miércoles, 29 de abril de 2020

.." La Virgen Negra por Anne Baring y Jules Cashford

"Nigra sum..."



Mare de Deu de Montserrat , "La Moreneta"
(Catalunya, España)




"Nigra sum sed formosa..."
(Negra soy, pero hermosa)


Cantar de los cantares, 1, 5





La Virgen Negra

por
Anne Baring y Jules Cashford



En la cultura cristiana, la mitología de la Sekiná (presencia divina) encontró un paralelo claro en la gran explosión de devoción popular hacia la virgen María, así como en el florecimiento de la iconografía femenina en el misticismo cristiano, en la alquimia y en las leyendas del Grial. Es complicado establecer qué es lo que provocó la espectacular erupción del arquetipo femenino en los siglos XII y XIII. No cabe duda alguna, sin embargo, de que liberó la imaginación y dio rienda suelta a un sentimiento de revelación que se expresó en la creación de belleza de todo tipo; en las catedrales góticas, en los manuscritos iluminados, en una nueva mitología que se plasmó en poesía y en canción. Parecía como si el alma se hubiese impregnado de nuevo de una visión de lo maravilloso, como lo había estado en los momentos más sublimes de las culturas anteriores. Esta visión se inspiró en la literatura bíblica sapiencial, en particular en el Cantar de los cantares; y también en la Sofía de la tradición oculta gnóstica, y en la imagen de la diosa, que, de forma misteriosa, cobró nueva vida en la devoción a
 María.Las tres tradiciones -gnóstica, judía, cristiana- contienen elementos de la iconografía y la mitología de la diosa madre sumeria y egipcia (en la imagen la diosa Isis), además de su asociación con la luz y la sabiduría, pero las tres han perdido la unidad original de cielo y tierra que la imagen antaño albergaba. Se interpuso una cortina o barrera entre los mundos gnósticos de luz y oscuridad, separando a Sófía, la hija, de su madre, en el pleroma, y se produjo una "fisura" entre la Sekiná y Yahvé. Ambas pueden compararse al ángel de espada llameante que impedía que Adán y Eva retornasen al jardín del Edén. Puede entenderse que todas estas imágenes describen el sentimiento de alienación que invadió a la humanidad a medida que la consciencia se alejó más y más de su base institiva. Las diferentes "revelaciones", o mitos de redención y de retorno, surgieron como expresiones de la necesidad urgente de recobrar la experiencia perdida de la unidad de la vida, y por lo tanto también de su caracter de compleción y unicidad; lo mismo puede decirse de la imagen de lo femenino, agente primario que facilita dicho retorno por ser la intercesora compasiva entre la deidad y la humanidad. El manto negro bajo el que se oculta la Sekiná simboliza, como la túnica o velo de Isis, el misterio insondable de la identidad del creador y de la creación y, al mismo tiempo, la consciencia oscurecida o fragmentada de la humanidad; ésta no puede percibir a aquél, y prolonga, así, tanto el "exilio" de la luz y del Espíritu santo de sabiduría, como el exílio de la humanidad lejos de la base eterna. 
Hierática, majestuosa, austera, la Virgen negra alza su mirada desde las ventanas de la catedral de Chartres, o permanece sentada sobre su trono en la cripta, con su hijo en sus brazos, tal como abraza la diosa a la vida, su vástago. La rodea tanto interés hoy en día que se está convirtiendo, una vez más, en núcleo de peregrinación. Se roba su imagen de las iglesias donde ha permanecido durante siglos, y debe ahora ocultarse, como precaución contra los ladrones. En Polonia ha sido la fuente de inspiración de un pueblo perseguido, y un papa le dedica sus oraciones. 
(imagen: Virgen negra de Rocamadur. Francia s. XII) En la Edad Media, los santuarios dedicados a la Virgen negra eran los más venerados de Europa. La iglesia cristiana consagró de nuevo a María los lugares de culto antaño consagrados a la diosa, y se transfirieron a María las facultades que antaño se habían atribuido a la diosa; la gente se negaba a abandonar la devoción que durante milenios había profesado a esta imagen. Estos lugares a menudo eran la cripta de una iglesia o una cueva, o bien los señalaba un pozo sagrado, un árbol o una piedra, elementos todos que pertenecían a la mitología de diosas anteriores, como Isis, Cibeles o Minerva (la Atenea romana), adoradas avanzada la era cristiana. Como se ha indicado en los capítulos 1 y 2, la adoración de la diosa existía en la Francia del Paleolítico y del Neolítico; en el año 600 a. C., sin embargo, unos navegantes griegos que venían de Focea, en la costa de Asia Menor, fundaron Marsella. Trajeron consigo nuevas imágenes de una diosa madre, similares a las que podían encontrarse en su país de origen. Más tarde, cuando los romanos ocuparon las Galias, los cultos a Isis, Cibeles y las diosas romanas viajaron con ellos por todo el imperio Romano. Luego, con el advenimiento del cristianismo, los santuarios de la diosa se volvieron a dedicar, paulatinamente, a la virgen María. Algunos cruzados trajeron consigo, a su vuelta de Tierra santa, estatuas de la diosa, de madera ennegrecida por el tiempo, que se colocaron en los santuarios donde ahora se veneraba a María. Un buey o toro "reveló" misteriosamente otras efigies a ciertas comunidades, desenterrándolas mientras araban la tierra; naturalmente, estas estatuas "se convirtieron" en figuras de María. (imagen: Notre-Dame de Belloch s. XI)La asociación del toro con la estatua d
