jour) es difícil de traducir, y las pequeñas alegrías plasmaba la idea que quiero explicar en la obra y nos parecía un guiño al texto de Hesse, que es muy simbólico en el mundo de la antropología", señala Augé.
"Las pequeñas alegrías" trata sobre momentos de felicidad repentina e inesperada, alegrías pequeñas, sencillas, a la vez que intensas y quedan para siempre en nuestra memoria, según el antropólogo.
Las vivencias personales del autor son el hilo conductor y la base del ensayo: "me expongo y hablo de mí, mis experiencias personales han sido el material literario y creativo con el que he elaborado este libro", revela.
No obstante, no son el único ejemplo que Augé usa para escenificar su reflexión sobre la alegría humana, ya que también utiliza tópicos de la literatura, como los que utilizaron los novelistas franceses del siglo XIX, como Stendhal y Gustave Flaubert por los que siente "debilidad".
A pesar de ser más fanático de los libros que del cine, reconoce que hay una película que marca su carrera: "Casablanca", título que también le puso a uno de sus primeros libros que, a pesar de no ser el más conocido, es al que le guarda más aprecio, ya que habla de sus recuerdos.
"Me encanta la historia que se vive en Casablanca, a pesar de sus errores históricos, tengo una relación muy personal con la película, el momento en que Ilsa Lund, interpretada por Ingrid Bergman, aparece en el bar de Rick (Humphrey Bogart) es un ejemplo de una escena que me da felicidad", confiesa.
En cuanto a sus reflexiones más conocidas, como el "no-lugar" y el "sobremodernismo", conceptos que lo convirtieron en autor 'best seller' en EEUU y Francia, Augé dice que, con el tiempo, se ha dado cuenta de aspectos de sus obras que en el momento de escribirlos no lo percibió.
Es el caso del concepto del "no-lugar", que es una de sus ideas más emblemáticas, ya que lo escribió partiendo del concepto de lugar de las tribus africanas.
"Cuando estaba en Costa de Marfil conviviendo con las tribus indígenas me di cuenta de que tenían una estructura muy rígida: está muy definido dónde viven, quién son, las normas sociales, las conductas...", recuerda Augé.
En estas tribus, todo el mundo adopta un rol determinado del que no debe salir, y el paralelismo con el mundo occidental que el autor establece es con "vivir en un pueblo pequeño en que todo el mundo se conoce", según el antropólogo.
"El lugar en este sentido es lo opuesto a la libertad, es muy restrictivo", sentencia el intelectual francés, que equipara la importancia de este concepto con "el del no lugar".
"El no lugar son espacios alrededor del mundo en los que las personas no están restringidas a nivel social o demográfico, son espacios tránsito que no te atan a ellos, como el caso de supermercados y aeropuertos, en que las personas solo están de paso", según el antropólogo.
Hesse no es la única figura que ha inspirado la obra de Augé, ya que uno de sus conceptos más famosos, el de la "sobremodernidad" va parejo con el de la "sobredeterminación" de Freud.
Augé considera que el PIB de un país no marca la felicidad de sus habitantes, ya que la alegría es algo diferente para cada individuo, no obstante, sí cree que "la riqueza de un país influye más en la infelicidad de las personas".
Sara Tabelhachmi
https://www.efe.com/efe/espana/sociedad/el-antropologo-marc-auge-explica-la-felicidad-como-pequenas-alegrias-diarias/10004-3926631
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Marc Augé: “Existe una ilusión de conocimiento que es aún peor que el hecho de no saber”
“La ciencia avanza con tal rapidez que hoy seríamos incapaces de describir cuál será el estado de nuestros conocimientos de aquí a unos cincuenta años, cosa que, sin embargo, no es sino una ínfima parcela de tiempo en la escala histórica”.Marc Augé (Poitiers, Francia.1935).
Augé, profesor de antropología y etnología de l’École des Hautes Études en Sciences Sociales de París, director de investigación del CNRSS y uno de los grandes pensadores de la ciencia y la tecnología de los siglos XX y XXI, nos habla de su concepto de la hipermodernidad, de esa realidad en la que nos hemos instalado, de un momento en el que el presente se va sin apenas aprehenderlo y el futuro no se atisba como consecuencia de la aceleración de la ciencia y la tecnología.
En su análisis, conseguir el acceso universal al conocimiento es uno de los principales retos a los que se enfrenta la humanidad en estos momentos. “En el ámbito del conocimiento y también en el de los recursos económicos, aumenta sin cesar la distancia entre los más favorecidos y los más desfavorecidos, también en los países emergentes. Nos encaminamos hacia un planeta con tres clases sociales: los poderosos, los consumidores y los excluidos”, escribe en El porvenir de los terrícolas.
