lunes, 24 de febrero de 2020

Dossier sobre Carl Jung ¿ Genial místico o un científico incomprendido?





Carl Jung: biografía del padre de la psicología profunda

27 noviembre, 2018

 Valeria Sabater

Carl Jung fundó la psicología analítica en un intento por profundizar en el misterio del inconsciente y los símbolos oníricos del tejido de nuestra psique
Cuando pronunciamos el nombre de Jung es común que al instante, nos vengan a la mente conceptos como los arquetipos, la sincronicidad o el ya citado inconsciente colectivo. Sin embargo, algo que descuidamos a menudo sobre estas notables figuras de la psicología del siglo XX es que por encima de todo, fueron grandes pensadores.
Carl Jung fue una figura muy destacable en este mismo aspecto. Casi al final de su vida, realizó una serie de reflexiones que a día de hoy nos resultan altamente inspiradoras. Para él la psicología era una herramienta básica para el ser humano. Es ese canal de autoconocimiento con la cual, entender el origen de nuestras sombras, de esos miedos vetadores que limitan la vida.
Las personas somos capaces de desencadenar las más terribles guerras y los conflictos más irracionales. Sin embargo, si lográramos conocer un poco más nuestra psique, y esas energías adheridas a nuestra arquitectura profunda, tendríamos según Jung, vidas más iluminadas, respetuosas y felices. Porque el conocimiento es revelación y es libertad.
«Tu visión se aclarará solo seas capaz de mirar a tu propio corazón. Quien mira hacia afuera, sueña; quien mira hacia adentro, despierta».
-Carl Jung-


Infancia de Carl Jung: cuando un sueño lo cambia todo

Carl Gustav Jung nació el 26 de julio de 1875 en Kesswil, en Suiza. Su padre era clérigo protestante, y su madre Emilie Preiswerk, pasaba largas temporadas recluida en instituciones debido a diversos trastornos psiquiátricos.
Tuvo tres hermanos, pero estos fallecieron de forma temprana. En medio de ese escenario tan complejo y desolador a instantes, el pequeño Carl no tardó demasiado en desarrollar un carácter solitario y observador. Adoraba la naturaleza, la historia, la filosofía y recluirse en su particular mundo interior. Así, algo que tuvo muy claro desde muy temprano es que no deseaba seguir el mismo camino religioso que su padre y su abuelo pretendían marcarle. Él tenía su propio destino.
Tal y como reveló años después en diversas entrevistas, su vida cambio a raíz de un sueño de infancia. Para él fue algo determinante: soñó que caía en un oscuro agujero, el cual le llevó hasta a la cámara real de un palacio de techos altos y alfombras rojas. En el centro de esa sala había un árbol de apariencia humana, siniestro y oscuro. Al fondo, la voz de su madre le gritaba que se alejara: era el «devorador de hombres».
«Jugué solo, y a mi manera. Desafortunadamente no puedo recordar a lo que jugué; solo recuerdo que no quería que me molestaran».
-Biografía de Carl Gustav Jung, Ronald Hayman-

Carl Jung, el alienista

Car Jung tuvo claro a raíz de ese sueño, que necesitaba comprender el misterio del mundo onírico. Ansiaba profundizar en sus mensajes, en sus imágenes y símbolos. Quizá, por ello, pensó en un primer momento estudiar arqueología. Sin embargo, por falta de dinero en su familia, terminó graduándose en el 1900 en medicina en la Universidad de Basilea.
Justo cuando estaba a punto de trabajar como asistente de un médico, la casualidad llegó de nuevo a su vida. Solo que esta vez no fue un sueño el que marcó su destino, sino un libro, un manual de psiquiatría. En él explicaba el origen de la psicosis y los trastornos de personalidad.
Jung pensó en su madre y en su necesidad por comprender la arquitectura psicológica del ser humano. Entonces sintió de nuevo una firme determinación: la de convertirse en alienista (recordemos que en esa época los psicólogos que trataban los problemas mentales eran llamados de este modo). Dejó a un lado su futuro como asistente médico y se matriculó en una ciencia aún no tan conocida y con escaso prestigio, como era la psiquiatría.



Fascinación y desavenencias con Sigmund Freud

Entre 1900 y 1906, Carl Jung trabajó con Eugene Bleulerun psicólogo pionero en la comprensión de las enfermedades mentales. Fue en esta época en la que descubrió cómo ciertas palabras provocaban en los pacientes respuestas emocionales. Algo que, a su parecer, representaba ni más ni menos que asociaciones subconscientes, pistas de los propios complejos de cada persona.
  • Todos estos análisis los recogió en su libro Studies in Word Association, un trabajo que no dudó en enviar a otra figura de aquella época y todo un referente para él: Sigmund Freud.
  • Freud se convirtió al poco tiempo en el mentor de Jung. Aquella unión duró unos 10 años, sin embargo, tal y como explicó años después el propio Jung, Freud no tenía educación filosófica y las conversaciones con él eran rígidas, limitadas y llenas de discrepancias.
  • Así, y aunque ambos coincidían en la relevancia del mundo inconsciente en el ser humano, Jung defendía una idea colectiva sobre el mismo, mientras Freud abogaba por un inconsciente individual. Esta diferencia, sumada a las teorías sobre la sexualidad, terminó por poner distancias insalvables entre ambos psiquiatras.