e la diosa oscura revela de forma inconfundible la imagen de la gran madre precristiana. A partir del siglo X se produjo una verdadera explosión de veneración hacia la Virgen negra, y los lugares consagrados a ella empezaron a traer más devotos que los cultos dedicados al dios padre o a su hijo. Ahora, súbitamente, reyes, santos y peregrinos comenzaron a acudir en tropel para inclinarse ante la Virgen negra de Le Puy, Rocamadur, Mont St. Michel o Montserrat, en España. Imploraban su favor y donaron a sus santuarios enormes riquezas y tesoros. Sus efigies, vestidas con magníficas túnicas o joyas, o carentes de adorno en austera majestad, pronto marcaron las etapas de la gran ruta de peregrinación a Santiago de Compostela, en el norte de España. En sus santuarios proliferaban las curas milagrosas. Las mujeres, en particular, le rezaban para poder dar a luz sin peligro; los peregrinos imploraban un viaje seguro; los criminales pedían que se les perdonasen sus pecados. El pueblo adoraba a María como siempre había adorado a la diosa. Sin embargo, algunas de las estatuas de la Virgen negra representaban
 a Sofía-Sapientia, el símbolo de la sabiduría cuya secreta tradición se estudiaba en muchos lugares de la Europa cristiana; ofrecían al peregrino una inscripción que decía: "Si buscas la sabiduría, puedes proseguir aquí tu búsqueda a salvo". Y es que por todas partes la voz de la herejía temblaba, en aquella época, ante la inflexibilidad de la ortodoxia. Cualquier doctrina que no pudiese enseñarse abiertamente como parte de la doctrina cristiana debía enseñarse en el más completo secreto, bajo el temor a la tortura y a la muerte en la hoguera.El simbolismo de la Virgen negra nos devuelve una vez más al Cantar de los cantares, a la novia que es "morena (negra) pero hermosa". Nos devuelve a Cibeles, cuyo símbolo era una piedra negra, un meteorito, y a las imágenes negras de Deméter, Ártemis e Isis, además de a la Sekiná exiliada, de manto negro, la "piedra preciosa". Evoca la negrura del cielo nocturno, cuyas luminarias más resplandecientes son la luna y el lucero de la tarde, y también el misterio del espacio, como una madre que diese a luz cada noche a la luna y las estrellas, y cada día al sol. Sobre todo, la Virgen negra con Cristo, su hijo, en las
 rodillas nos ofrece la imagen de la luz que brilla en las tinieblas, y de las doctrinas esotéricas y ocultas del gnosticsmo y la alquimia. (imagen der. virgen negra de Meymac. Francia s.XII) La cantidad de trobadores que se han arrodillado ante la imagen de la Virgen negra que antaño se encontraba en la iglesia de La Daurade, en Toulouse, es incalculable; le juraban devoción pronunciando estas palabras: "Señora, soy vuestro, mientras dure mi vida". (Bernard de Ventadour). Las canciones que le dedicaban recuerdan las palabras de Salomón: "Yo la amé y pretendí desde mi juventud. Deseé hacerla mi esposa, y era amante de su belleza" (Sb 8, 2). La Virgen no solo es la clave de la literatura mística y alquímica de los siglos XII y XIII, sino también de la tremenda proliferación de catedrales y abadías de la época. Bernardo de Claraval, que dedicó muchos años a la contemplación de las imágenes del Cantar de los cantares, dedicó su primera abadía cisterciense, y todas las que siguieron, a "Notre-Dame"; una catedral tras otra retomó, además, esta dedicación. Para trovador, monje y místico, la expresión "Notre Dame" cubría, por lo tanto, mucho más que la imagen de María, madre de Jesús. También para el alquimista, mientras luchaba por alcanzar los secretos más recónditos de la naturaleza y por liberar al espíritu oculto enterrado en las profundidades de su alma, la expresión "Notre Dame" tenía un significado numinoso.
El negro es el color que se asocia con la sabiduría, como la fase oscura del ciclo lunar, en que la luz se gesta en el útero, se transforma y surge de nuevo. Esta asociación es tan antigua como la piedra negra de la Kaaba, que antaño fue la epifanía de la gran diosa, y tanto como el manto o el velo de Isis. La imagen de la Virgen negra encarna la sabiduría sin edad de la vida, la sabiduría sin edad de una dimensión oculta en la forma exterior de la naturaleza, que provoca su existencia, la informa, la guía; como una madre a su hijo la contiene. El niño que lleva en sus manos es la vida misma, a la que da a luz eternamente; es zoé sosteniendo a bíos. La Virgen negra simboliza, además, el misterio insondable del alma, que debe seguir la estrella que guió a los hombres sabios si desea comprender estos misterios y dar a luz al niño divino.
Adoración de los Magos, miniatura s. XI. Pisa, museo del Duomo