-¿Cuál es el porvenir de los terrícolas?
-El porvenir de la Humanidad es un porvenir problemático. Podemos considerar que ya hemos llegado al fin, al final de la historia, en cuanto que no hay discusión sobre el bien; la democracia liberal triunfa y todo está bien. El problema está en que el mercado liberal y la democracia liberal no tienen referencias. La única constatación es que las dictaduras también se llevan muy bien con el mercado liberal. Dicho de otro modo, esta unión ideal entre el mercado y la democracia es bastante vieja, pero no es la realidad que tenemos delante de nuestros ojos. Así es que debemos preguntarnos seriamente hacia dónde vamos.
-No le encuentro optimista. ¿No le anima la aceleración del progreso científico y tecnológico a la que asistimos?
-Mi hipótesis es que no estamos en el fin de la historia sino en el fin de la prehistoria de la humanidad. Esta hipótesis necesita dosis de optimismo y de tiempo para constatarse porque, en la escala humana, una serie de siglos es mucho. De modo que le doy una respuesta relativamente optimista, pero diferida. Claro que la ciencia es un elemento de progreso en la historia de la humanidad, pero son grandes palabras: “progreso”, hasta el punto de que no podemos saber cómo será este conocimiento dentro de treinta años. Y esta es una de las cuestiones más problemáticas para el futuro, porque el conocimiento ha sido adquirido por algunos pero no por todos y ese es un factor de desigualdad muy relevante hoy en el mundo. Con todo, reconozco que hay elementos de progreso y llegaremos a difundir el conocimiento hasta el punto de que hablaremos de los terrícolas como gentes enfocadas al conocimiento.
-La tecnología debería contribuir sustancialmente a extender el conocimiento y evitar la desigualdad. ¿Qué opinión tiene de la confianza casi universal en la dimensión tecnológica?
-La dimensión tecnológica está condicionada por la eficacia de los medios de comunicación, que representan un logro enorme, pero colocan al hombre en la ubicuidad y la instantaneidad. Esto significa que, si estoy viendo la televisión, tengo la impresión de conocer a mi actor favorito y más aún de considerarlo un conocido mío. En otro nivel, es un poco más peligroso porque esas imágenes nos pueden llevar a un confort ilusorio.
Las técnicas de comunicación son tan potentes que tenemos que recordar que los medios de comunicación son simplemente medios y no fines. Si los reconocemos como medios podemos pensar en la manera de adaptarlos a un esfuerzo de conocimiento colectivo, que permita difundirlo a todo el mundo. Sin embargo, aún estamos muy lejos de esto porque, por una parte, no todo el mundo tiene acceso a estos medios y, por otra, muchos de los que tienen acceso sólo tienen un acceso pasivo y no usan los recursos a su alcance. Quiero decir que si me falta un conocimiento puedo encontrarlo enseguida a través del ordenador, pero aquel que no tiene el mínimo conocimiento no lo puede buscar y no le sirve de nada tener toda la Biblioteca del Congreso en su ordenador. Así que existe una ilusión de conocimiento que es aún peor que el hecho de no saber. Se está constatando además que los nuevos instrumentos de relación y comunicación son utilizados de una forma desordenada.
-¿Estamos obsesionados con el futuro y con la velocidad, con ir rápido hacia el futuro, con encontrar un mañana placentero rápidamente?
-El futuro nos obsesiona. El problema está en que, cuanto más cercanos estamos a conseguir las condiciones del futuro que estamos construyendo con los avances científicos, menos tenemos el sentimiento de poder controlar ese futuro. En la medida en que la mayoría de la población no puede controlar ese futuro, lo sienten como una atracción que no controlan y lo cierto es que no aspiramos al futuro sino que él nos aspira a nosotros. Pero, por otro lado, tenemos el sentimiento de que vivimos eternamente en el presente y de que el futuro no nos interesa, y esa es la contradicción de nuestra época.
-Es la contradicción entre la curiosidad por asistir a lo que está por llegar gracias al progreso tecnocientífico y la nostalgia por un pasado estable.
-El futuro es nuestro destino individual y colectivo. Lo sabemos bien, lo constatamos todo el rato. Cuando tenemos regresiones al pasado, nostalgia, estamos obligados a esperar, a tener esperanza en el futuro de los hombres. Tanto la nostalgia como la esperanza son ilusiones, pero detrás de la ilusión siempre está el deseo y creo que este deseo es el que hay que animar y despertar.
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