La psicología analítica y los tipos psicológicos

Romper con el universo personal y teórico de Freud tuvo consecuencias para Carl Jung. Se le cerraron las puertas en los círculos académicos más relevantes, como por ejemplo, la Sociedad Psicoanalítica Internacional. Sin embargo, y después de sufrir una crisis nerviosa, se puso como propósito desarrollar sus ideas, defenderlas y asentar su propio enfoque personal: la psicología analítica.
Argumentó que la evidencia empírica no era la única forma de llegar a las verdades psicológicas o científicas. Para Jung, el alma también desempeñaba un papel clave en el conocimiento de la psique. De ese modo, las principales contribuciones de esta perspectiva fueron las siguientes:
  • El inconsciente colectivo. Hace referencia a un tejido inconsciente que cada generación compartiría por igual sin importar la cultura. Es ese escenario psíquico donde se contienen nuestros sueños y pesadillas erigidos bajo una misma simbología, unas mismas figuras y mitos que todos tendríamos en común a lo largo de la historia.
  • Los arquetipos. Son esos constructos psíquicos que habitan en nuestro inconsciente y que todos heredamos. Son como marcas de personalidad donde figuras como la sombra, la figura del padre, de la madre o del héroe, determinan también nuestra conducta.
  • El análisis de los sueños y la interpretación de los símbolos del inconsciente, fue otra área clave en el legado junguiano.
  • Complejos psicológicos. Hacen referencia a ese conjunto de sentimientos inconscientes que adquirimos en la infancia y que determinan nuestra personalidad.
  • La teoría de la personalidad. Este enfoque de Jung partía de dos enfoques que a todos nos suenan sobradamente: la introversión y extroversión. A su vez, definió las funciones que cumplen procesos como la sensación, el pensamiento, la intuición y el sentimiento en cada una de estas personalidades.

Carl Jung, un científico poco convencional


Gary Lachman señaló en la biografía que realizó sobre Jung, que gran parte de la comunidad académica de la época lo consideró más un místico que un científico. Pasó gran parte de su vida navegando entre lo tangible y lo espiritual, investigando culturas primitivas, los ritos, las cosmogonías y esas mitologías donde ahondar todo lo posible en esa noche psíquica de la humanidad donde según él, se hallaban todas las respuestas.
Gran parte de esas revelaciones quedaron reflejadas en El libro rojo, una obra extraña, críptica y fascinante que se publicó años después de su fallecimiento, llegados ya los 85. A pesar de estas corrientes gnósticas y espirituales, Carl Jung llegó a ser vicepresidente honorario de la Asociación Alemana de Psicoterapia y uno de los psicólogos más relevantes del siglo XX.
A pesar de que no fundó ninguna escuela de psicología, a día de hoy contamos con la corriente junguiana, un enfoque terapéutico que aplica esas claves de analíticas donde seguir desvelando los misterios del inconsciente y ese psiquismo profundo habitado por nuestros arquetipos.




«El recuerdo de los acontecimientos externos de mi vida se ha desvanecido o desaparecido en gran medida. Pero mis encuentros con la «otra» realidad, mis combates con el inconsciente, están grabados de forma indeleble en mi memoria».
-C.G Jung, Memorias, sueños y reflexiones, 1961-