Fragmentalia desea a todos sus lectores y amigos lo mejor para el nuevo ciclo que se inicia con el solsticio.


...puede mencionarse también el «sol negro», nombre que se daba antaño al solsticio de invierno y cuyo significado era análogo en su plano al de la «piedra negra», (..). El «sol negro» es el sol de Navidad, el sol, si puede decirse así, de la noche de Navidad, pues tradicionalmente la Virgen dio a luz a Jesús a la hora de «medianoche», en la «gruta» de Belén, como canta el Ofertorio de la misa en la octava de la festividad:

«Mientras un profundo silencio envolvía todas las cosas y la noche alcanzaba la mitad de su curso, desde lo alto de los Cielos Tu Palabra omnipotente, Señor, se lanzó desde el trono real».
Por otra parte, el «sol de medianoche», símbolo tradicional, está en relación con la Natividad de Cristo. En todo caso, es difícil no ver relación entre el «sol negro» y la Virgen negra, tan a menudo llamada Virgo paritura, la «Virgen que tiene que dar a luz».

Jean Hani, La virgen negra y el misterio de María.

Ntra. Sra. de Regla (Chipiona, Andalucía)


Lecturas:

Anne Baring, Jules CashfordEl mito de la diosa (pags 729-732). Siruela 2005

Jean HaniLa virgen negra y el misterio de María. Olañeta Editor 1997

Entradas relacionadas:

http://barzaj-jan.blogspot.com/2009/12/sol-justitiae-lux-aeterna.html

http://barzaj-jan.blogspot.com/2010/11/matrimonio-sagrado.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario

David Foster Wallace - Borges en el diván

Las biografías literarias presentan una paradoja desafortunada. La mayoría de los lectores que se interesan por la biografía de un es...