http://www.antroposmoderno.com/antro-articulo.php?id_articulo=80







Carl Gustav Jung 
Mary Videla



Jung había nacido el 26.07.1875 en la aldea suiza de Kesswil, hijo de un pastor con quien recorrió muchas parroquias. Tendió desde pequeño a la introspección, alentado por las discordias parentales y el humor inestable de la madre. Su fantasía estuvo alimentada por lecturas voraces y el ambiente teológico en que vivía. Se consideraba diferente a los niños de su edad, pero esto no le impedía tener amigos, en quienes dejaba impresiones muy contradictorias: sociable pero difícil; divertido por momentos y a veces taciturno; aparentemente seguro de si pero vulnerable a la crítica. Ya psiquiatra, parecía sereno pero a veces lo atormentaban profundas crisis religiosas. Tuvo sueños desconcertantes desde muy joven a los que mucho después, al escribir su altamente subjetivo y anecdótico autorretrato "Recuerdos, sueños, reflexiones", hizo aparecer como acontecimientos de singular significación. Inició estudios de medicina en Basilea en 1895, pero a pesar de su inclinación científica no perdió su interés por lo oculto, las religiones esotéricas y su desbocada fantasía. A fines de 1900 se sumó al personal del Burghölzli, que era la clínica psiquiátrica de la Universidad de Zurich. A pesar de la fama del sanatorio, Jung recordó sus primeros años allí como caracterizados por una rutina trivial y estéril, donde no tenía espacio para su excentricidad creadora. Sin embargo fue allí donde accedió al psicoanálisis: Bleuler, su prestigioso jefe, le pidió que reseñase "La interpretación de los sueños" para el cuerpo médico. El libro sobre los sueños y después los trabajos sobre la histeria dejaron su impronta en Jung, quien desde el comienzo fue un fervoroso partidario de la nueva disciplina. Aplicó con éxito los conceptos psicoanalíticos a la esquizofrenia (que en ese momento aún era demencia precoz) y elogió los aportes de Freud en su monografía "Psicología de la demencia precoz", de 1906. Ese mismo año le envió a Freud un ejemplar de "Estudios de asociación diagnóstica", obra que él había compilado. Pero no todo eran acuerdos con Freud. Jung no atribuía "al trauma sexual de la juventud la significación excluyente que en apariencia Freud le asigna"; y ésta sería la discrepancia que más tarde los separaría. La perspectiva de contar con un propagandista de la talla y el renombre de Jung en el extranjero era algo que a Freud lo seducía mucho. Se mostró cauto para no despertar sospechas de que pretendía un apostolado ciego, pero no dejó de hacerle saber que aunque él no viviera para ver el triunfo del psicoanálisis, esperaba que sus alumnos sí lo hicieran. Freud se preparaba para pasar la antorcha a manos más jóvenes y Jung parecía el heredero apropiado de la corona. Examinaron juntos la etiogenia sexual de las neurosis, se prestaron libros, comentaron casos. Jung era respetuoso pero no servil y Freud lo aceptó como un padre complaciente. En carta de 1910 a Ferenczi le decía: "No sea celoso e incluya a Jung en sus cálculos. Estoy más convencido que nunca que él es el hombre del futuro". En 1907 visitó por primera vez a Freud con su esposa y su colega Ludwig Binswanger. Se dedicaron a una orgía de conversaciones profesionales solo interrumpidas por las comidas y por la reunión de la SPM. Martin Freud recordó a Jung como un hombre verborrágico que solo hablaba de si mismo: "Nunca realizó el menor intento de entablar alguna conversación cortés con mamá o con nosotros, los chicos, sino que se limitaba a seguir el debate interrumpido por la cena. En esas ocasiones solo hablaba Jung, y papá con visible deleite, se contentaba con escuchar". Aunque Freud confiaba en Jung, interpretó que en uno de sus sueños aquel deseaba destronarlo. El debate que podía separarlos, acerca de la sexualidad, nunca se extinguió por completo. El trabajo de Abraham provocaba los celos de Jung, y él no se molestaba en ocultar eso ni la envidia que sentía por el respeto que Freud le tenía a aquel. Jung reconoció abiertamente en la "veneración" que sentía por Freud un cierto "entusiasmo religioso" que "a causa de su innegable matiz erótico" le parecía "repulsivo y ridículo". Lanzado a la confesión, le dijo a Freud que el origen de esos sentimientos estaba en un acontecimiento infantil: "de niño sucumbí a un ataque homosexual de un hombre al que antes había reverenciado". Freud le restó importancia porque discernía que una transferencia religiosa solo puede terminar en apostasía, de modo que su breve respuesta fue "Soy inadecuado como objeto de culto". En 1910 fue elegido presidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional por aclamación, siendo reelegido en 1911. Pero a pesar de todos estos triunfos, la esposa de Jung estaba preocupada: "Me ha atormentado la idea de que su relación con mi esposo no es como podría y debería ser", le escribió a Freud. Las discrepancias ya habían aparecido y se notaban. Pero aún en 1912 Freud confiaba en el suizo y le decía que podía disentir con él sin mala conciencia. En 1912 Freud visitó a Binswanger en Küsnacht, pues aquel había sido operado de un tumor maligno, y no visitó a Jung que vivía a pocos kilómetros de allí. Jung se ofendió mucho y desde ese momento en distintas discusiones con Freud sacaba a relucir "el gesto de Kreuzlingen"(lugar donde Jung estaba cuando Freud no lo visitó en esa oportunidad). A fines de ese año se encontraron en una pequeña conferencia en Munich y Jung se disculpó. Pero esa reunión se vio malograda por uno de los desvanecimientos de Freud, el segundo en presencia de Jung. Otra vez habían tenido una animada discusión y una vez más Freud interpretó lo que Jung decía como revelador de un deseo de muerte dirigido contra él. Aunque había causas físicas en un segundo plano (fatiga, dolor de cabeza), Freud sabía que allí había un conflicto psicológico y Jung no era ajeno a ello. Dijo que allí había "elementos de neurosis" y Freud le contestó "que cada uno de nosotros se ocupe de su propia neurosis con más celo que la neurosis del prójimo". Hacia 1913 lo que Jung consideraba "nuestra concepción" en contraposición a Freud, era por ejemplo que la libido no era nada más que un fracaso nervioso frente a las verdades incómodas de las pulsiones sexuales que habitan al ser humano; y que el arquetipo es un principio fundamental de la creatividad, anclado en las cualidades raciales, una potencialidad humana manifestada en las religiones, los cuentos de hadas, los mitos, los sueños, las obras de arte y la literatura. su equivalente en biología es la "pauta de conducta". Mientras Freud opinaba que Jung se ocultaba detrás de "una nube religioso-libidinal", Jung le hacía saber en una carta de la Navidad de 1909: "Es un duro destino verse obligado a trabajar al lado del creador". La correspondencia entre ambos hombres fue decreciendo cada vez más pero esto no impidió que los dos concurrieran al Congreso Internacional de Munich de 1913. Según Freud, las sesiones fueron "agotadoras y nada ejemplares" y la presidencia de Jung había sido "inamistosa e incorrecta". Los votos de la reelección de Jung mostraron el descontento: 22 se abstuvieron como manifestación de protesta y 52 votaron por el candidato. Al final del congreso, Freud resumió: "Nos separamos sin ningún deseo de volver a vernos". En octubre Jung renunció como editor del Jahrbuch aduciendo razones de "naturaleza personal" y renunciando a una discusión pública. A fines de 1913 Freud había empezado a escribir lo que él denominó "la bomba": la "Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico" era un folleto en el que exponía su versión de los desacuerdos que habían estado carcomiendo al movimiento en los últimos años. Pero antes que "la bomba" explotara oficialmente, Jung presentó su renuncia a la Presidencia de la Asociación, el 20 de abril de 1914. Respecto a su relación con el nacionalsocialismo, recurrimos a un artículo de Arnold Künzli. El autor explicita que gracias a haber nacido hace mucho, tuvo la posibilidad de conocer personalmente a Jung y tener en sus años de juventud una nutrida correspondencia con él, así como haber participado en reuniones en las que Jung explicaba su "Psicología Profunda". Manifiesta que esta historia personal y el haberse ocupado en reiteradas oportunidades de las controversias en torno a Jung, lo autorizan en honor a la verdad , a contestar a algunas manifestaciones de Baumann en el referido artículo, así como a responder con documentos a manifestaciones sumamente unilaterales de diversos autores relativas a Jung. "Baumann escribe: "...totalmente tirado de los pelos es afirmar que Jung ...pretendía llevar a razonar a la mujer a través de la seducción, el maltrato y la violación". Pero es precisamente lo que Jung hacía. En 1951 escribió: "En la mujer el Eros forma su verdadera naturaleza, mientras el Logos es a menudo apenas una casualidad...Por más que su Eros aparezca gentil y bien dispuesto, no se conmoverá ante ningún tipo de lógica. En muchos casos el hombre tendrá la sensación (y no le faltará razón) que solo la seducción, el golpear y violar tendrán la necesaria fuerza de convicción" (Obras Completas 9/2, 24). ¿Totalmente tirado de los pelos, Sr. Baumann?...Más adelante Baumann se dirige contra el frecuente reproche de los autores freudianos..." de que Jung simpatizaba con el nacionalsocialismo, lo cual hace tiempo fue probado como falso". La verdad es que se trata de todo lo contrario. Yo no soy un autor freudiano y no participo de las luchas de sectas psicoanalíticas. Aquí se trata de la escueta y estricta verdad del comportamiento de Jung. Lo que esto quiera decir acerca de su psicología, lo elaborarán personas más aptas y competentes. El hecho es que Jung, fascinado por su teoría del inconsciente colectivo y los arquetipos, cayó bajo la égida de Hitler, el nacionalsocialismo y Mussolini. Ayudó incluso en las persecuciones a judíos y al antisemitismo racista con una dignificación desde su psicología profunda. Jung escribió en el año de ascensión al poder por parte de Hitler, en 1933, en un diario alemán acerca de "las realmente existentes ...diferencias de las psicologías germanas y judías", y en 1934 en el mismo periódico: "el inconsciente ario tiene un mayor potencial que el judío". Esto iba contra el judío Freud. Este no habría "conocido el alma germana". ¿Le habrá enseñado mejor la violenta aparición del nacionalsocialismo hacia el que la humanidad entera miraba con ojos asombrados?. ¿Dónde estaba la increíble potencia y fuerza cuando no había aún un nacionalsocialismo?. Y responderá: "Estaba escondida en el alma germana..."" "...hace poco apareció una carta de Jung a su alumno Wolfgang Kranefeld, un entonces conocido entusiasta del nazismo...allí Jung escribe: "hay que advertir al pueblo ario, que con Freud y Adler se predican puntos de vista específicos al judaísmo..., los cuales tienen un carácter esencialmente destructivo. Si este evangelio judío le gusta al gobierno de Adolf Hitler, y bueno, sea. Por otra parte también sería posible que al gobierno le molestara...". Que no es más ni menos que un azuzamiento a que Hitler prohíba la destructiva psicología de Freud y Adler..el "carácter destructivo" del espíritu judío era argumento prínceps de la propagandanazi-racista-antisemita." "En 1933 Jung dijo en una entrevista radial berlinesa que: "Como hace poco dijera Hitler, el Führer debe poder ser solitario y tener valor en poder proseguir solitariamente..Por ello el verdadero Führer es a la vez aquel que tiene el valor en si mismo, y no solo hacia los otros, y que puede mirarse a si mismo a los ojos". Seguía hablando luego de la "idea del ser del Führer", de la "aristocracia propia al Führer" y finalmente: "los tiempos de las masas siempre son tiempos del ser del Führer. Todo movimiento culmina orgánicamente en el Führer, que corporeiza todo el ser, sentido y meta del movimiento popular. Es una encarnación del alma del pueblo y su voz...solo en tiempos de paz sin metas crece la caótica conversación parlamentaria, que anuncia indefectiblemente la ausencia de un movimiento más profundo". Y nuevamente habla aquí de la necesidad de cuidarse del espíritu destructivo y la enemistad hacia la vida, de las psicologías de Freud y Adler." "En 1936, el año de las Olimpíadas en Berlín, Jung publicó su famoso "Himno a Wotan", el dios germano de la fuerza arrolladora, ese "liberador de las pasiones y deseos de lucha" a quien Jung promovió como arquetipo del "Dios germano", quien "explica más del nacionalsocialismo que todos los factores económicos, políticos y psicológicos". Esta simpatía de Jung por Wotan como "esencia básica del alma germana" aparece en cada frase". "En 1939 Jung declaraba a un periodista americano que en los ojos de Hitler había percibido a un visionario. Hitler sería el "altoparlante, que refuerza el inaudible murmullo del alma germana", sería como " un hombre que atiende el flujo de un rumor de la fuerza de fuente escondida". "En un desfile militar Hitler parece haber decepcionado a Jung, quien se vuelca entonces a Mussolini, del cual dice "el formato especial de un hombre verdadero. No pude evitar amar a Mussolini, su contagiosa energía, y elasticidad son contagiosas, cálidas y humanas"."...De todos modos," dice el autor del artículo, "a diferencia de los sectarios jungianos, Jung en una entrevista con el rabino Leo Baeck, luego de la guerra tuvo la lucidez de admitir: "Si, tuve un desliz". Incluso siguió en esta línea en un trabajo en el que dice que el nacionalsocialismo "fue el crimen más cruento de todos los tiempos". La cuestión que queda es saber la relación entre su "desliz" y su psicología". Jung murió en Küsnacht, Suiza, el 06.06.1961.


Carl Jung y la psicología analítica: "Cuando tienes miedo quedas petrificado y mueres antes de tiempo"

  • 4 noviembre 2018
Carl Jung
Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionJung recibió a la BBC en su casa de Zúrich. Fue una de las últimas entrevistas de su vida.

En 1957, Carl Jung era el psicólogo más famoso del mundo. A sus 84 años, pasaba su retiro en su casa de toda la vida, junto al lago de Zúrich, cerca de sus 19 nietos y ocho bisnietos.
"Vienen a la casa a jugar y se llevan hasta mis sombreros", bromeó la eminencia médica suiza durante una entrevista íntima que le realizó en su hogar el popular programa de televisión de la BBC "Face to Face" (Cara a cara).
Jung respondió las preguntas que le hizo el presentador británico John Freeman en la que resultaría ser la última entrevista que le realizó la BBC. 18 meses más tarde, el prestigioso fundador de la psicología analítica falleció luego de una breve enfermedad.
Aquí hacemos un repaso de esa histórica entrevista en la que Jung habló sobre su carrera, su relación con Sigmund Freud y su visión sobre la muerte, que estaba próxima.
También reveló un dato sorpresivo: si hubiera podido elegir, se hubiera dedicado a otra profesión completamente diferente.
"Yo en realidad quería ser arqueólogo", confesó. "Pero no tenía el dinero suficiente para seguir esa carrera".
Jung se había criado cerca de Basilea y su familia -encabezada por su padre, un pastor luterano- no tenía los recursos económicos para enviarlo a estudiar más allá de la universidad local, donde no enseñaban esa disciplina.
La medicina ni siquiera fue su plan B. "Mi segundo amor era la naturaleza", contó, "en particular la zoología".




Basilea, Suiza.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionJung estudió medicina en Basilea, luego de descartar sus dos opciones preferidas.

Se inscribió en la Facultad de Ciencias Naturales. "Pero pronto me di cuenta de que si seguía esa carrera, mi destino sería ser maestro de escuela, porque no tenía dinero, y eso no cumplía con mis expectativas".
Fue así que la medicina resultó ser "una elección oportunista".
"Recordé que mi abuelo había sido médico y sabía que si estudiaba medicina tendría la oportunidad de estudiar Ciencias Naturales. Además, un médico puede desarrollarse, tener un consultorio y elegir su especialidad y tendría mejores perspectivas que siendo un maestro", agregó.
"Hacer algo útil con seres humanos me resultaba atractivo".
El vuelco hacia la psicología también se dio por casualidad.
"Ya había acordado trabajar como asistente de uno de mis profesores y estaba estudiando para mis finales cuando me crucé con un libro sobre psiquiatría. Hasta ese momento, jamás le había prestado atención porque en esa época nuestra profesión no era particularmente interesante", recordó.
"Nomás con leer la introducción al libro, que planteaba que la psicosis era una inadaptación de la personalidad, le dio en el clavo. En ese momento pensé: 'Tengo que convertirme en un alienista'", señaló, utilizando el término con el que se llamaba a comienzos del siglo XX a los psicólogos que trataban a las personas con enfermedades mentales (los "alienados").
Fue amor a primera vista: "Mi corazón latía alocadamente en ese momento y cuando le dije a mi profesor que no sería su asistente y que estudiaría psiquiatría, él no lo entendió y mis amigos tampoco, porque en ese momento la psiquiatría no era nada".

Sigmund Freud

El hito siguiente en su carrera fue conocer a Freud.




Freud (izq.) y Jung (der.) en un Congreso Internacional de Psicoanálisis en Alemania en 1911.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionFreud (izq.) y Jung (der.) en un Congreso Internacional de Psicoanálisis en Alemania en 1911.

"Había leído muchos de sus textos pero recién lo conocí personalmente en 1907", contó.
Jung le había enviado al famoso austríaco un libro que escribió sobre esquizofrenia. Luego viajó a Viena a reunirse con él.
"Tuvimos conversaciones largas y penetrantes, y eso lo selló", contó sobre la histórica colaboración entre ambos.
Jung contó que rápidamente se hicieron amigos. "Él me caía muy bien, pero pronto descubrí que cuando él tenía un pensamiento sobre algo era inamovible, mientras que yo dudaba todo a lo largo", describió sobre sus diferencias.
"Era imposible discutir algo a fondo con él. Freud no tenía educación filosófica -yo estudiaba a Kant y estaba fascinado- y eso estaba alejado de Freud. Así que desde el comienzo había una discrepancia", confió, explicando las diferencias que eventualmente llevarían a una ruptura de la relación.
Jung contó que darse cuenta de las diferencias de carácter que tenía con su mentor lo llevaron eventualmente a realizar su famosa investigación sobre tipos de personalidades psicológicas.
También reveló que él y Freud analizaban sus sueños mutuamente. Pero se negó a hablar sobre las características de los sueños de su excolega y amigo, quien había fallecido en 1939.
"Es indiscreto preguntarlo, existe el secreto profesional que dura más allá de la vida de la persona", se excusó.
Sigmund Freud en 1935.
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Image captionFreud -que falleció en 1939- y Jung se distanciaron a causa de sus diferencias profesionales.

¿Qué marcó su ruptura?
"La causa última fue la publicación de mi libro 'La psicología del inconsciente'", señaló.
"Yo no estaba de acuerdo con muchas de sus ideas. Sobre todo con su abordaje puramente personal y su desestimación del las condiciones históricas del hombre", dijo.
La famosa teoría de Jung postula que existe un "inconsciente colectivo" que es anterior al inconsciente individual, algo en lo que discrepaba con Freud.

"Somos el origen de todo mal"

En los años 30, Jung fue uno de los pensadores que advirtió que iba a desencadenarse una Segunda Guerra Mundial. En medio de la tensión que se vivía en 1957 a causa de la Guerra Fría, Freeman le consultó si creía que iba a haber una Tercera Guerra Mundial.
"No tengo indicios definitivos al respecto", respondió, pero advirtió que los sueños de sus pacientes estaban repletos de temor.
También vaticinó -correctamente- que las actitudes hacia la psicología cambiarían.

Carl Jung en 1950Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionJung creía que había que entender mejor la psique humana porque "somos el origen de todo mal".

"Necesitamos más psicología, necesitamos más entendimiento de la naturaleza humana, porque el único verdadero peligro que existe es el hombre mismo y somos penosamente ignorantes de ello", dijo.
"La psique del hombre debería ser estudiada porque nosotros somos el origen de todo mal", declaró.
Por último, Jung habló sobre la muerte, un evento que siempre consideró tan importante desde el punto de vista psicológico como el nacimiento.
La hipótesis del padre de la psicología analítica es que a la muerte hay que considerarla como una meta y que evitarla es evadir la vida y su propósito.
"¿Qué consejo tiene para las personas que están al final de sus vidas y consideran que la muerte es el final de todo?", le preguntó Freeman al experto de 84 años.
"He tratado a muchas personas de edad y es muy interesante ver qué hacen sus inconscientes con el hecho de que aparentemente están amenazadas con el final absoluto: lo ignoran completamente", aseguró.
"La vida se comporta como si fuera a continuar. Así que yo creo que es mejor para las personas mayores que sigan viviendo, que esperen la llegada del próximo día como si fueran a vivir por siglos", aconsejó.
Carl Jung en 1960, un año antes de morir.
Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionCon sus 84 años Jung creía que había que seguir como si uno fuera a vivir "por siglos".

"Así vivirán adecuadamente", dijo.
"Pero cuando tienes miedo, cuando en vez de mirar para adelante miras para atrás, quedas petrificado y mueres antes de tiempo", advirtió.
"Es obvio que todos moriremos y que este es el triste final de todo, pero a pesar de ello hay algo en nosotros que aparentemente no lo cree".
Él mismo fallecería 18 meses más tarde en su casa junto al lago.

En la mente de Carl Jung

El final de las obras completas del padre de la psicología profunda coincide este año con la conmemoración del centenario de su aportación más célebre al siglo XX, el inconsciente colectivo



Carl Jung lee en su casa en Küsnacht (Suiza) en 1949.Ampliar foto
Carl Jung lee en su casa en Küsnacht (Suiza) en 1949. DMITRI KESSEL (GETTY)

El inconsciente colectivo cumple 100 años, aunque al parecer lleva funcionando desde el origen de los tiempos. La idea la formuló Carl Jung en 1916, inspirado en el inconsciente personal de Freud. Frente al creciente individualismo urbano, fue invención campesina, del hijo de un párroco rural que creció al abrigo de los bosques y las montañas. El inconsciente colectivo es algo así como una patria común y desconocida, se manifiesta aquí y allá, entonces y ahora, y es razonable pensar que lo seguirá haciendo. Para desarrollar la idea, Jung, de quien Trotta acaba de culminar su Obra Completa en 18 volúmenes con la publicación de Investigaciones experimentales, utilizó el concepto de arquetipo, una imagen que pertenece al tesoro compartido de la humanidad, que sobrevuela los climas y las épocas y que, siendo arcaica y primordial, puede adherirse al individuo sin pasar por una cultura particular. El arquetipo es una imagen con alto contenido emocional que nos ayuda en nuestra educación sentimental y a ordenar los tipos humanos. Ahora que las emociones vuelven a estar de moda (quizá porque la hora del puritanismo ha tocado a su fin, quizá porque resultan rentables en este capitalismo tardío que nos ha tocado vivir), es buen momento para hablar de ellas.





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    Freud y Jung: La extraña pareja

El poder del arquetipo no radica únicamente en la emoción, sino en que expresa al mismo tiempo un instinto biológico y espiritual (desvelado en el símbolo). De ahí su vinculación con la imaginación y su capacidad para raptar la voluntad. La tendencia humana a formar arquetipos es tan natural como la de los pájaros a construir nidos. Los arquetipos no se enseñan en las escuelas, sino que venimos con ellos al mundo (el viejo tema del innatismo). Son la expresión instintiva de la especie. Sus formas y figuras son interminables, nunca llegaremos a comprenderlos del todo y, aunque llegásemos a identificarlos, no agotaríamos sus significados. Se encuentran en las mitologías, los cuentos y las leyendas antiguas, pero también en las fantasías de hoy. Impresionan y fascinan porque pertenecen a la estructura heredada de la psique y porque, en un nivel más profundo, son órganos de percepción psíquica esenciales para el desarrollo espiritual. Para Jung la sabiduría consiste en armonizar lo consciente y lo inconsciente. Esa es la misión trascendente de la psique, el fin último del individuo: la superación del yo y la conquista del sí mismo (Selbst). Una conciliación de los opuestos que encuentra expresión simbólica en el Niño, el Círculo o el Mandala.

Carl Jung en torno a 1960.ampliar foto
Carl Jung en torno a 1960. HULTON ARCHIVE (GETTY)


Jung no fue un escritor de la talla de Freud, tampoco fue un filósofo o un teólogo, sino un médico preocupado por las afecciones psíquicas. Consideraba que el alma era religiosa por naturaleza y que las neurosis de la madurez se debían al olvido de esa condición original. Como investigador científico, tenía prohibido hablar de Dios, y aunque fue un disidente de las religiones dogmáticas, nunca ocultó sus experiencias inmediatas con “algo que vive y permanece bajo el eterno cambio”. Como William James, fue sensible a los abismos que acechan a la psique, al aspecto perturbador y oscuro del inconsciente colectivo, que ponían de manifiesto que no siempre es posible controlar el propio itinerario mental. Individualmente, la personalidad se desarrolla a partir de elementos inconscientes, mientras que en el ámbito histórico y colectivo, lo inconsciente pugna por llegar a ser acontecimiento. Jung estaba convencido de que el análisis de ambos procesos lo realizaba mejor el mito que la ciencia, y en este sentido fue, en la era del positivismo, un defensor del humanismo.No fue un escritor de la talla de Freud, sino un médico preocupado por las afecciones psíquicas

La psique, con sus hondos abismos y alturas vertiginosas, aparece como un mundo inespacial que contiene una cantidad incalculable de imágenes, condensadas orgánicamente durante millones de años de evolución. Dentro de ese amplio panorama, la conciencia puede reconocer bien poco, y lo inconsciente constituye una influencia poderosa que puede apoderarse de la voluntad, arruinar la propia vida o transformar el mundo. Podemos interpretarlas mejor o peor, pero no podemos negar su influencia. Cuando Jung comprende que no puede tratar las psicosis latentes si no entiende su simbolismo, se consagra al estudio de la mitología. Descubre una serie de verdades que le acompañarán el resto de su vida: que el alma es más complicada e impenetrable que el cuerpo, que el alma no es un problema personal sino del mundo, que el peligro que a todos amenaza no proviene de la naturaleza sino del hombre y que es imprescindible que el psicoterapeuta se comprenda a sí mismo para curar al otro. En el análisis entra en liza todo el hombre y en las grandes crisis no se puede nadar y guardar la ropa, el médico ha de entregarse con todo su ser y en algunos casos no es posible la cura sin renunciar a uno mismo.

En la mente de Carl Jung


Durante años estudiará a fondo la alquimia, así como las tradiciones gnósticas y neoplatónicas. En ellas encontrará el principio femenino que no halló en el mundo patriarcal de Freud. Entonces constata que la psicología analítica concuerda con los mitos y arquetipos de la tradición alquímica. Para Jung los sueños, las visiones y los presentimientos no sólo compensan y equilibran la actividad de la vigilia, sino que dialogan con una “realidad” de la que no puede dar cuenta la causalidad física, sino que depende de los procesos arquetípicos del inconsciente. El tiempo deja de ser abstracto y homogéneo y, como en Bergson, pasa a convertirse en una entidad cualitativa: épocas negras, periodos brillantes. En el inconsciente colectivo se relaja la rigidez del espacio y del tiempo, lo que hace posible el fenómeno de la sincronicidad, que descubre tras el suicidio de un paciente y sobre el que profundizará en su relación epistolar con el premio Nobel de Física Wolfgang Pauli (una amistad que merecería un artículo aparte). Como en la mecánica cuántica, entonces en ciernes, la sincronicidad supone un cuestionamiento radical de las concepciones tradicionales del espacio y el tiempo, hace posible que en lugares distantes aparezcan los mismos símbolos o estados psíquicos de manera simultánea. Algo que no es raro de observar en situaciones arquetípicas como la muerte.
Tras su enfermedad de 1944, Jung barajó la idea de que alguien en otro mundo meditaba su forma terrena. Un presentimiento que evoca ese “alguien me deletrea” del poema de Octavio Paz, o aquel chamán del cuento de Borges que intenta crear un hombre soñándolo. Tuvo la sensación de que había alguien que adoptaba la forma humana para adquirir una existencia tridimensional, “como quien se pone un traje de buzo para sumergirse en el mar”. En otro lugar dirá: “No somos nosotros los que hacemos un sueño o un accidente, sino que surge de algún lugar a partir de sí mismo”. El inconsciente era el generador de la persona empírica, siendo aquel el espíritu rector (lo real) y éste una ilusión.

Durante años estudiará a fondo la alquimia, así como las tradiciones gnósticas y neoplatónicas

Cuando se aproximaba su muerte, Jung pudo hablar con más libertad de sus visiones y, como los antiguos profetas, insistió en su belleza e intensidad. ¿Es razonable pensar que fue un charlatán? Hay indicios suficientes para responder negativamente a esta pregunta. Cuando emergía de dichas experiencias, la ciencia le parecía “un lúgubre sistema de celdas y un horrible disparate”. Tenía entonces la sensación de que la vida era sólo “un fragmento de la existencia” y lamentaba que la razón crítica hubiera hecho desaparecer el sentido de la trascendencia, dado que el individuo moderno sólo se identifica con su parte consciente. Mantuvo cierto escepticismo respecto a los mitos, de los que “no podemos saber si tienen alguna validez por encima de su valor de proyecciones”, e insistió en la fragilidad de las certezas y lo limitado de la condición humana. Le interesaron los fantasmas, pero dejó abierta la cuestión de si debían identificarse con el muerto o eran una proyección del vivo. Tenía claro que tras la muerte no se desvelaba el enigma de la existencia, pues los muertos preguntaban como nosotros, y aunque admitió que no todo el mundo necesitaba la inmortalidad, creyó necesario formarse una opinión sobre el asunto. Renunció a poner por escrito sus “revelaciones”, reconociendo simplemente que vivía en un mito que le permitía plantear dichas cuestiones. Jung tuvo claro, como el budismo, que somos el vector donde confluye el patrimonio de nuestros antepasados y que, cuando muramos, nuestros hechos nos seguirán. Que nuestra psique continúe existiendo tras la muerte no implica necesariamente que algo de nosotros se conserve eternamente. Asumió que cada ser humano es una pregunta dirigida al mundo y que él debía aportar su propia respuesta.
Investigaciones experimentales. Obra completa. Volumen 2. Carl Gustav Jung. Traducción de Carlos Martín Ramírez. Trotta, 2016. 680 páginas. 52 euros.
La Obra completa se compone de 18 volúmenes (dos de ellos dobles).
Juan Arnau, ensayista, astrofísico y doctor en filosofía sánscrita, es autor de La invención de la libertad (Atalanta).

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